se financiaban las fiestas de san Nicolás y santa Catalina. No pagar dichos derechos suponía invalidación de la matrícula […].35
En esta ocasión no se señala la cuantía para los colegios y conventos vinculados a la Universidad. Lamentablemente no hemos encontrado dicho importe para todo el período que estamos estudiando, aunque sí para los cursos 1763-1764,36 1766-176737 y 1767-1768.38 Se trata de una relación en la que se indica, en reales, la aportación necesaria para la vinculación del grupo en la institución universitaria.
El colegio de los jesuitas aparece tachado en los cursos de 1763-1764 y 1766-1767, mientras que en el curso 1767-1768 ya no es necesario anularlo. Entendemos que esta es una de las consecuencias de la pragmática sanción de Carlos III. Al expulsarse la Orden también perdían sus miembros la vinculación gremial.
En las escasas referencias que tenemos, el coste al colegio de la Compañía es de quince reales, igual que en los colegios de Cuenca, Oviedo, El Rey, Alcántara, La Vega, San Vicente, San Jerónimo o la Merced Calzada, entre otros. Por encima de dicho coste encontramos, por ejemplo, el colegio del Arzobispo (con treinta reales) o el convento de San Esteban (veinte reales); y con un menor importe tenemos a San Bartolomé y el Trilingüe (ocho reales), Calatrava y San Basilio (doce reales) o a los Irlandeses y la Merced Descalza (siete reales y medio).
Los libros de matrícula, a los que nos encontramos haciendo referencia, poseen diversos errores, fallos de transcripción e incluso olvido de diferentes datos de diversa tipología. Un caso habitual que hallamos para los jesuitas es que no siempre se señalan los lectores o maestros de estudiantes, de Teología o de Artes. Los colegios regulares contaban con los suyos propios,39 así como con la distinción entre lógicos y teólogos, o incluso con el tiempo cursado por el estudiante en cuestión.
Son numerosos los datos de suma importancia para conocer de una manera más precisa la institución jesuítica en Salamanca y sus relaciones universitarias. A pesar de lo cual, en múltiples ocasiones hemos podido solventar estas deficiencias gracias a la utilización de otras fuentes documentales; aparentemente complementarias pero de gran importancia.
Continuando con los libros de matrícula se debe indicar que en ellos también localizamos una serie de deficiencias que no son producidas por errores del escribano. Como ejemplo, entre los datos reflejados sobre los jesuitas, al igual que en el resto de colegios regulares o seculares, no suele reflejarse la procedencia geográfica o social del matriculado;40 también debe ser añadida la destrucción parcial por arranque, correspondiente al curso 1627-1628.41
Como es evidente, tras lo señalado con anterioridad, el número de miembros aforados no siempre es el mismo. Hasta el momento encontrábamos que diferentes especialistas habían señalado el número correspondiente para períodos concretos.42 La tendencia al alza intuida no es errónea, pero sí necesita de diferentes matices.
Como media de todo el período en el cual estuvieron matriculados, poseemos cuarentaitrés jesuitas anuales, siempre aproximados . El primer inconveniente es que los libros de matrícula entre 1570 y 1650 poseen dificultades en once cursos, bien por destrucción parcial o bien por no conservarse.43
Se posee diferentes procesos y tendencias que, aunque no son armónicas, mantienen el mencionado ritmo de alza, remarcándose a partir del período que transcurre entre 1600 y 1650. Pero puntualicemos los datos. La primera subida notable se refleja entre la franja de 1610-1620, cae en la década siguiente y asciende en 1677-1678 a un total de sesenta y siete matriculados, para volver a caer en 1682-1683 a veintiocho matriculados y quedarse por debajo de la media, tanto de la cincuentena (50,7) como de la decena (50,9) anual. A partir de este momento continuará ascendiendo hasta llegar a la cúspide en los cursos 1757-1758 y 1760-1761, con noventa y tres jesuitas reflejados en la matrícula universitaria.
