el cual, en ausencia de evidencia contundente de la conexión entre el manuscrito y el virrey, el historiador ve aquello que desea ver y construye una identidad para el manuscrito con el fin de validar sus propias metas.
Apenas cinco años después de la declaración de independencia de los Estados Unidos, salía al público la Historia antigua de México del jesuita Francisco Clavijero. Esta fue publicada inicialmente en italiano como la Storia Antica del Messico, debido a que la Compañía de Jesús había sido expulsada de los territorios de la corona española desde 1767 y Clavijero, junto con otro grupo grande de jesuitas, se había instalado en Boloña. En Italia y con el patrocinio de un número importante de notables seculares y eclesiásticos, cuyos nombres incluyó en las primeras páginas de la Storia, Clavijero pudo sacar a la luz su obra por primera vez.
La organización de los diez libros que constituyen la Storia siguió las normas y preceptos de la escritura histórica durante la Ilustración. Esta buscó ser objetiva, contar con amplio fundamento documental de fuentes autoritativas y estructurar la narrativa como una secuencia ascendente evolutiva: desde una descripción del entorno natural de México hasta un grupo de “disertaciones” en las cuales se discuten las virtudes y, más frecuentemente, defectos de las obras que ilustrados extranjeros habían escrito acerca de México, particularmente el escocés William Robertson. Para contextualizar la identificación que hace Clavijero de Antonio de Mendoza, como el responsable por el manuscrito y entender la función que el manuscrito, una vez identificado, cumple en la obra de Clavijero; la presente sección pide que nos enfoquemos en particular en las declaraciones, tanto explícitas como implícitas, que hace Clavijero en las páginas de título, dedicatoria, introducción y bibliografía de la Storia.
En la dedicatoria de la Storia a la Universidad Pontificia, Clavijero (1780, 2:iii–iv, vii) declara explícitamente que, al ser mexicano, él tiene autoridad para hablar sobre la historia de su nación; el haber estudiado la historia de su pueblo de primera mano, puede decidir sobre el mérito de las obras que han sido escritas sobre México y corregir los errores que estas contuvieran. Asimismo, califica su obra como un esfuerzo gallardo efectuado para beneficio de su patria a pesar de las calamidades que le han acaecido. Finalmente, dice, su trabajo es evidencia del amor sincero y veneración que siente por su patria. Este tema es reiterado en la introducción del libro donde además deja en claro que con esta obra busca devolver a su patria el esplendor que una turba de escritores modernos de las Américas había turbado (2:1). El rol que Clavijero dice cumplir como defensor de la verdad acerca de su patria es fundamental para entender las decisiones que toma para la composición de su obra, como son la selección de fuentes y el establecimiento de un arco narrativo. Y es, por esta razón, que es importante considerar una declaración que hace Clavijero y que puede pasar desapercibida pero que arroja luz sobre su proceso.
Desde un inicio en la obra, podemos ver que la perspectiva desde la que Clavijero dice escribir es la de la objetividad. El título de la obra en su primera edición es Storia antica del Messico y su subtítulo es Cavata da’migliori storici spagniuoli e da manuscriti, e dalle pitture antiche degl’indiani, que ha sido traducida como Historia antigua de México: Sacada de los mejores historiadores españoles y de los manuscritos y de las pinturas antiguas de los indios. Deseo llamar la atención a la palabra italiana cavata, traducida al español como sacada.17 Si bien cavare puede ser traducida como sacar, también significa obtener, extraer. Al sacar o extraer algo, el autor se asume como medio para la obtención del objeto, en este caso aquello que se encuentra en una fuente, y advierte de manera implícita que no ha habido manipulación o interpretación. Así, a lo largo de los diez libros de la Storia, con excepción de las disertaciones —en donde Clavijero sí ofrece sus propios argumentos— el lenguaje que utiliza, así como el estilo de su redacción, daría la ilusión de que la relación que establece con sus fuentes es la de un vehículo para que estas transmitan su contenido. Siempre en su redacción podemos identificar que son las ideas y recolecciones de sus fuentes las que priman y no las suyas. De esta manera, podemos considerar la profusión de pies de página, cuadros, mapas y listas comparativas que ofrece Clavijero como más que simples receptáculos de reflexiones al margen, referencias o reconocimiento de autoría, sino que llevan consigo la estructura misma de la obra y establecen un verdadero locus de la autoría de la Storia. Son las fuentes lo importante, no el compilador.
