–expresa Bushkovitch– eran infames, pero los gerentes los levantaban porque así mantenían a los trabajadores en la fábrica, dado que el acelerado ritmo de urbanización trajo consigo una escasez permanente de viviendas. Los casados y algunos solteros que se instalaban fuera de las barracas acababan alquilando «rincones», partes de sótanos con particiones hechas con cuerda.
El saneamiento era mínimo y el hacinamiento en los barrios más pobres de la ciudad convirtió a San Petersburgo en la capital europea de la tuberculosis. Lo normal eran jornadas de 10 o 12 horas de trabajo, con solo el domingo y unas horas del sábado libres. Aunque la paga era escasa, el bajo nivel de capacitación de la mayoría de los obreros suponía que la mano de obra rusa resultaba onerosa para el empleador... El gobierno apenas supervisaba los lugares de trabajo”.
Los voluminosos informes del oficial Inspectorado de Fábricas eran “papel mojado”, pero se convertirán en precioso legado para los futuros historiadores, para indagar cómo fue posible que la primera nación en que se impone el comunismo fuera Rusia, y en contra de todas las previsiones hechas por Carlos Marx164.
Los inicios del marxismo en Rusia
Los populistas de los años 1870 habían intentado movilizar para la revolución a los obreros de las fábricas y fracasan. No obstante, persisten con la esperanza puesta en el mundo rural agrario. El populista agrario Plejanov, al exiliarse en Occidente, conoce la fuerza del socialismo alemán. Asombrado por la cosmovisión marxista, abandona su anterior populismo agrario y hace suyas, también para su tierra, las palabras de Marx de que el proletariado es “la clase llamada a liberar a la humanidad y que traerá consigo el socialismo”.
Plejanov, con un grupo de exiliados, traduce al ruso El Capital de Marx para hacerlo llegar bajo mano a Rusia, donde el auge industrial de los años 1890 propiciará la expansión del marxismo. Los minúsculos grupos de adheridos, dirigidos, no por obreros, sino por hombres y mujeres de la inteligentsia, crecen año tras año en número e influjo en las ciudades mayores, y en 1898 fundan el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso165.
Pronto, entre los que siguen a Plejanov, destaca el joven Vladimir Ilich Ulianov –Lenin (1870-1924)– , hijo de un funcionario y hermano menor de un ejecutado por participar en un intento de asesinato del zar Alejandro III. Se hace marxista durante sus estudios en la universidad de Kazán, y en los años 1890 se traslada a San Petersburgo para ejercer como abogado y completar su formación marxista. En 1895, dedicado con otros compañeros a distribuir propaganda revolucionaria entre los obreros de las fábricas, es detenido y deportado a Siberia, de donde regresa en 1900 y marcha con otros a Suiza. Funda un semanario de tono popular, Iskra (“La Chispa”), para publicitar el marxismo. Sus artículos destacan por la energía, claridad doctrinal y la precisión práctica con que marca objetivos concretos; el primero, la creación de un partido revolucionario muy definido y organizado, a diferencia del vago y difuso movimiento socialdemócrata ruso.
Difiere en especial de los llamados economistas, grupo de los socialdemócratas, muy influyente al fin del siglo. Les tacha de reducir la revolución a sólo objetivos económicos, a ciertas mejoras laborales y sindicales, y de no promover la auténtica conciencia marxista de que el hombre y la sociedad han de ser totalmente transformados. La actitud de los economistas era un anticipo de la influyente tendencia revisionista que impulsará el socialista alemán Edouard Bernstein166.
Los economistas, en definitiva, no hacían suyo el mesianismo de Marx (1818-83) de transformar por medio de la lucha de clases el orden –natural y sobrenatural– dado por Dios al hombre y la sociedad. Para Marx, sin la conciencia de sentirse los proletarios redentores o liberadores de la humanidad por la superación dialéctica de toda religión no hay verdadera revolución. En sus Tesis sobre Feuerbach repudia el ateísmo de éste por considerarlo insuficiente, por presentar la religión como mera alienación, puro fruto del espíritu humano aún no consciente de que lo divino es él mismo, pero no el mal radical que se ha de destruir, aquello que impide que el hombre afirme que su conciencia es lo divino o absoluto167.
