de Messina se preparaba para enfrentarse a la guerra, junto con la ciudad, en condiciones precarias.
Ante el estallido inminente de la Primera Guerra Mundial, la ciudad del Estrecho mostraba de manera evidente las heridas abiertas provocadas por el desastroso seísmo de 1908 y por los atrasos que caracterizaban por distintos motivos su reconstrucción. En una realidad urbana que había perdido casi el 40 % de sus habitantes, la Universidad había pagado con el terremoto nada menos que un tributo de 29 profesores, 12 empleados y un número impreciso de estudiantes.58
A pesar del contexto bastante difícil, la Universidad había continuado su propia actividad en estructuras precarias, después de que en 1913 se decidiera derribar el antiguo edificio de los jesuitas, sede de la Universidad, que había sufrido daños a causa del seísmo.59
A aquella sede llegaba el joven Piero Calamandrei, para volverse a marchar al frente, como voluntario, apenas nombrado catedrático de Derecho Procesal Civil en Messina.60 Movido por un «purísimo espíritu mazziniano de origen risorgimentale […] ahora convertido en pasión irredentista»,61 renunciaría a estar exento del reclutamiento que le consentía su fuerte miopía.
También el romano Adolfo Marco Ravà, que llegó en octubre de 1911 a la ciudad del Estrecho como profesor de filosofía del derecho,62 se hallaba frente a una ciudad en ruinas. En el diario local L’Avvenire, Ravà publicó en noviembre de 1914 un artículo, «Germania e libertà», donde «la actitud neutral presentaba una connotación característica: la germanofilia».63
Las reflexiones expresadas por Ravà en el periódico de Messina representaban la coherente consecuencia de la adhesión, compartida por otros profesores universitarios italianos, al llamamiento lanzado el 27 de septiembre de 1914, en el Giornale d’Italia, por el arqueólogo Richard Delbruck, que invitaba «a suspender la opinión sobre la noticia del bombardeo alemán de la catedral de Reims, hasta no haber recogido documentos ciertos».64 A pesar de que formara parte del grupo romano de los militantes neutrales» pro Italia nostra, animado por De Lollis, Croce, Jemolo e Chiovenda, al estallar la Gran Guerra Ravà se alistaría y obtendría una «cruz al mérito y otras condecoraciones»,65 siguiendo la visión que el propio Croce, en octubre de 1915, había indicado en las páginas de Italia nostra en una nota titulada «Germanofilia».
Aun expresando, de hecho, su neutralidad y la de los intelectuales que se agrupaban en torno a ese periódico, el filósofo napolitano no había dejado de subrayar que «la última decisión correspondía a quien representaba el estado y que con cualquier decisión tomada, todos obedeceríamos y colaboraríamos en la empresa nacional. Y así hicimos».66
El neutralismo germanófilo declarado por Adolfo Ravà en las páginas de L’Avvenire, fundamentalmente unido a la idea de una comunidad europea de estudiosos amenazada por vientos de guerra, no se podía exportar fuera del ámbito exclusivamente universitario e intelectual, teniendo en cuenta, por otra parte, que en septiembre de 1914, durante una demostración improvisada en Messina, se había silbado fuerte contra las embajadas austriaca y alemana.67 Por el contrario, en enero de 1915 los ciudadanos de Messina, especialmente muchos estudiantes,68 aplaudían con entusiasmo la intervención de Cesare Battisti en el Teatro Mastrojeni, único lugar de discusión y de debate sobre temas tan graves en la Messina de las chabolas.69
Un año después de esa conferencia, el haber dedicado una arteria importante del centro de la ciudad del posterremoto al diputado de Trento apenas ajusticiado,70 y siempre en 1916, el haber dado los nombres de Trento y Trieste a dos calles,71 dice mucho del entusiasmo que despertó Battisti y de la madurez del irredentismo en Messina, donde la asociación «a favor de la Italia irredenta» estaba muy enraizada, uniéndose a la tradición democrática post risorgimento.72
También el filósofo Giuseppe Rensi daba un discurso en el Teatro Mastrojeni, Per la mobilitazione civile, en abril de 1918. El estudioso veneto había vivido la experiencia de Caenobium. Rensi sería colaborador y jefe de redacción hasta 1914 de ese periódico, que ya a comienzos de 1913 había abierto una columna significativa con el título «Guerra a la guerra».
