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Diario de un adolescente precoz colombiano


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de un bolso una especie de computador y le puso un CD, pude ver que era porno, después de fumarnos el cigarrillo, él me preguntó que, si me gustaba más una polla, o un coño y le dije que una polla, él me miró con una sonrisa y me dijo: “Quieres comerte la mía” y con mi cabeza asentí. Al momento se quitó la camisa y pude ver su cuerpo bien marcado, se la sacó ya dura y me dijo que me la comiera.

      Era una polla preciosa estaba muy babosa y eso me encantó. Sentir su lubricante en mi boca me daba la sensación de que yo le gustaba, así que me quitó el pantalón y empezó a chupármela, también los huevos y el culo, estábamos muy calientes y yo sin saber que iba a pasar. Él me tiró al suelo en posición perrito y me puso ese polvo blanco y de nuevo me chupó el culo hasta que llegó un momento que yo no sentía nada, pude ver como poco a poco se atrevió a meterme la polla.

      No sentí nada, solo sentí a aquel chico encima de mí, su olor a hombre y su sudor cayendo sobre mi espalda, sobre todo, sentía como la sacaba y la metía sin apenas dolor, esto me encantaba porque mi polla estaba más dura que de costumbre y cuando sentí que toda la leche la descargaba dentro de mi culo, la sensación fue maravillosa, ese día yo eyaculé por primera vez y me quedé fascinado, él estaba tan caliente, que al ver mi leche, se la chupó toda, me besó con ella y me dio a probar mi propia leche.

      Sin duda ese día siempre estará en mi mente, fue la primera vez que me habían follado deseándolo y sobre todo la primera vez que eyaculé, ya podía decir que era un hombre, teniendo casi doce años.

      Esa noche después de la gran follada, nos quedamos fumando hasta que él me dijo que eso no se lo tenía que decir a nadie, ni mucho menos lo que había visto en la discoteca y le dije que yo no estaba loco y que sabía guardar perfectamente los secretos. Él me preguntó que, si había hecho esto antes y le respondí que prácticamente sí, pero fue a las malas, que me había dolido muchísimo, que había sangrado después y entonces iba a considerar esta vez la primera. Deseaba esta ocasión, además él era un hombre muy guapo y me gustaba muchísimo, entonces con descaro, se volvió a sacar la polla y me puso a chupársela de nuevo, pero esta vez solo se la chupé, porque ya no quería me follara por si me hacía daño.

      En ese momento no podía creer que él la tuviese dura de nuevo, así que volví a chupársela hasta que se corrió en mi boca, me dijo que me la tragara y lo hice encantado. Al terminar pudimos ver salir a Leidy y al escolta de la discoteca y nos echamos a reír. Esta aventura se había convertido en nuestro secreto.

      Esa noche termino y él me llevó de nuevo a la casa, al día siguiente todos hicimos como si no hubiese pasado nada, todos estábamos felices y sonrientes. Del escolta he de decir que, en los días siguientes estuvo serio. Y yo iba de nuevo todas las noches por las caballerizas, por si pasaba de nuevo lo que tanto me gustó.

      He de decir, que mi culo, al día siguiente de habérselo follado, con esas ganas como él lo hizo, estaba muy herido, aunque no había sentido nada en la noche, por el día estaba muy dolorido, incluso así yo quería seguir alimentando mi morbo, porque me gustaba mucho aquel escolta, que por cierto le llamaban “Ojitos”, porque tenía unos ojos preciosos color miel.

      A la noche siguiente, después de nuestro primer morbo o follada, yo le busqué cuando todos se habían ido a dormir, pero me encontré en la caballeriza con él y el otro escolta (Martín) con el que Leidy había follado en la discoteca y nada más verme los dos se pusieron a reír. Los dos sabían que yo iba a volver y al comprobar que así fue, se vio su complicidad.

      Les saludé y le dije a Ojitos que me diera un cigarrillo, me lo dio y también fuego, pero su amigo me miró a la cara y me dijo: “Así que te gusta comer verga”, yo le respondí: “¿Y a ti, culo igual que a Ojitos?”. Entonces los dos rieron.

      Ojitos se sirvió un trago y su amigo me dijo que, si me había gustado también su verga y le respondí que sí, pero que no la había visto bien, él me dijo: “¿Quieres verla?” y le respondí que sí. Al sacarla la pude ver totalmente dura. Era una demostración de que aquella escena le daba mucho morbo y me pidió que se la tocase, así lo hice, para mamársela después, pero Ojitos también se sacó la suya y quería follarme y le dije que no, porque me había dejado destruido el culo, así que solamente nos conformamos con chuparles yo sus pollas y ellos correrse en mi boca.

