en la camioneta de Leidy con Ojitos y Martín.
Esa tarde al llegar a nuestro barrio, después de un mes, en esa camioneta, nuestros vecinos nos miraban y éramos la comidilla de todos, pues no era normal que llegáramos en camioneta, con maletas y sobre todo con escolta. Eso me ayudó a ser más popular entre mis amigos. Y a mi madre, el enfado de Don Hernando y Rosalba, por ponernos en supuesto riesgo con una gente peligrosa. Por ello, mi madre dejó de trabajar por un tiempo con Leidy.
Los días pasaron y un día mi madre regresó a casa después del trabajo y nos dio la noticia de que teníamos que irnos a vivir a Zarzal, porque Leidy se iba a trasladar a vivir allí con su marido. Desde un principio nos gustó la idea, porque íbamos a empezar de nuevo, lejos y sobre todo con el respaldo de Leidy.
Mi madre tenía que tomar una decisión importante y rápida, ya que en los días siguientes debía hablar con Doña Rosalba sobre el tema de nuestra casa, mi hermana se quedaría con las gemelas en nuestra casa, mientras que mi madre y yo nos íbamos a buscar casa a Zarzal.
Cuando llegamos a Zarzal fuimos a casa de Leidy. Era una casa gigante de tres pisos, Leidy vivía en la parte de arriba y su madre en el primer piso. Sin duda todo nos pareció estupendo, pues ella nos dejó una habitación maravillosa con camas fantásticas y sobre todo con una televisión que era suficiente.
En las siguientes semanas nos adaptamos muy bien, pues por las mañanas nos levantábamos, hacíamos la limpieza y por las tardes mi madre se iba a trabajar como administradora a la peluquería que Leidy tenía en el centro del pueblo.
Mientras, me quedaba solo en la casa, haciendo lo que más me gustaba, veía la televisión y muchas veces me hacía mis buenas pajas e incluso en ocasiones puse a la perra de la casa a que me chupara el capullo, con lo que disfrutaba muchísimo, pues sentir su lengua rozarme el capullo, hacía que me pusiese muy cachondo.
Un día por la tarde subió Laura, la hermana menor de Leidy, era una niña mimada, caprichosa, mentirosa y además de muy sexual.
Nos hicimos muy buenos amigos, ella me sacaba a la calle y me presentaba a todos sus amigos, que al igual que ella eran hijos de papi y mami, o sea, mimados y caprichosos, pero nos hicimos buenos amigos y salíamos a jugar todas las tardes.
Un día Laura no quiso salir y nos quedamos en casa, ella sacó un cigarrillo y se puso a fumar en el último piso, me dijo que fumara con ella, lo hice y luego bajamos al salón a ver TV. Hubo un momento en que Laura me miró fijamente a la cara y se lanzó a darme un beso y yo le correspondí, era una niña preciosa y su forma de ser me gustaba muchísimo, por eso acepté su beso.
Al ver que le respondí al beso, se sentó encima de mí, provocándome una erección, ella sintió ponerse dura mi polla y sin cortarse, con su mano me la sacó y al ver que era grande, se emocionó y empezó a chupármela, me encantaba la idea de poner cachonda a Laura, desde un principio me había confesado que a ella le gustaban las chicas, así que me dio mucho morbo, la tomé, la acosté en el sofá y le bajé los calzones, empecé a chuparle el coño, no lo había hecho desde que jugaba con Kelly al papá y a la mamá.
Me encantó sentir su pequeño coño húmedo en mi boca, se notaba que, con su corta edad ya había hecho algún morbo, me pedía que le chupara donde más le gustaba e incluso hasta le chupé el ojete del culo. Ella despertó en mí, algo de lo que pensaba que no sería capaz, así que le chupé mientras me masturbaba y cuando estuve a punto de eyacular, se lo eché en su pequeño coño y se lo volví a chupar, mientras ella reía de placer, seguro que siempre lo recordaremos.
Así todos los días siguientes, antes de salir a jugar, ella subía para que hiciéramos algo morboso, a Laura le encantaba mi polla, siempre estaba deseosa de chupármela y saborear la leche en el momento que yo eyaculaba, se volvía loca, me pedía que se lo echara en el coño y que se lo chupara y yo lo hacía encantado.
