y abdomen, la polla gorda rasurada, ver salir su orina fue muy excitante, tanto que pudo notar mi interés en ver como orinaba. Al terminar se puso de frente y me dijo que si se la quería tocar y le respondí: “Tocar y chupar, porque tu verga es preciosa”, él soltó una carcajada, me cogió y me sentó en el inodoro para que se la chupase.
Pude sentir poco a poco como se le ponía dura en mi boca, hasta el punto de que no me cabía en la boca de lo gorda que era, incluso así yo seguía, porque ese hombre me gustaba demasiado, su masculinidad era maravillosa, le besé el pecho, él me tocaba el culo y pude sentir como me metía unos dedos y se corrió mientras yo me masturbaba, fue tanto placer sentir su leche caliente, que él la tomó con la mano y me la puso en la boca, me dijo que me la tragase y yo tenía tantas ganas de complacerle, que así lo hice.
Al salir de aquel baño pude ver que Don Hernando venía a lo lejos, al llegar a la estación de gasolina me regañó por mi demora, pero él me defendió diciéndole: “Que le dejase, que el chico había estado en el baño”, con lo cual Don Hernando se quedó callado.
Nuestra complicidad era tanta que cada vez que aquel chico le tocaba trabajar de madrugada, yo pasaba para darle una buena mamada, hasta que un día me pidió que me la dejase meter, yo estaba ansioso de poder sentir esa polla, pero era tan gorda que me iba a doler muchísimo, así que él se empleó en chuparme el culo y meterme sus dedos hasta correrse, luego me metió su leche con los dedos y así lo hacíamos cada vez más, hasta que aquel chico dejó de trabajar en aquella estación de gasolina.
Siempre me gustó la idea de ir a trabajar a Sameco, allí sentía una sensación de libertad que no tenía en mi barrio, me gustaba la vida de la noche y aunque supiese que era peligroso para un chico de mi edad, estaba dispuesto a correrlas, solo con el objetivo de vivir todas las experiencias que la noche me presentara.
Como era imaginable, trabajar y seguir con mis amigos del barrio era poco factible, ya que, para mí era primordial conseguir dinero, para así poder ayudar a mi madre con la comida y guardar algo de dinero para mis fines de semana.
Un día unos amigos me habían invitado a una fiesta en el barrio, yo había invitado a Ximena para que viniese conmigo, pero ella no podía venir porque su madre no le dejaba, así que me fui solo con Diego y su novia Katherine. Al llegar a allí y saludar a nuestros amigos pude ver a Ximena bailar con el anfitrión de la fiesta, al igual que yo, él también estaba enamorado de ella y mientras bailaban pude ver, que él le agarraba del culo y la besaba.
Ese día sentí tanto odio, yo siempre la había respetado e incluso la trataba muy cariñosamente, como si de una flor se tratase, era una chica dulce que no era de calle. Pero ese día me di cuenta de que solo era fachada, era igual o peor que otra cualquiera, así que salí de la fiesta y fui a buscar a la prima de mi amigo Diego, que siempre estuvo enamorada de mí. Ella pudo ver en mí tanta rabia, que me pidió un beso y que ella misma le pegaría a Ximena para que me respetara. Pero yo antes le dije, que cuando terminara de pegarle le dijera: “Esto va de parte de Sam, por ser una perra”, porque estaba deseando que sintiera mi rabia.
Esa noche tuve que ir al farallón y dejar que la prima de Diego me besase y hasta tuve que dejar que me hiciera una mamada, ya que estaba en sus manos, sentí asco porque no me gustaba nada, pero la complací para que hiciese lo que yo no podía hacer, así que nada más acabar, la llevé cerca de la fiesta y me quedé en la oscuridad, viendo como le pegaba a Ximena y como habíamos acordado, le dio mi mensaje.
Ese día no hubo más fiesta, nada más irse Ximena golpeada para su casa, yo llegué porque tenía que pegarle a mi supuesto amigo, que sabía cómo todos, que Ximena me gustaba y como fue él, el que planeó la fiesta, seguro que también había planeado lo de Ximena. Así que ese día hubo muchos golpes en la fiesta, yo castigado y de paso la pela* que me dio mi madre, pues Ximena llego a mi casa con sus primos y su tía para informar a mi madre de lo que yo había hecho, pero mi mensaje fue: “Yo encantado de recibir esta pela*, así dejas de gustarme “perra”. Y tranquila, que tú serás más arrastrada que cualquier otra chica” y desde entonces nunca más volví a hablarle.