      Esa noche fue más tranquila y después de corrernos los tres, me fui a dormir. Me había quedado satisfecho al haberme comido esas dos pollas y sobre todo de haber sido cómplice de esos dos hombres, que aparte de guapos eran muy masculinos.

      A los pocos días Leidy pidió que me llevasen a dar una vuelta a caballo y Martín se ofreció para llevarme. Mi madre tenía que quedarse con Leidy y a mi hermana Vanessa le daban miedo los caballos, así que prefirió quedarse en la piscina con mis hermanas gemelas.

      Martín amarró mi caballo al suyo y salimos del chalet. No sé cuánto tiempo transcurrió, pero sé que llegamos a una zona boscosa y solitaria. He de decir que sentí miedo, todo me parecía planificado y presentía que Leidy había organizado deshacerse de mí, por el secreto que conocía.

      Cuando llegamos, él paró, se bajó de su caballo y me cogió con sus manos para bajarme del mío, me preguntó que qué me estaba pareciendo el paseo y le dije que vacano*, él me respondió que me iba a gustar más, así que nos pusimos a reír con cierta complicidad, pues ambos sabíamos que algo más iba a acontecer en la excursión.

      Él iba con una pantaloneta, camisilla y zapatillas, pero no llevaba bóxer, así que pude notar como su polla estaba parada y yo también me puse caliente, esa escena me puso a mil.

      Se bajó el pantalón y dijo que iba a mear, así que sacó la polla y pude ver como sacaba un gran chorro y debo decir que eso no evitó que yo la cogiese con mis manos para guiarla, Martín entre risas me dijo: “Te van a encantar las vergas y te vas a encontrar con muchos que quieran comerse ese culito, como yo estoy queriéndolo ahora” y me puse a reír, le dije que no sabía si podía, porque Ojitos me había echado aquel polvo y me había hecho daño, me dijo que se lo mostrara. Él empezó a echarme saliva suya y a meterme los dedos, seguro que por lo caliente y mojado que estaba ya no sentía dolor, él me arrodilló y me puso a chupársela, después me quitó la ropa y desnudo me cogió, me cargó y pude sentir como poco a poco me abría el culo con la polla.

      Aunque me dolía muchísimo e incluso sangré, él me tenía totalmente dominado, estaba en sus manos sin opción de moverme. Él era el que marcaba la follada, hubo un momento en el que la polla estaba toda adentro y me dijo al oído: “Ahora si vas a sentir lo que es que te follen ese culo” y desde ese momento, me folló con tal fuerza que yo me rendí y dejé que me lo hiciera. Verle follarme con esa brutalidad y sobre todo sentir su polla, era incluso más placentero para mí y al mismo tiempo me comía la boca y seguía diciéndome que le encantaba mi culo y mi boca, hasta que pude notar que se corría dentro de mí.

      Sin sacarla de mi culo nos tiramos al suelo y allí mismo me masturbó, aún con la polla dentro y al terminar me siguió besando y me preguntó si le gustaba más la suya o la de Ojitos y mi respuesta fue muy clara: “Las dos”, a lo que muy descaradamente me dijo: ¡Perra…! y nos reímos a carcajadas.

      Después nos quedamos un rato hablando, él me contó su vida y yo la mía. Y aunque él era más mayor que yo, no pasaba de los treinta, habíamos concluido que yo era muy maduro y sexual para la edad que tenía e incluso que mi madre no lo sospechara era una gran ventaja, con ello yo demostraba que me gustaba y Ojitos y él estaban encantados en complacerme.

      Al rato nos pusimos de pie y seguimos nuestro paseo y yo sin dar crédito a lo que había pasado, pero muy satisfecho. Al llegar, él me bajó del caballo y yo para evadir alguna pregunta, me metí en la piscina para jugar con mi hermana y decirle que el paseo a caballo había sido una pasada.

      En los días siguientes Don William, el esposo de Leidy, había llegado al chalet para pasar unos días en compañía de su mujer, así que todos nos pusimos nerviosos y el ambiente fue más pesado.

      Ese mismo día, Ojitos se acercó y me dijo que no volviese a salir de noche, pues los escoltas de Don William iban a estar