Rafael Rojas

El árbol de las revoluciones


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en América Latina, impediría que amplios sectores de la pequeña burguesía escalaran el estatus de la clase alta, proyectando su inconformidad hacia el movimiento socialista.78 Señalaba Mella que “no podía haber un régimen social basado únicamente sobre las clases medias, como no se levanta un edificio sobre arenas movedizas”, y pronosticaba que en la lucha entre socialismo y fascismo que se aproximaba, una parte de la pequeña burguesía “formará los ejércitos de la reacción y será enemiga del proletariado”.79 Pero otra parte de la misma clase, según Mella, se sumaría a la revolución, de ahí que el mensaje socialista debiera estar abierto a las alianzas y los pactos.

      Quien eso afirmaba era alguien que entre 1926 y 1928 debió de enfrentarse a los estigmas de “individualista”, “intelectual” y “pequeñoburgués” –o no proletario–, sostenidos por el Comité Central del PCC, pero también por el liderazgo más dogmático del comunismo latinoamericano. Incluso la máxima dirigencia de la Internacional Comunista, en Moscú, cuando pidió a los cubanos el reingreso de Mella en febrero de 1927, reiteró muchas de aquellas acusaciones, aunque reprendió al Comité Central de La Habana por haber actuado de manera extremista y sectaria. En lo concerniente a Cuba, Mella logró su mejor desempeño en organizaciones no plenamente subordinadas al Partido Comunista como la LADLA o la Asociación Nacional de Emigrantes Revolucionarios en México, que eran vistas con recelo por los comunistas más prosoviéticos. Esa experiencia lo aproximó, acaso involuntariamente, a Haya de la Torre, el principal defensor de la revolución autóctona latinoamericana.

      1 Fell, 1989, p. 557; Melgar Bao, 2002a, pp. 247-251.

      2 Chanamé Orbe et al., 1990, pp. 54-71.

      3 Vasconcelos, 2007, p. 30.

      4 Ibíd.

      5 Ibíd., p. 35.

      6 Haya de la Torre, 1977, vol. I, p. 15.

      7 Edwards Bello, 1935, pp. 149-155.

      8 Soto Rivera, 2002, vol. I., p. 81.

      9 Villanueva (ed.), 2009, p. 49.

      10 Ibíd.

      11 Ibíd.

      12 Ibíd.

      13 Haya de la Torre, 1977, vol. VI, p. 31.

      14 Ibíd., p. 32.

      15 Ibíd., p. 34.

      16 Ibíd., p. 32.

      17 Ibíd., pp. 36-48.

      18 Ibíd., vol. II, p. 440.

      19 Ibíd., pp. 441 y 442.

      20 Haya de la Torre, 1977, vol. I, pp. 35-38.

      21 Ibíd., p. 24.

      22 Ibíd.

      23 Ibíd., p. 15.

      24 Ibíd.

      25 Ibíd., p. XXIX.

      26 Haya de la Torre, 1926a, pp. 12 y 13; Ingenieros, 1926, pp. 17-19.

      27 Haya de la Torre, 1926b, pp. 3-7.

      28 Haya de la Torre, 1977, vol. I, pp. 129-135.

      29 Ibíd., p. 137

      30 Ibíd., pp. 139-140.

      31 Véase Claudín, 1977, vol. I, pp. 111-117; Hájek, 1984, pp. 120-170; Caballero, 2006, pp. 125-129; Horacio Crespo, “El comunismo mexicano en 1929: el “giro a la izquierda” en la crisis de la Revolución”, en Concheiro; Modonesi y Crespo (comps.), 2007, pp. 559-584.

      32 Véase Shipman, 1993, pp. XIII-XV; Kersffeld, 2013, pp. 21-60.

      33 Haya de la Torre, 1977, vol. I, pp. 171-175.

      34 Ibíd.

      35 Ibíd., p. 161.

      36 Ibíd., pp. 182 y 183.

      37 Ibíd., p. 190.

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