Un día mi madre llegó con buenas noticias, pues se había reencontrado con su mejor amiga de la infancia, esta le dijo que su hija Leidy era la amante desde hacía varios años, de un primo de mi madre, que era unos de los capos del norte del valle, mi madre se alegró de ver a su amiga y gracias a ella, mi madre pudo contactar con Leidy.
Cuando mamá la localizó, nos invitó a su apartamento, allí pasamos todo el día, sin duda fue un día especial, ella se encargó de que estuviésemos bien atendidos. Leidy le propuso trabajar en su casa y mi madre sin dudar aceptó, así que dejé el trabajo en Sameco y empezó a irnos bien en casa.
Mi madre trabajaba y ganaba un buen salario, mientras mi hermana y yo nos dedicábamos a estudiar y a ayudar en casa para que todo marchase bien. Yo en especial le pedía a mi madre que me llevara los fines de semana a trabajar con ella, pues me encantaba estar en ese apartamento y escapar de mi realidad.
Un día mi madre nos llamó al teléfono de Mariela, que era nuestra vecina y nos dijo que alistáramos* ropa y tomáramos un taxi hacia Sameco, porque Leidy nos había invitado a su chalet del Lago Calima y pasaba por Sameco a buscarnos.
Mi hermana y yo, no sabíamos bien qué era el lago Calima, así que alistamos* ropa sencilla y nos fuimos vestidos como si fuésemos a ir a un río, al llegar, mi madre y Leidy nos regañaron porque parecíamos gamines*, a Leidy le dio vergüenza que esos cuatro niños pobres se subiesen a su gran camioneta Ford, ya que por donde ella pasaba, todos la admiraban, por su porte elegante y por su belleza, también por sus joyas, que le hacían más sorprendente y sobre todo su ternura que hacía que la amaras.
En ese mismo momento Leidy dio media vuelta y nos llevó al Centro Comercial Chipichape, allí mismo se gastó 5.000.000 pesos en ropa nueva para todos y botó* a la basura toda la que habíamos llevado, fuimos el centro de atención aquella tarde, pues íbamos con muchos escoltas, cada uno llevaba nuestras bolsas y al terminar nos fuimos hacia el Lago Calima.
Ese viaje para mí y mi familia fue muy especial. Al llegar allí, mi hermana y yo nos dimos cuenta de que no era ningún río al que íbamos, era un lago precioso rodeado de montañas, más bien era un lugar de ensueño. Era una casa gigante, y cuando digo gigante, es que era gigante, tenía piscina, sauna, una cancha de fútbol y otra de tenis, discoteca y también caballerizas, era como si estuviéramos en una película.
Esa noche, Leidy abrió la discoteca y empezó a beber, mi hermana y yo estábamos felices, ese día bailamos toda la noche y Leidy bailaba con nosotros, estaba feliz de vernos alegres. Hasta que todos nos fuimos a dormir, yo no quise dormir y como cada uno teníamos nuestra propia habitación preferí estar fuera y disfrutar de cada sitio.
Mi primera eyaculación
Mientras todos dormían, pude ver a Leidy salir de su habitación y fue a la discoteca donde estaba uno de sus escoltas, Martín, y yo sin que se enteraran, empecé a espiarles, ya que estaba seguro de que algo iba a pasar esa noche.
Vi como Leidy se abalanzó a su escolta, cogiéndole la polla y besándole, para luego quitarse la ropa. Él estaba muy nervioso. Pude ver como poco a poco la polla se le ponía dura, cada vez que Leidy se la chupaba y noté que ella era una experta.
Viendo como follaban los dos, observé que su escolta se la estaba follando por el culo y escuché como Leidy le decía: “Reviéntame el culo”, mientras se sentaba en su polla.
Entre tanto yo me estaba masturbando, pero luego pude sentir una respiración detrás de mí. Me asusté muchísimo, era otro de sus escoltas que seguro que al igual que yo, siguió a su compañero. Él me tapó la boca y me dijo que no hiciera ruido. Se agachó y pudo ver lo que yo también estaba viendo en ese momento, luego me cogió de la mano y me llevó hacia las caballerizas.
Estaba asustado, pero también cachondo, la sensación de no saber qué quería ese escolta y hacia dónde me llevaba, me hacía pensar que seguro quería hacerme algo malo.
Al llegar a allí, vi una mesa con un polvo blanco, licor