Julián Peragón

La síntesis del yoga


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o en un convencionalismo donde se da por sabido lo que no se sabe explicar? Es momento de hacer un esfuerzo para explicar el Yoga de forma inteligible, de manera sensata, con claves prácticas, filosóficas o simbólicas, y ser muy prudentes allí donde no alcance la razón o no atine el sentido común. Como muestra, la primera definición que me dieron a la pregunta básica sobre el Yoga fue: “el Yoga es la unión del jivātman (alma individual) con el paramātman (alma suprema)”, y… aunque no le falte razón, quizá no es la definición más adecuada para un principiante.

      He tenido maestros de cerca y de lejos, jóvenes y mayores, conocidos y desconocidos, santos y perversos. No han sido muchos, pero sí puedo decir que aprendí de todos ellos y que agradezco su presencia y su enseñanza, sin embargo, también me di cuenta de que los aprendizajes, a menudo los más importantes, provienen de fuentes insospechadas. Y es por ello que quiero dedicar este libro a mis alumnos pasados y presentes, a los que están por venir, porque son y han sido ellos los mejores maestros, con la dureza de sus preguntas, con la compasión de su escucha. Ellos son los grandes protagonistas de esta historia.

      En breve será evidente que éste no es un libro técnico, con él no podremos conocer los pormenores de un āsana o el ritmo de un prānāyāma. No es momento para ello. Si construimos una casa sin conocer el territorio, sin conocer la dureza del suelo, la orientación del sol o las fuentes de agua construiremos quizá una casa muy bonita pero poco integrada en el espacio y con serios problemas de habitabilidad. Es necesario tener primero una visión de conjunto antes de poner la primera piedra. Esa es mi intención, dar una visión global del Yoga para después construir una práctica con eficacia y poder utilizar las técnicas a nuestro alcance pero dentro de un marco que le dé sentido.

      Sin más, valga este libro como una invitación a recorrer juntos las ocho etapas clásicas del Yoga pero poniendo juntos el acento en la realidad de hoy en día, una apuesta para un Yoga del siglo XXI.

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      OM

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      INTRODUCCIÓN

       YOGA

      hoy en día

      Una de las primeras comprensiones acerca del Yoga viene, en mi caso, de la antropología. Siempre entendí esta ciencia social como un viaje respetuoso al otro, siendo este otro una cultura ajena, un viaje en el que intentar, aunque fuera difícil, ponerse en una piel distinta y entender otras lógicas, otras miradas de la realidad, otras formas de resolver las mismas necesidades que tenemos todos. Si en este viaje cultural nos quedáramos sólo en la “ida”, sería un viaje pretencioso donde apuntar en el cuaderno de campo las peculiaridades de los pueblos cazadores-recolectores o el sistema de parentesco en las sociedades simples o complejas. Pero, en realidad, algo importante en la etnografía de campo es el viaje de “regreso”. Cuando has nadado en otras lógicas los horizontes se ensanchan. Cuando has comido con las manos o con palillos, orado en diferentes templos, dormido en el suelo o sentado con las piernas cruzadas, aprendes a relativizar muchas cosas que en nuestra cotidianidad dábamos por sentado. Esa nueva flexibilidad nos habla de la pluralidad y variedad de las formas culturales, ya sean propias o ajenas. Precisamente esta plasticidad es la que propongo para acercarse al Yoga hoy en día. Un viaje al interior del Yoga para entender, más allá de sus formas, su lógica en profundidad.

       Universalidad

      El Yoga nació en India como todos sabemos, y desde allí se expandió en medio siglo por todo el planeta, especialmente en nuestras sociedades occidentales. Si se difundió con tanta velocidad fue porque ofrecía salud y espiritualidad práctica, gestión del estrés y sosiego para nuestra mente en un momento donde el individuo empezaba a comprender la necesidad de regularse en una sociedad polarizada hacia la producción y orientada al consumo.

