Antonio Pérez-Mosso Nenninger

Apuntes de Historia de la Iglesia 6


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Cf. BS, 169-171

      152 Cf. BS, 173-179; JD7, 774-783; VC2, 311-313, 341-344

      153 Cf. BS, 180-218; JD6, 317, 324, 341-343; JD7, 268-270; FZ, 326-333

      154 Cf. BS, 182-189; VC2, 341-344; FZ, 219-221

      155 Cf. BS, 198-203; FZ, 325s

      156 Cf. BS, 203-206

      157 Cf. FZ, 313-317

      158 Cf. BS, 79, 206-214; FZ, 317-319

      159 Thurguénev escribe un diálogo figurado entre un nihilista y un tradicionalista (cf. FZ, 331s)

      160 Cf. BS, 214-222

      161 Cf. BS, 221-225

      8. Rusia. Notas sobre su historia de 1890 a 1914

      Los años siguientes a la alianza con Francia en 1893 fueron decisivos para la implicación de Rusia en la Primera Guerra Mundial (1914-18). Un conjunto de factores políticos, ideológicos y económicos concurrieron al histórico vuelco de 1893. Luego, tras la breve y decisiva revolución liberal de febrero de 1917 liderada por Kerenski, se impondrá el marxismo, al que el curso de la Primera Guerra proporcionará el triunfo en octubre de 1917.

      San Petersburgo es la primera de las ciudades rusas en que se produce el gran desarrollo económico e industrial del fin del XIX. En unos pocos años se transforma la bella urbe en el primer centro industrial de Rusia. Acuden a trabajar en sus grandes fábricas numerosos campesinos. La población pasa rápidamente de un millón de almas a dos. Con el auge económico surge una nueva clase media compuesta de empleados de los negocios, médicos, ingenieros, numerosos maestros, comerciantes minoristas ..., que se asientan y crecen en el centro de la ciudad.

      El puerto de San Petersburgo, con sus astilleros e industrias anejas y su gran tráfico de importación y exportación, es el centro vital de la expansión económica. Los banqueros, dirigentes industriales y reyes del ferrocarril, entre ellos ricos aristócratas inversores, compran o se construyen grandes mansiones en el centro o alrededores de la ciudad. La urbe siguió siendo el centro cultural y político de la nación, donde residen el gobierno, la mayoría de los grandes escritores, músicos y artistas, y se editan los principales periódicos del país.

      Las anteriores industrializaciones habían sido: la textil, desarrollada en Moscú y en el centro del país; la ferroviaria, que siguió a la Guerra de Crimea (1855); y la de algunos centros fabriles del Sur, de las provincias bálticas y de Polonia.

      Esencial para el comercio y estrategia rusos había sido la construcción en los años 1860 del ferrocarril, con una red de miles de kilómetros con centro en Moscú, financiada en su mayor parte por el Estado. Para el pertinente pago de las importaciones de equipos y maquinaria se requirió exportar gran parte de los granos hacia Occidente pese a que en años de mala cosecha hubo enorme escasez. En los años 1880, por impulso extraordinario del ministro Witte, con grandes aportaciones de capital francés, pasa la red de 30.000 a 53.000 kilómetros, y da sus primeros pasos la industria pesada (altos hornos, acerías...).

      El colosal tendido del Transiberiano, desde Moscú hasta el extremo oriental de Asia (Vladivostok), comenzado en 1891 y concluido en 1905, también por impulso de Witte, abre inmensas tierras de Siberia a la colonización. La industria textil progresa. La cuenca del Donetz, al Norte de Crimea y del mar de Azov, antes agrícola y pastoril, se convierte en un gran centro industrial al descubrirse importantes yacimientos, muy próximos unos a otros, de hierro y carbón. Los grandes hallazgos de petróleo en Bakú (a la orilla del Caspio) antes del fin del siglo hacen que pronto acudan a la región numerosos trabajadores.

      Esta industrialización de fines del XIX fue la mayor del país hasta entonces, y decisiva para los cambios de la vida en Rusia. A la vez que en las principales ciudades rusas emerge una amplia burguesía, en las dos grandes urbes –San Petersburgo y Moscú– surge un numeroso proletariado industrial.

      Persistencia del problema agrario

      Mientras tanto el campesinado –en su mayoría demasiado pobre (no así los kulaks), esquilmado por los pagos al Estado y al anterior señor estipulados por la ley de emancipación de 1861, carece de recursos para modernizar su agricultura. Sólo mejorarán sus explotaciones algunos grandes terratenientes, una notable parte de los agricultores de las feraces tierras de Ucrania próximas a puertos para la exportación de los granos, y los campesinos de algunas tierras de Siberia, tan prósperas que en 1914 establecían allí comerciantes norteamericanos almacenes para venta de maquinaria agrícola. No obstante, incluso al más pobre campo ruso le beneficia el crecimiento de las ciudades, y los recién construidos ferrocarriles le proporcionan un mercado mucho más amplio, al que abastecen sobre todo con cereales y lácteos.

      Las aldeas, aun las más prósperas, vivían muy pobremente. La falta de higiene de las viviendas, con mucha frecuencia de una sola habitación, multiplicaba las enfermedades, y a mediados del XIX la mortalidad infantil alcanzaba el 40%. El consumo abundante de alcohol era muy común entre los varones, lo que no impedía un hondo sentido religioso en la vida entera de las aldeas. “Los valores tradicionales –señala Bushkovitch– , centrados en la religión y la sabiduría popular, eran intocables”. A la Misa del domingo –rara vez con homilía del sacerdote (pope)– asistían todos.

      La mayor transformación de la sociedad campesina advendrá con la emigración a la ciudad, sobre todo a San Petersburgo y a la zona de Moscú. Los hombres para trabajar en las fábricas, en la construcción o en los latifundios del Sur. Y las mujeres, bastante menos, para laborar en la industria textil o en el servicio doméstico de las capitales. Durante gran parte del año muchas zonas rurales eran “reinos de mujeres” al buscar el esposo el sustento de la familia en la emigración.

      El naciente proletariado industrial ruso

      La consecuencia social más importante del auge industrial ruso fue la aparición de la clase trabajadora de las fábricas. En 1861, al comienzo de la emancipación, no llegaba al millón el número de obreros en las fábricas y las minas; y en 1913, eran unos cuatro millones. Constituían una mínima parte de la población –180 millones– pero de trascendencia decisiva. La mayor concentración obrera era la de San Petersburgo, en su