infantil de todos, con la inacción de su propia madre.
No tuvo niñez, pero siempre conservó un niño dentro de él. La naturaleza le dio la sensualidad y el arte de estimular los deseos de los que se encontraba en su camino, para ponerlos a su favor.
Las drogas eran las alas para transportarse a una dimensión que le alejaban de su insoportable realidad, le liberaban de las pocas trabas morales que tenía y le convertían en una máquina insaciable de sexo.
Su descaro, picardía y madurez precoz, la fuerza para sobrevivir entre tantos riesgos saliendo siempre vencedor.
En su relato describe con realismo total el sexo, las drogas, las perversiones y el uso desaforado de todas ellas. Manteniendo el léxico colombiano en su relato para no perder conexión con sus vivencias y el tiempo en el que sucedieron.
Una historia llena de excitación y desenfreno que transportará al lector a momentos de verdadero éxtasis de pasiones y morbos lujuriosos, no siendo apto para mentes conservadoras ni tradicionales.
A los veinte años consiguió encontrar al maestro que le sirvió de guía, para llevarle a vivir una vida plena y feliz, lejos de su pasado turbulento.
Morbos infantiles
Aún recuerdo cuando era niño, que mamá llegaba a casa pasada de tragos y me enfurecía, ya que desde siempre me gustó saber lo que acontecía a mi alrededor.
No sabía exactamente si aquello era bueno o malo, pero sí que necesitaba toda su atención, mientras mi inocente hermana desde una pequeña mesa pintaba los inexplicables dibujos que hacía y que a mí siempre me parecieron una chorrada.
Nunca tuve un recuerdo de mi padre, del que mi madre se separó nada más nacer mi hermana, que era nueve meses mayor que yo. Fui consecuencia de una reconciliación casual que no dio en nada, hasta mi juventud no conocía mi padre ni a nadie de su familia, tampoco a la de mi madre, ya que fue hija única y nunca se llevó bien con su temperamental padre, pero sí sé que fue inmensamente infeliz por la falta de su madre, que murió cuando ella era apenas una niña, quizás si hubiese tenido a su madre, hoy ella hubiera sido un poco feliz y nuestra realidad hubiese sido otra.
También recuerdo que por falta de oportunidades en mi ciudad natal Neiva Huila, mi madre tuvo que tomar la decisión de salir de allí con sus hijos, para quizás buscar mejores oportunidades para todos nosotros, pero fue allí donde empecé a notar que nuestras vidas iban a estar llenas de grandes decepciones, tristezas y tal vez alguna que otra felicidad, pero muy contadas.
Al salir de mi ciudad natal, mi madre tuvo que tomar la decisión de dejarnos solos en un pueblo, Zarzal Valle a tres horas de la ciudad de Cali, con una vecina de al lado de la casa de su padre, conocida de su infancia, donde vivía nuestro hermano mayor. Al dejarnos con aquella familia abusadora, donde solo se preocuparon siempre de ellos y que solo les interesaba el dinero que mi madre aportaba a final de mes para nuestro cuidado. Pero no fue hasta años más tarde cuando mi madre se enteró de su mal trato hacia nosotros y en especial hacia mí.
Tengo que admitir que querían mucho más a mi hermana, por ser una niña obediente y juiciosa, al contrario que yo, que era un chico muy extrovertido, rebelde y sobre todo piquiña* (que era como ¨Vaya angelito¨, pero a lo colombiano), era un niño que muy pronto iba perdiendo su inocencia para conocer su sexualidad a base de morbos y deseos.
A pesar de ser un niño piquiña*, era muy inteligente en el colegio, pero que aborrecía estudiar, siempre pensé que era perder el tiempo, ya que aún no sabía con exactitud lo cruel que podría ser el mundo exterior. Fui un niño enfermo de asma, así que debía tener algunos cuidados porque las crisis eran bastante traumáticas, incluso para aquella señora aprovechada.
Al no tener amigos, ni poder jugar con mi hermana y además tener esa enfermedad, siempre me tuvieron encerrado en un cuarto oscuro y angosto, pero con techo alto y con muchos retazos de tela, ya que la señora se dedicaba a la profesión de la costura, pero también allí tiraban en un rincón la ropa sucia de sus hijos, que en entonces recuerdo eran dos varones y dos hembras.