Un día cansado de lo mismo, le quité la ropa y le dije que se sentara en mi polla, nunca lo habíamos intentado antes, pero ese día la quería follar, así que se lo chupé antes para ponerla más caliente y poco a poco se la fui metiendo, hasta que hubo un silencio, sabíamos que habíamos pasado el límite, pero yo no saqué la polla, aunque empezó a sangrar, pero ella entre risas me decía que le gustaba la sensación de tenerla dentro.
Me di cuenta que aún era virgen, pues el sangrado no paraba, pero los dos seguíamos muy cachondos así que empecé a mover la polla y ella empezó a gritar del dolor y tuvimos que parar por el susto que pasamos.
Al día siguiente ella misma vino y me empezó a poner cachondo, al verme ya con la polla dura, ella misma se sentó en ella y empezó a follársela poco a poco, fue la mejor sensación, sentir mi polla rozar por aquel coño pequeño y con cierta presión, hizo que no pensara, me corrí dentro de ella y sentí la mejor sensación jamás vivida, así que ella al ver mi gesto, se sacó la polla y puso el coño en mi cara, pues quería que se lo chupara con mi leche dentro y me encantaba aquella sensación de ver caer mi leche por su coñito hermoso.
Todos los días, siempre que no estuvieran en casa Leidy o mi madre. Hasta que un día, mi madre se enteró, me regañó y habló conmigo para hacerme entender el problema en el que me estaba metiendo si se enteraba de eso Dora, que era su madre o Leidy o incluso Don William, que era su niña mimada. Después de eso, hablé con Laura y acordamos no seguir haciendo nuestras complicidades. Pasaron casi tres meses y tenía que empezar a estudiar, por eso mi hermana mayor y las gemelas, tendrían que regresar, pero mi madre no pensó en las fechas y mi hermana no pudo llegar a tiempo para entrar a estudiar, sino hasta tres semanas después de comenzar.
Mientras encontrábamos una casa, nosotros seguíamos en casa de Leidy y Martín se encargaba de llevarnos a Laura y a mí al colegio. Laura estudiaba en uno diferente y en el camino se sentaba encima de mí para besarme y mientras Martín conducía, nos veía por el retrovisor de la camioneta.
Cuando Laura se quedaba en su colegio, Martín me decía que me pasara delante con él, su intención era decirme que pusiese mucha atención con Laura que era un niña muy diabólica y que si ella quería, me podría meter en un problema, ese fue su consejo, además que también le había puesto cachondo la escena de los dos en la parte de atrás, así que antes de llegar al colegio yo iba chupándole la polla y al final siempre me regalaba para chupar un bombombum*, para que no quedara con el olor de su leche en mi boca, así día tras día me fui convirtiendo en el juguetico de la niña mimada de la casa y del escolta.
En mi colegio me tenían como el familiar de los narcos, eso me hizo popular en todo el colegio, entonces pude encontrar amigos y chicas que estaban encantadas de ser mis novias y yo estaba encantado de aprovecharme de la popularidad que tenía en mi nuevo colegio.
El primer día de clases, pude ver que también estaba sentado un chico del mismo barrio donde yo vivía, su nombre era Carlos José, un chico guapo. Se podía decir que era el más guapo del salón*, ya que todas las chicas querían estar con él, pero se dio cuenta de que yo era Sam, el primo de Laura, así que hicimos una buena amistad y me fue presentando a todos sus amigos, Edison, Francisco, Luis y Montealegre. Todos nos hicimos buenos amigos, pero a mí siempre me gustó Carlos José, que tenía la cara de bebé y Luis que era el morenazo guapo, así que mientras los tenía cerca me encantaba.
Un día Carlos José me dijo, que si quería ver coños y yo con risa, le dije que sí y me llevó a su sitio secreto. Allí me mostró un lugar donde podíamos ver a las chicas orinar, pero a mí eso no me daba morbo, me daba más morbo verle a él ponerse cachondo viendo a aquellas niñatas.
Cuando mi hermana por fin llego a Zarzal, tuvimos que salir de la casa de Leidy e irnos a otra casa y esta no fue nunca de mi agrado, me había acostumbrado a las comodidades y a llegar en camioneta al colegio. Llegar caminando fue muy traumático para mí, habíamos regresado de nuevo a la pobreza absoluta, pues mi madre no había conseguido la mejor casa, incluso se le estaba cayendo el techo.
Mis amigos se enteraron de que mi madre era la empleada de Leidy y yo el simple hijo, me aceptaron, pero siempre hacían bromas del sitio donde vivía haciéndome sentir mal.
Un día Carlos José me invitó