Él mismo reconoció más tarde, mientras ejercía su labor como docente de la universidad peloritana hacia 1916, cómo a causa de la guerra había llegado a ser consciente de su total escepticismo. En los Lineamenti di filosofia scettica, publicados en 1919, definiría la guerra como «el inevitable producto y la necesaria expresión sanguinaria del choque de dos razonamientos opuestos […] de dos “evidencias” […] sobre las cuales […] para establecer cuál de ellas es ciertamente el producto de la “síntesis a priori” no hay […] ningún juez».73 Además, Pasquale Coppa Zuccari,74 abrucés, catedrático de Derecho Civil en Messina desde 1911 a 1918,75 se uniría al «comité international pour la ligue des pays neutres», que desde Lugano en agosto de 1914 Bignami publicaba en las páginas de Coenobium.
Aunque entre los docentes de la Universidad de Messina no faltaran opiniones bastante diferentes respecto al momento que el país estaba viviendo, esta no se propuso como sede para la elaboración y la discusión de ideas y de reflexiones. De hecho, era el Teatro Mastrojeni, hacía poco construido de madera, y no la universidad de chabola, la que acogía un ciclo de conferencias sobre la guerra, promovido por el Comitato pro Interessi Nazionali, presidido por el profesor de Oftalmología Sebastiano Tornatola.
Al contrario de lo que ocurría en esos mismos años en Palermo y en Catania, en la universidad peloritana el único discurso inaugural, entre los del periodo 1914-1918, que ya en su título Guerre e civiltà se refería concretamente al conflicto, era el del abrucés Ettore Ciccotti, docente de literatura latina, con ocasión de la apertura del curso académico 1917-18.
En aquella alocución pronunciada justo después de los días terribles de Caporetto, Ciccotti, ferviente socialista y convencido defensor del intervencionismo democráti co,76 consideraba un deber suyo hablar «de la guerra como se habla de una institución de estudios y de enseñanza, para adentrarse en su sentido más profundo y tratar de comprender su trágica función».77 Calamandrei, Ravà, Coppa Zuccari, Rensi y Ciccotti expresaban algunas ideas a favor y en contra de la intervención en la guerra, en un contexto, hay que decirlo, totalmente peculiar respecto al resto del país.
En la reconstrucción de ese asunto de Messina, tras el terremoto de 1908, es necesario tener en cuenta la difusión de un clima cultural de vanguardia que, precisamente en ese escenario de ruinas y sumido en la emoción que provocaban en toda Italia las tremendas consecuencias del seísmo,78 hallaba una gran inspiración.79
En la Messina de las chabolas el fundador del movimiento futurista, Filippo Tommaso Marinetti, tras la guerra italo-turca decidía difundir el programa político futurista en el que se alababan «todas las libertades excepto la de ser villacos, pacifistas, antitalianos».80 Una vez más, fuera de la Universidad, oponiéndose clara y despectivamente a la academia, Marinetti, con su artículo «La guerra elettrica», y con la llamada «Agli studenti futuristi…», publicados en mayo de 1915 en el periódico mesinense La Balza, órgano oficial del futurismo,81 incitaba a la juventud universitaria a superar cualquier división «con un único objetivo: Italia y su guerra contra Austria».82 Palabras que desde la Messina destruida llegarían a los estudiantes de toda Italia.
CARTAS DESDE EL FRENTE. LOS ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS SICILIANOS Y LA GRAN GUERRA
È stato detto […] che alla nostra vittoria tutte le classi sociali hanno contribuito e tutte le armi; ma […] v’è fra tutte le armi una che della guerra ha avuto le maggiori glorie ma anche i maggiori orrori, ed è la fanteria; e vi sono due classi sociali che alla fanteria hanno dato il maggior numero di gregari, e sono da una parte i contadini, che hanno formato i plotoni […] e dall’altra gli studenti, che hanno formato i comandanti dei plotoni… Permettete che questa affermazione sia fatta con orgoglio da me, ufficiale di fanteria e modesto insegnante universitario. Oh, per tre anni l’Università ha mandato su alle trincee un fiotto inesausto di giovinezza, di ardimento, di