Guyana. Margarita Vargas Canales analiza un amplio corpus literario en francés y creole, en “Geopoética de una naturaleza devastada en el Caribe francófono”, en donde su análisis parte de una propuesta metodológica centrada en la transdisciplinariedad: el estudio en y desde la literatura de la precariedad, la ecología, la pobreza y los desastres naturales. La geopoética que resulta es intrínsecamente transdisciplinaria y aporta nuevos métodos y paradigmas para el abordaje de nuestra región.
Por su parte, en “Identidades colectivas: experiencia mítica y acto narrativo en The Ventriloquist’s Tale (1997)”, Susana Barradas explora la construcción de identidad en la novela de la escritora guyanesa Pauline Melville. Barradas argumenta que la novela de Melville existe como un sitio dinámico de producción de identidades y expone un tejido narrativo de patrones míticos y experiencias cotidianas desde donde se recupera la memoria cultural a través de un performance de arraigo y conectividad entre los diferentes actores. El capítulo expone y discute —como también sucede en los capítulos de Romero y Niño, Jouault, Mezeta y Shrimpton— la producción contestataria de identidades en zonas con una presencia de pueblos originarios que no se entienden a partir de las narrativas nacionales.
El capítulo de Adriana García Mendiola, “'En el fondo del caño hay un negrito': la plena del aislamiento”, vuelve al abordaje de las insularidades como dinámicas móviles. Si bien el texto se centra en una situación antillana, la conceptualización del aislamiento, en este caso urbano, y la visualización de microespacios insulares que se crean como resultado de procesos de migración y marginación, crean un diálogo con varios de los capítulos de este libro.
El capítulo final de este libro, “Caliban chicanizado”, de Tomás Ramos Rodríguez, conceptualiza la frontera como espacio performático y utiliza a Caliban y a la calibanización como marco para analizar los procesos de resistencia en las comunidades de la frontera norte, una diáspora caribeña-chicana. Este espacio fronterizo se vuelve un lugar de memoria transnacional al ser hogar de cada vez más migrantes del área Caribe. Al profundizar en las identidades y el sentido de pertenencia, encontramos nuevamente este proceso performático de raíz y rizoma, en esta frontera que es también puente entre lo caribeño y lo chicano.
Juntos, los quince capítulos de Desde otros Caribes. Fronteras, poéticas e identidades ponen en escena a “otros Caribes” en un performance dialógico y transdisciplinario que permite su discusión como actores en un espacio Caribe diverso e interrelacionado. Esta colección impacta en los estudios académicos del área al afirmar —y no cuestionar— un área Caribe que plantea nuevos diálogos hacia dentro y fuera del área, en un acto consciente de construcción de poéticas dinámicas, transdisciplinarias y transfronterizas. Lejos de ser una propuesta que amplía sin límites al área, el libro profundiza en las historias de arraigo que se comparten de manera performática en la región, las historias profundas de estos otros Caribes.
Santo Domingo y Mérida, noviembre 2020.
2. Ver: Brito Villanueva, G. (2019). Los usuarios y sus espacios: la fragmentación de la ciudad de Cancún vista desde su literatura (tesis de licenciatura). UADY; Valdéz Castillo, G. J. (2020). Memorias al Reencuentro: Panorama y catálogo de Cozumel y su literatura 1874-2019 (tesis de licenciatura). UADY.
3. Ver: García Mendiola, A. M. (2018). Denuncia, resistencia y marginación en el cuento “En el fondo del caño hay un negrito” y la película Beasts of the Southern Wild (tesis de licenciatura). UADY; Arroyo Méndez, F. A. (2018). La dehiscencia de América Latina: Horizontes expectativos en “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada” de Gabriel García Márquez (tesis de licenciatura). UADY.
4. Barradas Rosado, S. C. (2016). Pasear jardines es construir senderos: patrones de dialogismo textual en “El jardín de senderos que se bifurcan” (1942) desde los estudios de traducción (tesis de licenciatura). UADY. Can Caballero, D. A. (2017). Rumbo a una Identidad Oceánica: relatos de identidad a través del habla y el movimiento en cuatro cuentos puertorriqueños (tesis de licenciatura). UADY; Ortiz Tzuc, A. (2018). Los imaginarios nacionales en las identidades invisibilizadas de Puerto Rico en “La borinqueña” (tesis de licenciatura). UADY; Argáez Cáceres, A. I. (2020). El contrapunto en la fuga de La consagración de la primavera de Alejo Carpentier (Tesis de licenciatura). UADY.