      Por otro lado, el Yoga ha dejado de ser un método exótico, circunscrito a diversas sectas o una moda pasajera, para llegar a todas las capas sociales y formar parte del quehacer cotidiano de muchas personas. Se hace Yoga cada vez más en los gimnasios, en las escuelas, en las prisiones o en las empresas; se hace Yoga para niños, embarazadas, gente mayor o personas con alguna discapacidad tanto física como psíquica. Encontramos cada vez más estudios rigurosos de Yoga para mujeres en la etapa del climaterio, para personas con insomnio o problemas de corazón, entre otros. Hemos visto como actores y actrices famosos hacen Yoga para mantenerse jóvenes y vigorosos. Además tenemos a nuestro alcance Yogas dinámicos y de abandono, acrobáticos y aéreos, con soportes y sin ellos, físicos y devocionales, dentro de una sauna o al aire libre.

      La diversificación del Yoga ha sido tan rápida y extensa que muchas veces tendríamos problemas para identificar muchas de sus propuestas si no se presentaran con la palabra Yoga. En todo caso, el Yoga se ha universalizado porque ha intentado dar respuesta a la mayoría de los porqués del ser humano y ha encajado a la perfección en las sociedades del bienestar. Parece que estamos de suerte, hemos marcado recientemente un día en el calendario, el solsticio de verano en el hemisferio norte, para festejar en todos los rincones del globo nuestra pasión por el Yoga. Pero nos queda una pregunta, ¿este árbol del Yoga tan cargado de frutos está ya maduro o todavía su fruto está verde?

       Enfoque

      Lo que sí es cierto es que el Yoga ha venido para quedarse. Ahora bien, en esta rápida expansión han faltado buenos traductores que pudieran extraer las esencias del Yoga sin la carga ritualista, el peso de una religión o los ejercicios adaptados a una región con un clima y un ritmo de vida determinados.

      Es verdad que nos fuimos a oriente en busca de espiritualidad y cruzamos continentes porque nuestra fuente espiritual se estaba secando. Andamos medio mundo para llenar nuestras alforjas de buenos tesoros pero, la mayoría de las veces regresamos, realizando un copia y pega gratuito… sin miramientos, sin reflexión. No nos dimos cuenta de que el siglo XXI tenía una complejidad diferente a la que se vivía en el siglo II, IX o XIX en la misma India. Ha cambiado los ritmos de vida, la tecnología, las relaciones sociales, la mentalidad y las formas de cultura. Las tensiones de un oficinista hoy en día en Barcelona o París difieren de las de un zapatero en Delhi o Benarés hace diez siglos.

      El Yoga tiene que actualizarse porque las sociedades y sus individuos cambian constantemente y cada vez de manera más acelerada. Hemos de hacer lo que hace el fotógrafo, sostener la rueda de la cámara y ajustar el objetivo hasta ver con nitidez lo que tenemos delante: las sociedades en las que vivimos, los ritmos cotidianos, las necesidades y expectativas. Tenemos que dar respuesta para encontrar el Yoga que necesitamos cada uno de nosotros aquí y ahora. ¿Cómo hacerlo?

       Desmitificar

      Para encontrar este Yoga más cercano a nuestras propias necesidades tenemos que hacer un trabajo previo: desmitificar gran parte de las creencias que giran en torno al Yoga.

      De momento, no podemos olvidar que el Yoga tiene una tradición milenaria. Las etapas y procesos, avances o retrocesos por los que ha pasado son numerosos y muchos de ellos desconocidos puesto que el Yoga se transmitió a través de la tradición oral, y por tanto, permaneció invisible para los historiadores. Seguramente existen muchos elementos chamánicos en el Yoga arcaico y también un protoyoga que se vislumbra ya en el Rig-Veda, el texto de la India conocido más antiguo escrito en sánscrito. Entre los miles de sellos de terracota encontrados en el valle del Indo (asentamientos de unos 3000 años a.C.) se ha aludido innumerables veces al llamado sello de Pashupati (el señor de las bestias) como referente de la antigüedad milenaria del Yoga. En realidad, en el sello vemos una especie de deidad en una posición sentada con las piernas más o menos entrelazadas, rodeada de un elefante, un rinoceronte, un tigre y un búfalo. Más allá de la belleza de la imagen, inferir que los orígenes del Yoga se remontan a una época tan temprana sólo por unas tablillas donde dicha divinidad está sentada en una postura que identificamos como meditativa puede ser un tanto arriesgado. Tal vez sería más prudente reconocer nuestra