Intentando comprender la vinculación existente entre la matrícula jesuítica y la pugna universitaria, señalaremos, brevemente, algunos ejemplos que entendemos como fundamentales en las relaciones entre ambas instituciones. Con el acto del hermano Prudencio la matrícula parece descender tímidamente, pero como consecuencia de que en el curso 1593-1594 comenzaron las lecciones matinales de la Compañía de Jesús en las Escuelas, parece estabilizarse; no será hasta el curso 1603-1604, momento en el que se sume la licción de la tarde, cuando se evidenciará nuevamente el aumento de forma notable.
Por otro lado, en el trienio que transcurre entre 1625 y 1628, la matrícula vuelve a descender debido, a nuestro entender, a la prohibición del claustro universitario de que los maestros de Teología asistiesen a actos en colegios y monasterios con todas las repercusiones que esto conllevaba; situación de la Compañía que mejora tras la solución. En último lugar, conviene llamar la atención sobre cómo, en el curso 1669-1670,44 aumentará la matrícula casi de forma constante.
Aparecen, por tanto, los indicios del proceso de consolidación de la Compañía dentro del gremio académico. Todo esto debe ser puesto en relación con el testamento de la reina doña Margarita de Austria y la fundación del colegio real, lo que favorece la comprensión de los enfrentamientos entre 1625 y 1628.
A excepción de los períodos en los cuales carecemos de documentación, la evolución de la matrícula universitaria se encuentra profundamente relacionada con el trato existente con el resto del gremio universitario, y más concretamente con el rector y su claustro. Lamentablemente, comienza a realizarse este registro a finales del siglo XVI, cuando empieza la decadencia de la Universidad de Salamanca, por lo que no podemos comprobar si la situación de los jesuitas también se encontraba en detrimento.
Esto es una cosa que sospechamos como incierta, puesto que asistían a las lecciones colegiales y, una vez que poseían sus cátedras de propiedad, los matriculados se situaban siempre por encima de la media del conjunto demográfico del domicilio.
De esta forma queda patente que nos situamos ante una institución universitaria que, a pesar de realizar su vinculación foral, actúa como organismo paralelo a la Universidad de Salamanca. Se trata de una orden internacional que, aun perteneciendo al gremio, aspiraba a una formación propia, con su sistema pedagógico interno y unas aspiraciones concretas que de forma ocasional se mostraban en consonancia con las intenciones del claustro de la Universidad salmantina.
Es decir, con la incorporación en la Universidad de Salamanca, la Compañía de Jesús buscaba una mejora de sus beneficios. Esto se demuestra desde el curso 1593-1594, cuando en el domicilio de Salamanca se empezó a dar prioridad a la formación impartida intramuros frente a aquella que tenía lugar en los generales de patio de escuelas.
En octubre de 1620 se evidencia esta visión: «[…] a 19. Lee el padre Herize este año en Escuelas de Sacramentis ingenere, el padre Matute de justificare, el padre Francisco en casa después deste y, el padre Juan Antonio, prosigue la Epístola ad Pilipen».45
LA ESENCIA DE SALAMANCA
A pesar de que los jesuitas poseyeron un puesto en la Universidad, sus lecciones no dejaron de estar vinculadas a la Orden y a su ya fundado (que no construido) Colegio Real del Espíritu Santo. El auditorio era abundante; aparte del número de jesuitas que acudían, que había ascendido a varias decenas sobrepasando el medio centenar en diversas ocasiones, debía unirse un amplio grupo de seglares y clérigos seculares.
En abril de 1621, estas lecciones en Escuelas fueron interrumpidas por la muerte del primero de los Austrias menores y fundador del Colegio Real: Felipe III. La razón, más allá del luto, era que habían sido ocupadas las estancias por los ornamentos necesarios para el túmulo funerario. La solución tomada por los hijos de san Ignacio fue llevar al general de su domicilio las lecciones que, por norma general, debían perderse y, de esta manera, continuar tanto hermanos como seglares con su formación.46
El colegio de la Compañía podía formar a los miembros de su orden en cualquier momento, tiempo y modalidad, siempre que fuese de puertas para adentro y con asistencia restringida a los externos. Cuando tenemos noticia de que «[…] la Compañía empezó este año [1593] a pretender que se les diese general y hora para leer en la Universidad pues no se les permitía en su casa