de Madrid (AHN). Clero-Jesuitas. Leg. 291. N.º 1.
74. ARSI. Fondo del Gesù 203/4. N.º 45, s. f.
75. BG. USAL. Ms. 578, f. 47v.
76. AUSA. 2108/13, f. 30v.
77. Ibíd., f. 50r.
78. Ibíd., f. 50v.
79. Ibíd., f. 31v.
80. Ibíd., f. 51v.
81. BG. USAL. Ms. 376, ff. 271r-271v.
82. Ibíd., Ms. 578, ff. 396r-397r.
DENTRO DE LA GUERRA
LAS UNIVERSIDADES SICILIANAS Y EL PRIMER CONFLICTO MUNDIAL
DANIELA NOVARESE
Università degli Studi di Messina
EL SUR Y LA GRAN GUERRA: UNA HISTORIA DE LUGARES COMUNES1
En los días que siguieron a la emoción de las «espléndidas jornadas», que caracterizaron la entrada de Italia en la Primera Guerra Mundial, el Corriere della Sera del 24 de mayo de 2015, al describir el «escenario de la guerra», informaba de que las operaciones militares se referían especialmente «al Trentino, al Cadore, a la Carnia, y al valle del Isonzo».2
Además, teniendo en cuenta que el periódico más famoso y de mayor difusión del país situaba el desarrollo de las acciones armadas en el noroeste, no sorprende que, en el imaginario colectivo, esos kilómetros de trincheras en las que los días transcurrían interminables, como narra Emilio Lussu en Un anno sull’altipiano, hayan constituido el escenario representativo de la Gran Guerra en Italia. Y precisamente la altiplanicie que Lussu, claro intervencionista, encontraba «insoportable» ya desde finales de mayo de 1916 se transmitiría a la memoria de la posteridad como lugar fundamental de ese primer conflicto mundial.
El historiador Alberto M. Banti ha afirmado que la Gran Guerra ha representado en los últimos treinta años «uno de los arsenales de obras históricas más ricos e interesantes, tanto por las interpretaciones que ofrece como por las elaboraciones metodológicas que propone».3
Sin duda, ese arsenal se ha enriquecido recientemente, gracias a los múltiples actos del centenario, merecedores de haber tratado fuentes, enfoques y narraciones diferentes del panorama historiográfico y de interpretaciones más tradicionales.4
Si hasta hace un año solo era posible encontrar escasas referencias, por ejemplo, de países que permanecieron al margen de la guerra, como España,5 esas celebraciones provocaron el nacimiento de un conjunto de escritos con la intención de señalar cómo, aun fuera del escenario bélico con todo su significado, los efectos de la fractura producida por la Gran Guerra, evidentes en «el largo siglo XIX»,6 y de sus códigos (culturales, políticos, sociales, de comportamiento, económicos) influyeron también en esos ordenamientos considerados neutrales.
Con relación a Italia, que decidió entrar en la guerra casi un año después del estallido de las hostilidades, en mayo de 1915 junto a la Entente, las iniciativas fuera del centenario afectaron a la imagen tradicional de un país en el que guerra y altiplanicie han representado un binomio inseparable, destacando quizá por primera vez la implicación, aunque con modalidades diferentes, de otras zonas geográficas de la nación, sobre todo de la participación del sur de Italia.7
Al respecto, hay que recordar otro dato reciente acerca del elevado número de insumisos en Sicilia, considerada desde siempre un «refugio peligroso de rebeldes y desertores»,8 y que según análisis minuciosos de los datos aportados por el Ministerio de la Guerra, por lo menos parcialmente, explicaría el fenómeno de la emigración masiva que entre finales del siglo XIX y principios del XX caracterizaba a las regiones del sur de Italia, con la problemática de localizar a los emigrantes.9 Este hecho llevaría al presidente del Gobierno, Vittorio Emanuele Orlando, acabada la guerra, a promover una amnistía a favor de quienes no se habían presentado al reclutamiento por haber sido deportados.
