Jorge Humberto Ruiz Patiño

Las desesperantes horas de ocio


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bárbaras, el segmento temporal en el cual se hacían aquellas fue concebido como un tiempo desperdiciado, mientras que el tiempo de los nuevos divertimentos se consideró un elemento esencial de la vida civilizada, tanto como el tiempo del trabajo, de la instrucción y del descanso. ¿Cómo se produce este cambio? ¿Cuáles son los factores que inciden en la transformación de la idea de tiempo ligada a la diversión? Estas preguntas constituyen el eje sobre el cual discurren las páginas que siguen. Se trata de observar, a través del proceso de introducción de nuevas prácticas lúdicas en la vida social bogotana, la formación de una concepción del tiempo que permitirá a la élite de la ciudad divertirse sin incurrir en ociosidad.

      Se escogió comenzar la indagación en 1849, época significativa que vio nacer el primer gobierno liberal de la era republicana, y de especial importancia para los propósitos de esta investigación porque en dicho año se decretó oficialmente la celebración de la Independencia en Bogotá cada 20 de julio, festividad que se acompañaba con la realización de corridas de toros y otros regocijos en la plaza central. Estas conmemoraciones sirvieron como crisol de legitimación del régimen liberal, por lo que las fiestas patrias se desarrollaron como un espacio de disputa política dentro del cual se activaron distintos significados sobre las diversiones de origen colonial en oposición a los significados de los divertimentos adoptados por la élite bogotana.

      Con el año de 1900 se cierran los argumentos que se presentarán para tratar de responder a los cuestionamientos ya señalados. El haber escogido una época marcada por el inicio de la guerra de los Mil Días (17 de octubre de 1899-21 de noviembre de 1902) se explica por el hecho de que el enfrentamiento bélico trastornó la vida social de buena parte del país durante los tres años de su duración. Esto causó una profunda interrupción en el desarrollo de las diversiones en Bogotá, que solamente pudo ser retomado algunos años después de terminada la guerra, con elementos nuevos como los deportes, la diversificación de los cafés y el cinematógrafo. No está de más comentar que la guerra de los Mil Días indica el periodo de crisis y finalización del régimen político de la Regeneración, que había reemplazado al liberalismo radical a partir de 1880.

      La escogencia de este periodo (1849-1900) busca trazar una línea continua de cambio entre las diversiones de origen colonial y las nuevas diversiones adoptadas por la élite de Bogotá en las últimas décadas del siglo XIX. Con esto se espera solventar una situación observada en las investigaciones que han tenido como temas la historia de la fiesta y del ocio en Colombia, a saber, que en ellas la reflexión sobre las diversiones se circunscribe a periodos específicos que no permiten encontrar las transiciones entre unas diversiones y otras. Así, los trabajos sobre la fiesta en Colombia se concentran en la Colonia preferentemente y los primeros años de la República, mientras que en las investigaciones cuyo tema es el ocio el análisis parte de los últimos años del siglo XIX en adelante, cuando las nuevas diversiones ya se encuentran instaladas.1

      La reflexión sobre el proceso de transición de las diversiones y del cambio en los significados del tiempo sujetos a ellas se hace a partir de dos formas de abordar el objeto en cuestión. Una se refiere al juego entre representaciones y prácticas que implica la irreductibilidad de unas en otras o la inconveniencia de su separación tajante, y que propone una perspectiva de doble vía que permite observar de qué forma las primeras reestructuran el mundo social, es decir, cómo influyen en las formas de acción de los sujetos sociales, mientras las segundas generan nuevas categorías con las cuales la vida es representada (Chartier 2000, 25).

      De esta forma, el problema que se ha venido planteando con relación a las diversiones adoptadas por la élite de Bogotá a finales del siglo XIX se entiende como un proceso en el que intervienen tanto las representaciones de las diversiones de origen colonial y europeo como las acciones o maneras de hacer —las prácticas— que transformaron o incorporaron unas diversiones específicas en la ciudad. Pero esta relación no se concibe de forma causal, de las representaciones a las prácticas o viceversa, sino como una articulación de acercamientos y distanciamientos temporales. Los argumentos ofrecidos en este trabajo tratan de mostrar los puntos —y momentos— de conexión entre las imágenes que la élite de Bogotá se formó respecto a unos divertimentos específicos y la forma como estos se fueron inscribiendo en la vida social de los bogotanos.