Capítulo 1
Redes autoorganizadas y agentes comerciales en las franjas de la Mosquitia y Yucatán durante los siglos XVII y XVIII
Antonino Vidal Ortega
Centro Estudios Caribeños. PUCMM. RD
La costa de la Mosquitia y Yucatán es extensa y dilatada y está constituida por un alto número de islas bajas y cayos con extensos arrecifes que hacen que la navegación sea peligrosa. Este cinturón de cayos siempre fue una barrera efectiva de protección del litoral que provee así un colchón de aguas calmadas entre islas y continente. Aunque está ubicada entre los trópicos, el clima es atemperado por brisas oceánicas que barren sus costas ocho o nueve meses al año ininterrumpidamente. La temporada seca va de febrero a mayo y la lluviosa de septiembre a noviembre. Sus exuberantes selvas y la abundancia de maderas preciosas atrajeron, desde comienzos del siglo XVII, a grupos de marinos ingleses marginales que hicieron de la piratería forestal y el contrabando su forma de vida en esta periferia del Imperio español, una frontera de agua, una región de contactos donde diferentes grupos étnicos, europeos y criollos urdieron relaciones complejas (Rupert, 2012; Victoria, 2015).
Por su valor geopolítico, fue durante dos siglos un área de disputa política, diplomática y militar, una franja imperial de gran valor por la abundancia de sus recursos naturales y la posibilidad de tener acceso al comercio del Pacífico (Elliot, 2007). Un territorio donde, desde el siglo XVII, se conformaron redes comerciales autoorganizadas de aventureros que supieron insertarse al comercio británico, vía Kingston, y al tráfico del añil, el cacao y la zarzaparrilla de América Central, desde sus asentamientos costeros. Fue un área del Caribe carente de poblaciones españolas que pasó a ser un lugar de interacciones frecuentes entre los nativos y los nuevos actores sociales de origen europeo y africano venidos del mar.
Un espacio enlazado al mundo Atlántico que configuró instituciones integradoras y flexibles fuera de los marcos jurídicos imperiales. Un crisol caribeño, entre imperios, esclavitud y contrabando, que dio paso a un comercio no bilateral, enmarañado en comisiones con diferentes escalas de negocios durante la travesía oceánica. Un intercambio mercantil entre individuos de diferentes nacionalidades, razas y religiones, agentes involucrados en torno a diferentes intereses en una amplia gama de negocios dentro del circuito comercial atlántico. El monopolio y el contrabando fueron dos aspectos complementarios de la economía del periodo colonial durante los siglos XVII y XVIII.
Tras la toma inglesa de Jamaica en 1655, la isla se transformó en una base marítima y comercial en el Caribe occidental, cuyos puertos recibían embarcaciones de distintas nacionalidades para abastecerse de esclavizados y productos caribeños y europeos. El tratado de Utrecht, en 1713, permitió a Inglaterra el acceso directo a los mercados de la América española con el Asiento. Desde inicios del siglo XVII, los agentes ingleses transitaron en sinuosos caminos entre la piratería, lo ilícito e, incluso, lo legal, centrándose en lugares y actividades sin reprimir el impulso egoísta del individuo y donde a veces, como en la trata humana, los intereses católicos y protestantes coincidieron.
Desde mediados del XVII, los asentamientos de la franja mosquita y la costa yucateca explotaron la caoba, el cedro y los palos de tintes. El aumento de las navegaciones volvió a estos territorios espacios de sociabilidad, de intercambios y de transferencias culturales y de conocimiento en un marco mercantil cada vez más mundial. Entre los años de 1620 y 1650, los primeros colonos llegaron vía islas Bermudas y Providencia y, paulatinamente, se desplegaron por las costas de Yucatán, el río Walix y la Mosquitia. Negociaron la protección política