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Diario de un adolescente precoz colombiano


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y habían hecho una recolecta de cosas para bebés, fueron muchas cosas sin duda, un acto de cariño hacia nosotros. Después de esto limpiamos la casa y organizamos todas las cosas de los bebés. Mientras mamá y nosotros organizábamos la pañalera, dado el caso de tener que salir para el hospital y sin terminar aquello, rompió aguas.

      Ese día mi madre contó con la ayuda de una vecina, que junto a su esposo la llevaron al hospital. Mi hermana y yo nos quedamos solos en casa, ya que debíamos estudiar para nuestro examen. Dos días después nos llegó la noticia de que ya había dado a luz a dos niñas y que una había muerto, lógicamente me desesperé y me puse a llorar mucho y fue tanto mi llanto que dos personas que nos conocían se acercaron y nos dijeron que no nos preocupáramos, que ellas iban a ir a donde mi mamá y se iban a encargar de ella y mientras nosotros debíamos estudiar.

      Ese mismo día la señora Magnolia y Esperanza se fueron al hospital, le llevaron comida y hablaron con ella, pudieron confirmar que las dos niñas también estaban bien. Magnolia se regresó con la noticia para tranquilizarnos, pero debían permanecer unas semanas en incubadoras y mamá hospitalizada.

      La violación

      Mi hermana se quedó en casa de su mejor amiga y yo me quedé solo en mi casa.

      Esa noche ocurrió algo que seguro cambio mi vida, estaba en el patio de mi casa duchándome con la manguera que teníamos, de la que también sacábamos el agua para toda la casa, ya que era de contrabando. Estaba desnudo y pude sentir la mirada de Jimmy.

      Jimmy era el hijo mayor de un matrimonio con tres hijos de la casa de al lado, exactamente donde vivió Michael. Me caían muy bien todos ellos, en especial Jimmy, que seguro me recordaba al chico que me enseñó a jugar a la Nintendo, era muy extrovertido, bastante maricón y se burlaba mucho de mí, pero esa noche en su terraza estaba metiéndose alguna droga y empezó a masturbarse enfrente de mí, yo hice como si no lo hubiera visto, ya que la oscuridad de su terraza no permitía verle bien. Sin embargo, empecé a tocarme y acariciarme el culo e incluso pudo ver que me estaba poniendo cachondo, en cuestión de segundos la silueta de Jimmy desapareció.

      Nunca pensé que Jimmy bajara de su casa y abriera mi puerta, para luego cogerme con fuerza, tirarme en la cama de mi madre y con la polla dura y gorda me penetró sin estar yo preparado, ni consentirlo.

      Era obvio de que yo era responsable que él estuviera cachondo, jugué con fuego y me quemé. En vez de gritar de dolor, empecé a gritar de placer, independiente de la sangre que salía de mí. Pude notar que cada vez que manejaba bien la respiración me dolía menos y en cierto modo me daba morbo que aquel Jimmy, con su aspecto de hombre amanerado, algo guapo y con tan buena polla, me estuviera follando tan duro y me había reventado el culo.

      Fueron casi veinte minutos eternos follándome, seguro que le gustaba, porque me decía que tenía un culo muy rico y que me iba a dejar toda la leche dentro. Pude sentir su leche caliente que resbalaba por las heridas que había dejado la polla a su paso, al sacarla de mi culo pude ver lo grande que era, también gorda, rosada y con un gran capullo.

      El muy maricón después de follarme no fue capaz de ni ayudarme, se puso el pantalón y se marchó de mi casa dejándome allí dolorido y sucio, pero me levanté de la cama y le dije por la ventana que algún día me las iba a pagar.

      Aún no había cumplido los diez años. Fue una violación de libro a un menor.

      El tiempo transcurrió, fueron tiempos de cambios, a los pocos días mi madre regreso del médico con mis hermanas y nos fuimos a quedar en casa de la señora Magnolia mientras mi madre pasaba el postparto.

      Al poco tiempo, pasé el examen para entrar al colegio. Allí pude encontrar nuevas amistades y empezó el declive de mi infancia, mi madre cambió radicalmente, nos había pasado las responsabilidades de mis hermanas y de la casa y empezó a pasar todas las tardes en las casas de los vecinos con la excusa de ver la televisión.