En su Tesis doctoral sobre Epicuro y Demócrito, afirmaba Marx que se siente Prometeo: “yo odio [como Prometeo] a todos los dioses del cielo y de la tierra que no reconocen por suprema divinidad a la conciencia que el hombre tiene de sí mismo”168.
El joven Lenin (1870-1924), siguiendo a Marx, afirmará que incumbe al proletariado convertirse en el mesías de la historia, pero no sin antes ser concientizado por la inteligentsia de su partido, llamado entonces socialdemócrata. Advierte que tal inteligentsia no puede ser de origen obrero sino burgués, como lo fueron Marx y Engels, tanto porque para transmitir esta concientización se requieren élites cultas, provistas de conocimientos filosóficos, históricos y económicos, como por ser la misma ideología socialista consecuencia directa del liberalismo (“resultado natural e inevitable”). Así lo expresaba Lenin en su semanario Iskra:
“Los socialdemócratas centran su atención en la clase obrera e industrial. Cuando los miembros avanzados de esta clase hayan asimilado las ideas del socialismo científico [–no el “utópico” del 48 francés–] y la idea del papel histórico del obrero ruso, cuando esas ideas alcancen una amplia difusión y los obreros creen organizaciones estables que transformen la actual guerra económica dispersa en una lucha de clases conscientes, entonces el obrero ruso, colocándose a la cabeza de todos los elementos democráticos... conducirá al proletariado ruso (junto al proletariado de todos los países) por el camino abierto por la lucha política hacia la victoria de la Revolución Comunista”169.
“La historia de todos los países –prosigue Lenin– atestigua que la clase obrera, librada exclusivamente a sus propias fuerzas, sólo está en condiciones de elaborar una conciencia tradeunionista (sindicalista), es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar del gobierno tales o cuales leyes indispensables para los obreros, etc. En cambio, la doctrina del socialismo se ha desarrollado sobre la base de teorías filosóficas, históricas y económicas elaboradas por representantes cultos de las clases poseedoras, por la inteligentsia. Los propios fundadores del socialismo contemporáneo, Marx y Engels, pertenecían por sus orígenes sociales a la inteligentsia burguesa.
De igual modo, la doctrina teórica de la socialdemocracia ha surgido en Rusia de forma totalmente independiente del desarrollo espontáneo del movimiento obrero, [ha surgido] como resultado natural e inevitable de la evolución entre la inteligentsia revolucionaria socialista... El movimiento socialista contemporáneo sólo puede nacer sobre la base de profundos conocimientos científicos... El portador de esa ciencia no es el proletariado sino la inteligentsia burguesa; el socialismo contemporáneo ha nacido en el pensamiento de determinados miembros de esa clase”170.
Jaime Vicens Vives señala expresamente la inmensa trascendencia histórica que ha tenido el infundir a multitudes la convicción de estar llamadas a transformar el mundo según las ideas y esperanzas del marxismo; multitudes, en especial, mucho más influidas y alentadas por tales esperanzas mesiánicas que por las difíciles especulaciones de El Capital de Marx. Así lo expresa Vicens: “la mayor aportación de Marx a la cuestión social del XIX fue la mesiánica idea de que el proletariado era la casta elegida para regenerar el mundo pervertido por el capitalismo y la burguesía”171.
Marx, como tal judío, poseía una comprensión finalista de la marcha de la historia, tomada de las Antiguas Escrituras, y del todo opuesta a la clásica y universal del mundo pagano de que la historia carece de sentido, que no es más que un cíclico eterno retorno. Marx realiza una inversión secularizante de las auténticas esperanzas de Israel en el Mesías para sustituirlo por “el pueblo”, “el proletariado”, que “un día” ha de traer la redención y la justicia a la humanidad172.
Fundadas en el mismo pensamiento original de Carlos Marx han coexistido en la historia del comunismo tremendas divergencias sobre cómo se han aplicar sus teorías a la práctica. Ya pronto, en el congreso de Londres de 1903, aparece la capital división entre bolcheviques y mencheviques173.
El declive de la autocracia
El atentado mortal contra Alejandro II en 1881 puso