Barbara E. Mundy

El Códice mendocino: nuevas perspectivas


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de las tribus perdidas de Israel e inició una nueva etapa de reproducciones del Mendocino. Así, en el sexto libro de las Las antigüedades de México —basado en una serie de analogías visuales y de extrapolaciones textuales— Kingsborough encontraba una y otra razón para afirmar que los pueblos del México antiguo eran descendientes de las tribus perdidas de Israel. Si el gesto de Clavijero debe ser entendido dentro del contexto de los movimientos independentistas americanos que se empezaron a fraguar hacia finales del siglo XVIII, el momento en el que aparece Las antigüedades de México pide considerarlo dentro del contexto de la emancipación de católicos, judíos y africanos en el Imperio británico.6

      Una nueva etapa de estudios de corte historicista, cuya agenda era fundamentar la historia del Mendocino en evidencia material y documental, inicia con el facsímil del Mendocino publicado por James Cooper Clark en 1938. En este, Cooper Clark se enfoca en dos áreas principales. Primero, en la materialidad del manuscrito; segundo, en la identificación de un posible autor para sus textos. Para su análisis del papel del Mendocino, Cooper Clark (1938) se apoya en el catálogo de Briquet de 1909. La evidencia encontrada permitió, desde ese momento, datar el manuscrito de manera segura a mediados del siglo XVI, dándole una primera ancla histórica basada en soporte material. Asimismo, su análisis de los pigmentos del Mendocino —basado en un listado de pigmentos nativos contenidos en el Libro 11 del Códice florentino de Sahagún ([1578] 1979)— constituyó el primer estudio del manuscrito como producto del ingenio artístico indígena. Por lo demás, Clark se basa en la interpretación de un gesto caligráfico, aquel con que el autor de los textos del manuscrito cierra su obra en el folio 71v, para la identificación de un posible autor para los textos del Mendocino. De acuerdo a Clark, el mencionado gesto era una letra “J” que como tal identifica a Martín Jacobita —uno de los colaboradores de Sahagún en Tlatelolco— como posible autor de los textos del manuscrito.

      El mismo año dos académicos mexicanos publicaron estudios que, al igual que Clark, se enfocaron en la autoría tanto de los textos como de las pinturas del Mendocino. Primero vino aquel de Silvio Zavala (1938), quien a partir de una carta enviada por el encomendero Jerónimo López al virrey Antonio de Mendoza en 1547 —previamente publicada por Francisco Fernández del Castillo en 1927— identificó al tlacuilo Francisco Gualpuyogualcal como autor de las pinturas del Mendocino. La aparente conexión que surgió entre el manuscrito y el virrey en este estudio brindó apoyo a lo que antes era una hipótesis sin fundamento documental. Esta, sin embargo, ha sido ya cuestionada, inicialmente por Nicholson en 1992 y luego por quien escribe en 2012 con base a evidencia física y contextual. El texto al que Zavala (1938, 59) hizo referencia para conectar el manuscrito con el virrey y mencionar tanto su contribución como consecuencias para la construcción de la historia del Mendocino reza así:

      Puede haber seis años poco más o menos que entrando un día en casa de un indio que se decía Francisco Gualpuyogualcal maestro de los pintores vide en su poder un libro con cubiertas de pergamino e preguntándole qué era, en secreto me lo mostró e me dijo que lo hacía por mandato de Vuestra Señoría, en el cual había de poner toda la tierra desde la fundación desta cibdad de México y los señores que la oviesen gobernado e señoredo hasta la venida de los españoles y las batallas y reencuentros que ovieron y la toma desta gran cibdad y todas las provincias que señoreó y lo a ellas sujeto y el repartymiento que destos pueblos e provincias se hizo por Motecuhzoma en los señores principales desta cibdad y del feudo que le daban cada uno de los encomendados de los tributos de los pueblos que tenia y la traza que llevó en el dicho repartimiento e cómo trazó los pueblos e provincias para ello y de aquí vinieron estos servicios personales e domésticos y no fué cosa que los españoles nuevamente pusieron y suscesive a esto el repartimiento que el Marqués del Valle hizo de los dichos pueblos e provincias e los que demás gobernaron.

      Es evidente que el manuscrito referido no comparte en varios elementos con el Mendocino. Sabemos, a partir de los estudios que Bruce Barker-Benfield ha llevado a cabo sobre el papel y la encuadernación del manuscrito y que ocupan el capítulo 3 de este volumen (2020, 56) que el manuscrito muestra evidencia de no haber sido empastado sino hasta el siglo XVII. Asimismo, los contenidos del manuscrito descrito por López —como las batallas entre españoles y mexicas, las trazas (planificación) de pueblos y provincias, o el repartimiento de estas y sus contribuciones a la nobleza tenochca— no reflejan aquellos del Mendocino. Finalmente, si bien sabemos por medio de varias fuentes —como las cartas que Mendoza envía a su hermano don Diego y que son publicadas por Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia natural y general de las Indias— que el virrey Mendoza deseaba compilar información sobre Nueva España, estas mismas fuentes indicarían que el virrey no estaba simplemente encargando textos para enviarlos a España, sino que esperaba ser el autor de algo cuyo alcance y envergadura serían más amplios de lo que ofrece el Mendocino. Fernández de Oviedo ([1532] 1959) cita el tema de la historia de México a partir de escritos de Mendoza en dos ocasiones:

      Escribe el dicho [virrey Mendoza] á don Diego, su hermano, que la fundaçion de Temistitan fué desta manera: Que vino de la parte del Norte háçia la provinçia de Panuco un capitan que llamaban Orchilobos, con quatrocientos hombres bien ordenados á su modo, con armas de plata é oro, estando los de México en Guerra con los de Tascala, é que se metió á ayudar á los de México en la Guerra, los quales por su industria y esfuerço fueron vençedores; é que viendo el lugar aparejado en una laguna que allí era, la qual tenia una estrecha entrada de peñas, que yba á una isleta ó roca de peña que estaba quassi isla enmedio de la laguna, començó á habitar con su gente, é hiço una pequeña torre de piedra, que despues quedó por templo mayor de Orchilobos consagrado á su nombre: en la qual se recogia, é de allí poco á poo fué mandando é sojuzgando los veçinos hasta haçerse señor de México; y en las provinçias comarcanas fué allegando assi pobladores hasta que la habitaçion cresçió en forma de cibdad. (4:103-4)

      ... Quanto á lo que, señor, deçis que os enviaron de Veneçia una relaçion, que yo envie á Su Magestad de algunas cosas de las desta tierra,