      Yo con el tiempo había hecho buenas relaciones con los que iban a ser mis padrinos, había conocido a su nieto Sebastián y sus hijas aceptaban de buena fe que yo fuese el ahijado de sus padres. Así ocurrió, Doña Rosalba se encargó del papeleo y al poco tiempo me bautizaron y por ahí derecho hice mi Primera Comunión.

      Al notar la mala situación de mi casa y que las facturas no se pagaban, no teníamos los servicios básicos como son el agua o la energía y que a duras penas teníamos qué comer. El negocio de las arepas de antes del parto, nunca se volvió abrir, así que vivíamos de la voluntad de lo que nos daban los vecinos, tanto que el plomero, nos conectaban el agua sin pagarle, otro nos conectaba la energía y poco a poco nos acomodábamos. Pero un día le pedí a Don Hernando que me llevara a trabajar con él y que me pagara lo que pudiese.

      Don Hernando, era el que iba a ser mi padrino. Él y su familia, es decir, él y sus hermanos con sus esposas, tenían un negocio de venta ambulante en una zona muy central en el polígono industrial de Cali, eso quiere decir que atendían a muchas personas.

      Así que hablé con mi madre y le dije que me iba a trabajar con Don Hernando y ella quedó encantada. Ese día dormí lo que pude durante el día y a las 12:00 de la noche me dirigí a su casa para ayudar a sacar los termos llenos con café y chocolates, aparte de otros productos, al motocarro en el que se transportaba todo, que era lo que se preparaba en Sameco.

      Esa noche aparte de Don Hernando, venía su esposa Rosalba, su hija Yeimy, otras dos personas y yo. En el camino pude ver por donde pasábamos y me gustaba esa sensación de libertad, sentí que todo lo de atrás no me molestaba, quería ir hasta donde llegara ese motocarro.

      Pude notar que el ambiente a esas horas de la noche era bastante movido, cuando llegamos a Sameco, Don Hernando dejaba a una parte de los que venían en el motocarro en los puestos principales, para que adelantaran y abrir los negocios, mientras él llevaba a su esposa Rosalba donde ella tenía un puesto independiente, más cerca, en la zona de los prostíbulos, discotecas y algunas fábricas, sin contar que estaba en la entrada de una autopista. Esa noche todos se bajaron y Don Hernando me dijo que yo iba con Rosalba, así que me tocaba ir con ellos.

      En el camino, estando yo solo, mi padrino se metió por calles muy oscuras y pude ver que en ciertos lugares había movimientos extraños. Al llegar a la última parada, nos bajamos y tuvimos que sacar parte de la carga de los productos para su esposa Rosalba, para luego él seguir solo de regreso hacia Sameco donde estaban los puestos principales.

      Nada más bajar del motocarro, vi que era una esquina donde había una empresa de pollos en frente de él, un parking gigantesco, donde los carros pesados de transporte de diferentes sectores guardaban todos los días sus carros, es decir que el suelo era mero polvo. Nos encontrábamos bajo un puente de una autopista, con subida y bajada. Frente a nosotros se encontraba un motel y al lado una discoteca. La zona en sí era un polígono industrial.

      Cuando bajamos los termos llenos de café y otros complementos para preparar allí, pude notar que al fondo del parking en medio de la oscuridad salía un hombre con pasamontañas negro empujando un carro, que era donde Doña Rosalba tenía sus implementos* de trabajo.

      Nos saludamos y entre los tres empezamos a organizar el plástico para cubrir por si llovía, Rosalba encendió la cocina de gasolina y puso a calentar una gran sartén con aceite. El señor era el vigilante del parking y conocía a Doña Rosalba, pues sabía perfectamente donde iba cada cosa y me fue enseñando mientras Rosalba me explicaba en qué consistía mi trabajo.

      Al terminar me sentí a gusto, el olor a café en medio de la madrugada era excitante. Poco a poco empezaron a llegar clientes para tomar café, mientras esperaban que salieran los alimentos calientes y frescos, así que mientras Doña Rosalba fritaba* yo ayudaba a atender a los clientes, en poco tiempo ya había empanadas, buñuelos y sin duda quise comer, fue lo máximo, me sabían a gloria esos buñuelos y el café en leche era delicioso.

      Al rato Rosalba me dijo, que tenía que ir al puesto de Don Hernando a llevarle buñuelos para que él vendiera en su negocio, pues él hacía hojaldras y empanadas, me explicó el camino para llegar a allí y a mi regreso traer hojaldras para vender ella en su puesto,