Iñaki Domínguez

Macarrismo


Скачать книгу

vio venir a los policías y que los señaló y que se le veía impotente, como loco de no poder estar ahí abajo pero señaló a los policías y les dijo a los suyos: “¡Por allí vienen los policías! ¡A por ellos!”. Y los de canillas, sin pensarlo, obedecieron todos y fostiaron también a los policías. Por lo visto dejaron la feria como un solar...». Vemos, pues, cómo la industria turística pudo también beneficiar al macarra. Y, aunque el testimonio de Peseto Loco nos pueda parecer inverosímil, historias similares son relatadas por personas diversas, sin relación entre sí. El director de cine Juan Vicente Córdoba me contó una historia similar sobre un tipo que trabajaba en una feria: «Nos empezó a contar su vida [al actor Daniel Guzmán y a mí]. ¿Vale? Y el tío a lo mejor se daba el pingo, y tal, pero decía: “¡Yo he matado como a diez o doce tíos! Y nadie se ha enterado nunca de nada”. “A mí me mandaba la policía a pegar palizas.” Yo me lo creía. Este tenía un tren de la bruja». Y no son estos dos testimonios los únicos que he oído sobre una relación laboral entre macarras y la policía. Además, existen otro tipo de vínculos entre policías y delincuentes. Aparte de la relación entre la policía y delincuentes informantes, están los hijos o familiares de policías, quienes, como he podido descubrir por medio de mis entrevistas, muchas veces son delincuentes o tienen vínculos con la delincuencia. Esto no ha de resultar extraño. Un policía es alguien que, como los delincuentes, vive peligrosamente. Además, tiene pistola y puede sacar a su hijo de más de un lío a través de sus contactos profesionales. No es de extrañar que el hijo de alguien atraído por el peligro lleve un estilo de vida semejante o que, si un chico se siente impune ante la ley, tienda a transgredir las normas.

      En este momento histórico fue cuando muchos macarras acabaron por mutar en yonquis, es decir, personas que para la población general habían perdido todo sentido de dignidad personal para reducir su existencia a un solo propósito: consumir droga. El yonqui pasará, entonces, a ser un paria y servirá de aviso a macarras más jóvenes que, en su mayoría, no tendrán ya contacto con el caballo, al ser muy conscientes de las consecuencias de tales consumos. Pero dejemos la plaga de la heroína por ahora, volveremos a ella más adelante.

      Como ya hemos visto, la identidad macarra será construida a partir de influencias diversas, algunas de las cuales llegarán del exterior. Lo cierto es que la liberalización de la economía iniciada con el Plan de Estabilización de 1959 tendrá consecuencias a la hora de moldear una nueva conciencia nacional en sintonía con el zeitgeist occidental. La modernización estructural del país conllevó una modernización cultural. Con el nuevo plan crecerá la renta nacional y habrá una mejor redistribución de la misma entre la población, al tiempo que la ciudadanía estará mejor formada y será más urbana.

      Los estándares de vida mejoraron por entonces para todos y, a causa de ello, surgieron nuevas identidades, como puede ser no solo el macarra sino también el moderno o el hortera. El moderno sería aquel miembro de las clases medias que cuenta con sus necesidades básicas cubiertas y que, sobre esa base, inicia un gasto centrado exclusivamente en potenciar su identidad y resultar atractivo como individualidad tanto a sus propios ojos como a los ajenos. El hortera, por su parte, es aquel que, siendo de clase trabajadora, puede comenzar a gastar dinero en bienes de consumo con los que trata de equipararse a miembros de clases más elevadas, solo que su falta de compren­sión de los códigos estéticos de estas hace que desentone con respecto a ellas. Podríamos definir al hortera como un ingenuo con algo de dinero o, quizás, alguien que cuenta con ciertos recursos económicos pero que, culturalmente, carece de ellos. Lo hortera vendría a expresar un desnivel entre base económica y la expresividad cultural. El macarra intersecular, aunque pueda compartir rasgos identitarios tanto con modernos como con horteras, se distingue, principalmente, por vivir la calle, también por su chulería y su violencia.

      Muchos especialistas hablaron de este fenómeno como el «chabolismo vertical». Parte de estas nuevas construcciones urbanas para los más desfavorecidos fueron las Unidades Vecinales de Absorción (las famosas de UVAs) y los Poblados Dirigidos. En Madrid destacaron los Poblados Dirigidos de Caño Roto y Canillas, y en muchas otras ciudades estaban los polígonos, como puede ser el nuevo Barrio de la Mina –cuyos edificios aparecen en Perros callejeros (1977)– o las Tres Mil Viviendas de Sevilla, dos proyectos urbanísticos iniciados a finales de los años sesenta que quedaron concluidos en la segunda mitad de la siguiente década.

      Como vemos, hay toda una serie de transformaciones materiales que contribuyen a desencadenar una transformación psicosocial, propiciando mutaciones identitarias, entre las cuales está el surgimiento del macarra intersecular. Si el régimen no contaba con los profundos cambios culturales que el desarrollismo iba a traer consigo, estos de hecho tuvieron lugar. La influencia de la cultura de masas será uno de los elementos fundamentales en la construcción de la nueva identidad macarra. El cine y la música