Todas las tardes después del colegio, al llegar a casa debíamos hacerle limpieza a la casa mi hermana y yo, luego comíamos, hacíamos las tareas del colegio y a continuación me encerraban. De tanto mirar hacia el techo viejo y oler los orines de los gatos, un día sentí en mi cuerpo algo extraño, pues tuve mi primera erección, no comprendía bien que me ocurría, lloré porque pensé que había hecho algo malo y si la señora se enteraba me pegaría, así que fue mi pequeño secreto en aquel cuarto horrible.
Un día el hijo menor abrió la puerta y me tiró en mi cara su ropa sucia, yo me enojé mucho porque me dio mucho asco, quizás porque les odiaba, pero al caer la ropa, vi su ropa interior y lo primero que vi fue una mancha blanca, que llamó mi atención inmediatamente. Me dio por oler y tuve un gran placer al sentir ese aroma que no sabía muy bien que era, pero producía en mí, que mi polla se pusiese tan dura y ponía mi cuerpo a pensar qué había hecho o por dónde salía aquel líquido que me producía tal desequilibrio en mis hormonas.
Pero que con esa edad de cinco años, no sabía que se le decía así y desde entonces, todos los días al entrar en ese cuarto, buscaba en la ropa interior a ver si encontraba aquel líquido, así descubrí diferentes aromas de las pollas de aquellos dos hermanos que fueron de gran placer para mí en aquellos momentos y fue así también cómo descubrí el olor a un coño, me gustaba oler la ropa interior de aquellos hermanos.
Al cumplir seis años tomé la decisión de saber cómo los hermanos sacaban aquel líquido blanco y en algún momento les pregunté, pero recibí una bofetada por parte de uno y la risa del otro.
Pero a su vez les había dejado una inquietud y quizás morbo de saber por qué yo había hecho aquella pregunta. Así que un día me escondí en la habitación del hermano mayor, que era fuerte, con un buen culo y sobre todo con cara de macho, por el que cualquier mujer estaría encantada de ser follada.
Él notó que yo estaba escondido detrás de un armario y tal vez sintió morbo de ser observado por un niño, que era obvio que estaba buscando respuestas, así que se desnudó poco a poco y fui viendo como la polla iba creciendo, a su vez mi cuerpo iba entrando en calor y sentía una tembladera, que me gustaba lo que aquel hombre hacía y ver como jugaba con su enorme polla, sentí como mi pequeña polla estaba a punto de estallar al ver aquel espectáculo, luego noté que él me estaba viendo, se puso de pie y me dijo que saliera. En sí yo quería que me utilizara, quería ser parte de eso, pero me dijo que pusiera mis manos hacia arriba y fue allí cuando sentí que aquel líquido blanco salía de su polla, caliente, su olor me encantaba y me dijo: “Chúpala y trágatela que es leche, te hará bien”. Efectivamente le hice caso y me la tragué toda.
Pasaron varios días y yo seguí en aquel cuarto horroroso haciendo lo mismo, masturbándome y oliendo la ropa interior de los hermanos, pero jamás me salía aquel líquido blanco que con tantas ganas quería probar de nuevo.
Una vez, desperté en la madrugada y estaba llegando aquel chico que me había enseñado lo que tanto placer producía en mí. Pero esta vez llegó en compañía de una mujer y estaban alcoholizados, pero él me vio escondido detrás del mueble del salón, se dirigió a su cuarto y dejó la puerta entreabierta, quizás para que viera lo que más me iba a impactar en ese momento.
Era una cama baja a un lado tenía una mesa con una lámpara que estaba encendida, porque la luz general estaba apagada y pude notar como la mujer se lanzó a él sin quitarle la ropa, solo medio bajó su pantalón y empezó a chuparle la polla. Era indudable que los dos sentían un gran placer, con rapidez se quitaron sus prendas y pude ver como esa mujer se tiró en la cama, con sus hermosos senos, sus piernas abiertas dejando ver su coño y le pedía que se la culiara*. Para mí fue lo máximo, deseaba ser esa mujer, quería sentir lo que ella sentía, poder sentir la polla y poder gemir con ese placer silencioso que la mujer hacía, cuando vi la leche que le salía por el coño y ver cómo él se restregaba allí mismo, sin duda era el momento de máximo placer.
Mi polla estaba a punto de reventar y muy húmeda, pero no quería