      Una aclaración adicional parece pertinente para ilustrar —anticipadamente— la relación entre representaciones y prácticas. Una representación puede entenderse como la imagen construida sobre un objeto que no se encuentra presente y sobre el cual se comunica una idea que no es exactamente igual a él, pues está mediada por las divisiones del mundo social en el cual se encuentra inmerso el sujeto que la produce. Una representación, entonces, está contenida por las divisiones de la organización social y se expresa como un sistema de relaciones o lucha entre representaciones en la que se ordena y jerarquiza el mundo social (Chartier 1992, 57). De este modo, las imágenes construidas en torno a las diversiones expresan las divisiones de la sociedad bogotana y la forma como la élite de la ciudad interpretó dichas divisiones y el lugar que ocupó en ellas. Por otra parte, la transición de los divertimentos —o en las maneras de hacer lo lúdico— está relacionada con la formación de nuevas categorías o de representaciones sobre la vida social, entre las cuales se encuentra la concepción de tiempo inscrita en cada clase de diversión.

      La otra forma de abordar el objeto de estudio toma prestada la idea de relaciones de interdependencia planteada por Norbert Elias. Según este autor los procesos histórico-sociales son el resultado no planeado de la conexión —en diferentes niveles de agregación— de las acciones intencionales de una gran cantidad de individuos, quienes se encuentran en una situación de mutua coacción o de dependencia (Elias 1997a, 281 y 391). Al respecto dice Elias:

      En lugar de la imagen del ser humano como una “personalidad cerrada” […] aparece la imagen del ser humano como una “personalidad abierta” que, en sus relaciones con los otros seres humanos, posee un grado superior o inferior de autonomía relativa, pero que nunca tiene una autonomía total y absoluta y que, de hecho, desde el principio hasta el final de su vida, se remite y se orienta a otros seres humanos y depende de ellos. El entramado de la remisión mutua entre los seres humanos, sus interdependencias, son las que vinculan a unos con otros, son el núcleo de lo que aquí llamamos composición [figuración], composición de unos seres humanos orientados recíprocamente y mutuamente dependientes. (Elias 1997a, 44)

      De esta manera, la formación de una concepción nueva de tiempo asociada a la diversión se entenderá como la expresión del entrelazamiento entre cuatro procesos: 1) las representaciones de las diversiones de origen colonial dentro de la disputa por la legitimación partidista en los primeros años de la segunda mitad del siglo XIX y la relación que tienen con las representaciones sobre las diversiones europeas; 2) la formación de un ámbito de los espectáculos públicos cuyo proceso central fue la desvinculación de las corridas de toros respecto a las fiestas patrias a partir de 1880; 3) la deslocalización de las plazas coloniales comenzando la segunda mitad del siglo XIX y la construcción de parques y jardines en dichos espacios a partir de 1870; 4) la representación del tiempo como un bien escaso que debe ser usado en beneficio de la perfectibilidad humana.

      El comentario de un cronista de prensa en 1895 que, para invitar a los bogotanos a participar en un club ciclístico, se refería a las desesperantes horas de ocio que se podrían pasar sin tedio con la nueva entretención (“Club ciclista bogotano”, 1895b) condensa los cambios que se estaban operando en el orden de las diversiones bogotanas y que son objeto de este trabajo. Por un lado, muestra la concepción generalizada de una ciudad aburrida —sin diversiones— en comparación con las ciudades europeas, pero en la cual comenzaban a observarse algunas entretenciones nuevas que eran del gusto de la élite. Por otro, el uso prematuro de la palabra ocio indica la transición en la idea del tiempo asociada a la diversión, horas que los bogotanos podían pasar divirtiéndose sin sentirse culpables por no trabajar ni rezar o incumplir con las obligaciones diarias en esos segmentos de tiempo. Las horas de ocio de las que hablaba el cronista eran aquellas que ya no podían ser desperdiciadas —horas ociosas—, sino que debían ser aprovechadas al máximo para el mejoramiento de las facultades humanas, labor que otorgaría un lugar especial a las nuevas diversiones.

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