pintoresca constelación de “mitos”, “estrellas” e “íconos”,[7] del espectáculo, el deporte, la telenovela, las redes sociales, la política o el periodismo.
Diariamente hay un minibombardeo sistemático sobre las mentes del público lector, el auditorio radial, el espectador televisivo y el usuario de la red cibernética, alabando las bondades del modo de vida capitalista y las virtudes de la “blanquitud”; Víctor Muñoz resalta que esto es porque:
El campo de mensajes y significaciones que recibimos en los medios [...] está lleno de imágenes en las que los protagonistas son blanquitos, altos, bien vestidos, guapos y guapas, hablan correctamente, es decir, distintos a la mayoría de nosotros, morenitos, prietos chaparros, gordos o muy flacos, feos o más o menos y que, comparados con ellos, no vestimos bien.[8]
Los inquisidores gustan de la balada rock
Adela Micha: A mí me encantas, eres guapísimo, eres divino, pero eres sobre todo talentoso…
Aleks Syntek: Y no es mala onda, pero a mí, la verdad, el reguetón me tiene hasta la madre… [Aplausos del público] ¿Por qué el mismo ritmito todos, la misma letra, por qué las mismas misoginias y vulgaridades?… Yo creo que es porno… Eso es porno, lo que hacen los reguetoneros… Siento que es una práctica que te enferma mucho [el porno] y hoy en día los chicos están muy expuestos, yo soy embajador de Unicef y sí me preocupa mucho esa parte… Hay que controlar los instintos animales, si no nos volvemos changos, y el reguetón viene de los simios, ojo. [Risa]
[Risas del público]
Adela Micha: Pues namás [sic] basta con verlos bailar.[9]
Desde los tiempos de la Colonia y la esclavitud, los prejuicios contra la cultura negra la redujeron a su relación con lo rítmico y subrayaron hasta la saciedad que su música es ruido. Decir que los reguetoneros son simios forma parte de la línea de argumentación del pensamiento inquisidor que niega al negro como persona, lo cual históricamente “tiene su explicación a través de la sociedad esclavista, enmarcada en la época colonial donde el negro es visto como un animal de trabajo [por lo que] sus manifestaciones culturales fueron negadas y subvaloradas, […] señaladas como expresiones vulgares donde predomina la lascivia”.[10]
Los primeros encuentros de la cultura africana con América dieron vida a ritmos como el merecumbé, la cumbia, el mapalé, el bullerengue y el son. El hecho de que “negros” e “indios” compartan la condición de dominados va a significar una alianza cultural amalgamada en el rito del baile. Sin embargo, ya que la Iglesia, mediante la religión, pone en escena el pensamiento filosófico de Platón al alertar que el sano espíritu del alma se encuentra amenazado por la seducción corruptiva del cuerpo, aquellos bailes y ritmos populares fueron condenados y denunciados sistemáticamente, como es el caso del chuchumbé, baile consignado en los archivos de la Inquisición y denunciado en la ciudad de Veracruz en el año de 1766: los inquisidores dictaminaron que sus coplas eran “[…] en sumo OBSCENAS Y OFENSIVAS, y se han cantado, y cantan acompañándolas con baile no menos escandaloso y obsceno, acompañado con acciones y meneo deshonrosos y provocativos a la lascivia”.[11] Gonzalo Aguirre Beltrán en su ensayo “Bailes de negros” compila algunos documentos de la Inquisición en los que se anota que el chuchumbé: “se baila en casas ordinarias de mulatos y gente de color quebrado, no gente seria, ni entre hombres circunspectos y sí soldados, marineros y brosa”.[12] Del son llamado maturranga, una delación dice que sus movimientos son “muy lascivos, torpes, provocativos […] que dicen lo trajo un negro de la Habana”. Syntek seguramente habría denunciado a cientos ante el Santo Oficio.