Por otra parte, ya a finales de los años sesenta del siglo pasado, Piero Melograni señalaba, «en cuanto a la noticia de la rendición de los tres regimientos sicilianos», en los días difíciles de Caporetto, que el propio general Cadorna reconocía «en las cartas a sus familiares que esa había sido exagerada por algunos mandos militares para ocultar sus responsabilidades».10
Lo mismo puede decirse acerca de la actitud con la que durante bastante tiempo la historiografía italiana ha subrayado «los escasos enfrentamientos políticos entre intervencionistas y neutralistas en el Mezzogiorno, y en particular en Sicilia», mientras que recientemente se ha señalado cómo «el debate sobre la guerra contribuyó no poco a redefinir el escenario político de la isla».11
En particular, refiriéndose a Sicilia, de las regiones italianas la más lejana del Trentino, del Cador, de la Carnia y del valle del Isonzo, nuevas investigaciones han destacado cómo la isla, con sus casi 53.000 caídos y 250.000 entre heridos y mutilados, pagó un precio muy alto en cuanto a vidas humanas, rotas, durante la Gran Guerra, lo que desmiente una vez más el estereotipo de un sur poco implicado en aquella tragedia.
Por otro lado, ese conflicto no sería solamente un peso en la vida diaria de todas las comunidades sicilianas grandes y pequeñas, que esperaban ansiosas el regreso de esos 440.000 hombres llamados a filas y que marcharon a ese altiplano remoto, si bien menos distante de la isla de lo que se suele creer.
Por ejemplo, el estrecho de Messina, con sus tropas costeras ocupadas en la acción contra los sumergibles alemanes, con Real Decreto del 14 de septiembre de 1917, n. 1511, se convertía realmente en un frente de guerra, pues declaraba en «estado de guerra el territorio de los alrededores de Messina y de Reggio Calabria», y transformaba así la isla en «una frontera sin trincheras»:12 no es casualidad que en ese brazo de mar se contaran miles de muertos, particularmente en el bienio 1917-1918.13
Además, la presencia de campos de prisioneros en la parte suroriental de la región, que acogieron a miles de presos, especialmente austriacos y húngaros, determinó una imagen posterior y poco conocida de la Sicilia «zona de guerra».14
Entre las líneas de investigación que han propuesto nuevos elementos de reflexión no podía faltar una mirada al mundo universitario.
Han sido numerosas las ocasiones en las que se ha tratado de reconstruir la compleja situación de las universidades italianas y del apoyo que dieron a la Gran Guerra. Un contexto rico en matices en el que se mezclan motivos como el de la «espera» de la guerra en los intelectuales italianos y, al mismo tiempo, la desaparición de la koiné científica y literaria europea, que Giulio Cianferotti ha reconstruido cuando se refiere a las relaciones entre universidades italianas y alemanas tras la declaración de guerra a Alemania.15
Exaltada ya como «escuela de energía nacional»,16 ya como fragua de «artes et arma»,17 considerada por el régimen fascista un lugar de entrenamiento para «miles de militares de los pelotones»,18 en general, la Universidad italiana apoyaba, convencida, el esfuerzo bélico del país.
Las tres universidades sicilianas también se unieron a lo que el mundo académico percibía como una misión. Aunque con formas y rechazos diferentes, condicionadas por contextos para nada diversos, como los ofrecidos por Palermo, Catania y Messina a finales de la era giolittiana, esas universidades se propondrían y se verían, al igual que otras universidades italianas, como lugares «de referencia de la propaganda intervencionista» (si bien no faltaron opiniones contrarias a la intervención), para asumir al final de las hostilidades la función de espacios privilegiados de la memoria, del culto de una juventud heroica y de sus maestros, y que a aquellas aulas jamás regresarían.
Las tres universidades sicilianas se hallaron totalmente «dentro de la guerra»,19 como indica el título de mi intervención, y en el clima que se respiraba en el país no solo buscaron y dieron su tributo de muertos, sino también su apoyo ideológico al esfuerzo militar y a la