Esta observación es importante por cuanto vemos que Clavijero hace una diferencia consciente entre la naturaleza de sus acciones versus aquellas de los autores de las fuentes que cita. Así, cuando decide relacionar a Antonio de Mendoza con el manuscrito, usa un verbo que implica una posición más participativa en cuanto a los contenidos de la obra. En el título que asigna al manuscrito, “La raccolta di Mendoza”, la palabra activa es raccolta, que se traduce al español como colección. El acto de racogliere, que se traduce al español como recoger, cosechar, coleccionar implica una posición distinta a cavare, pues implica que el individuo escoge y compone aquello que ha sido raccolto, coleccionado. Así, “La colección de Mendoza” no es simplemente un conjunto de imágenes y textos que el virrey recibió o consiguió, sino un documento sobre el cual él tuvo influencia, como bien lo anuncia en su texto Clavigero (1780, 2:22) cuando dice lo siguiente:
La Raccolta di Mendoza. Così chiamiamo la collezione di 63 pitture messicane fatta far dal primo Vicerè del Messico D. Antonio Mendoza, alle quali fece aggiungere da persone intendenti la loro interpretazione nelle lingue Messicana, e Spagnuola per mandarle all’Imperatore Carlo V.
El rol de Clavijero y de Mendoza, en cuanto a sus respectivos manuscritos, no podría ser más opuesto. Uno es el intermediario en una empresa bibliográfica que busca transmitir la verdad que, en su opinión, ha sido enlodada por autores extranjeros y, como tal, actúa como vehículo para que la voz de autores veraces pueda ser escuchada y así devolver el esplendor a la historia de su patria. El otro es en cambio un sujeto activo en la recolección de información sobre México, es el creador de una fuente primaria. Esta idea nos permite considerar al Mendocino en el contexto de las fuentes bibliográficas que Clavijero anuncia al inicio de su obra y sugerir que la función del documento va más allá de lo que podría ser otra fuente bibliográfica.
La bibliografía de Clavijero
Inmediatamente después de la “Introducción”, Clavijero cita 47 fuentes que divide en dos categorías: historias escritas por autores europeos y mexicanos, y colecciones de pinturas, o sea, libros mexicanos pictográficos. El Mendocino forma parte del segundo grupo.
Como podemos ver en la tabla 2, Clavijero organiza sus fuentes textuales de forma cronológica. Así, empieza con Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo, dos autores conocidos que fueron actores de la conquista, y termina con los textos de Boturini, notable historiador y coleccionista del siglo XVIII. Pero la forma en que Clavijero organiza los manuscritos pictográficos mexicanos en esta bibliografía parecería ser distinta. En esta lista Clavijero cita cinco manuscritos pictográficos, a los que se refiere como colecciones de pinturas de utilidad para la escritura de la historia de México (Clavijero 1780, 2:22). Cuatro de estos fueron presentados como antigüedades prehispánicas cuando, de hecho, contenían elementos coloniales, arrojando luz sobre el sesgo con el que Clavijero entendía este material y el valor que quiso darle en el contexto de su bibliografía: fuentes primarias de autoridad incuestionable por su origen.
La quinta fuente de esta lista nos ocupa en este ensayo. Pese a que Clavijero la juntó con documentos de origen prehispánico, en ningún momento pretendió en su explicación que esta fuera otra cosa que un manuscrito colonial. Lo interesante en esto es, una vez más, no solamente el qué sino el cómo. De manera contraria a la forma en que Clavijero organizó sus fuentes históricas, al presentar el Mendocino al inicio de su lista de material prehispánico, Clavijero revierte conscientemente el principio cronológico que parecería haber guiado la presentación de su bibliografía y resalta efectivamente el manuscrito colonial que acaba de bautizar.
Así, la bibliografía de la Storia de Clavijero toma la forma de un gran espejo con las obras textuales organizadas en una progresión cronológica del siglo XVI al XVIII, mientras que las obras pictográficas siguen una organización cronológica en reversa. De esta manera, el Mendocino, documento colonial que incorporaba material textual y pictográfico fruto del encargo del primer virrey de Nueva España,