Una de las características más criticadas del reguetón es el perreo intenso, que consiste en los roces rápidos o lentos que se dan al bailar, buscando imitar posiciones sexuales. Perreo es una palabra acuñada en los bailes champeteros. Champeta es el término usado para nombrar a ritmos como el juju y highlife de Nigeria, la mbaganga de Sudáfrica y el soukous de Zaire, que se bailaban en los barrios marginales de Cartagena. La música africana llega a Cartagena en la década de 1960 por contrabando y en los barcos de la flota mercante Grancolombiana para satisfacer el gusto personal de los marineros, quienes regresaban con grabaciones de artistas como Fela Kuti de Nigeria, Prince Nico Mbarga y Lousiana Tilda de Camerún, y Ernesto Djédjé de Costa de Marfil. Las canciones eran socializadas por los picós, emisoras musicales ambulantes parecidas a los sonideros mexicanos. Estos ritmos fueron adoptados y mezclados con otros ritmos del Caribe como el reggae, el calipso, la socca y el compás haitiano. Y así como los mexicanos llamamos “cumbia sonidera” a la forma de bailar el huayno, la bomba, el sanjuanito y la chicha, la “champeta” fue el nombre genérico para bailar esta gran diversidad de ritmos africanos y caribeños. Nicolás Ramón Contreras Hernández explica la relación entre la champeta y el perreo como “el momento sublime de la animación de un programador o ayudante de un picó: vamos al perreo es sinónimo de la expresión vamos al vacile”.[13] Los picós se distinguían por la decoración de sus cabinas con dibujos y pinturas coloridas y diseñadas de acuerdo con el nombre y personalidad del dueño del equipo.
El cuerpo es un territorio en resistencia donde se baila
y se hace música
Deja que tus pies se muevan al compás de tu alegre corazón.
Rigo Domínguez y su grupo Audaz
La intención de expropiar, desplazar, vigilar y castigar los diversos testimonios de espontaneidad y anarquía comunitaria olvida que es mediante estas manifestaciones subalternas que se le da oxígeno a la vida social metropolitana y se permite a las comunidades encontrar sus propias reglas de identificación y socialización mediante el slam, la wepa, el perreo, la rueda de la cumbia, el freestyle, el voguing o el guarachero tribal.
El baile es el estímulo corporal que nos recuerda que no somos engranes y que no somos piezas de una máquina: somos seres vivos que amamos, sentimos y respiramos. La música tropical tiene esta conexión con la historia antigua; por medio del merengue, la bomba, el sanjuanito, la cumbia o el reguetón nos comunicamos con los esclavos de la antigüedad, y así, los esclavos modernos nos negamos a ser autómatas sociales incapaces de disfrutar de nuestro cuerpo y de reconocer en el otro a un igual, a una persona con quien bailar y amar.
Blanqueamiento pop
Mientras Farruko busca a los músicos del dancehall en el Caribe, en el norte global el reguetón ha entrado a la industria musical de la mano de cantantes pop como Shakira, Luis Fonsi y Enrique Iglesias. Mientras tanto, en el ámbito “alternativo” los empresarios contraculturales como Naafi o Rosa Pistola no dudan en llamarse reguetoneros o periféricos para comercializar su actitud “marginal”; Rosa Pistola, según el diario El País “de esencia punk, subversiva y guerrera por naturaleza” y “una de las mayores capos del reggaetón underground”, declara que “En Latinoamérica adoptamos el punk porque era lo que había, pero el verdadero punk de Latinoamérica es el reggaetón […] Afortunadamente ya tenemos artistas de reggaetón-pop que pueden sonar en la radio”. [14] Platicando sobre tales declaraciones, Pablo Gaytán comenta que “la actitud ahora está en venta, y es mediante la actitud-mercancía-emocional que el mercado disuelve toda energía subversiva. Cuando un medio como El País difunde esta mercancía simplemente responde a una estrategia de blanqueamiento. Y aquí blanqueamiento quiere decir que hoy puedes ostentar un lenguaje subversivo, pero sin pasar a la acción; bueno sí, a la acción de adquirir poses en el mercado”.[15]
Epílogo
Padres de los jóvenes fallecidos y lesionados durante la tragedia ocurrida en la discoteca News Divine en 2008 recriminaron a Andrés Manuel López Obrador que haya designado a Francisco Chíguil como candidato a la alcaldía de Gustavo A. Madero por Morena, ya que lo consideran responsable directo del incidente debido a que era el jefe delegacional en ese entonces. Otro involucrado, Marcelo Ebrard, al regresar de Europa se unió al equipo de campaña de Morena; actualmente es secretario de Relaciones Exteriores. El consultor de la izquierda capitalina en tiempos del programa Cero tolerancia, Rudolph Giulianni, se convirtió en asesor de Donald Trump en materia de seguridad cibernética. Ya como presidente, López Obrador ha faltado a su promesa de regresar al ejército