Diego René Gonzales Miranda

Identidad Organizacional


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en la misma forma en que se narra la identidad de los personajes de un relato, donde estos se comprenden por medio de la trama, lo que les sucede, los propósitos y proyectos que adoptan y aquello que hacen. De manera similiar, el individuo genera un sentido de identidad personal al recitar relatos de lo que ha sido su vida. En ambos casos, la identidad no es una estructura fija o una sustancia, sino algo cambiante y móvil, y toma lugar en el movimiento del relato, en la dialéctica entre el orden y el desorden, en el encadenamiento de los episodios de un relato y otro (Ricoeur, 1996).

      La identidad narrativa opera como mediación entre la identidad social y la singularidad del individuo; al contar la historia se está articulando estos dos polos aparentemente opuestos. El mismo autor afirma que los humanos se apropian del tiempo mediante la narración, la cual trata de cursos de acción organizados en determinadas tramas narrativas. Puesto que cada cultura tiene un repertorio de relatos distintos, la identidad narrativa comprende un aprendizaje de distintas historias y la apropiación de aquellos elementos adecuados para contar la historia.

      Bruner (1991) examina estas ideas para explicar la forma en que las narrativas personales engarzan con aquellas proporcionadas por cada cultura. Sostiene que los individuos, al construir significados y narrativas, utilizan sistemas simbólicos que les preceden, los cuales se encuentran arraigados en el lenguaje y en la cultura; sistemas que constituyen un tipo de herramientas culturales que hacen del usuario un partícipe de la comunidad. Igualmente, afirma que el sentido de la agencia del yo deriva de la sensación de poder iniciar y llevar a cabo actividades por su cuenta. Lo que caracteriza a la persona humana es la construcción de un sistema conceptual que organiza un registro de encuentros agenciales con el mundo, un registro que está relacionado con el pasado, pero que también está extrapolado hacia el futuro. La habilidad para construir narraciones y entenderlas es crucial en la cimentación de las vidas y de un lugar para enfrentar el mundo del individuo.

      Ya en el ámbito organizacional, Czarniawska (1997a) analiza la responsabilidad del sector público para interrogar la eficiencia de las prácticas de negocios (cultura de la empresa). Con base en un estudio longitudinal en organizaciones públicas en Suiza, la autora muestra cómo la identidad se despliega (desarrolla) mediante procesos narrativos, emergiendo a partir de la interacción entre los actores. Siguiendo a esta autora, la identidad es un continuo proceso de narración donde tanto el narrador como la audiencia formulan, editan, apluden y rechazan varios elementos de las producciones narrativas; presenta un caso de responsabilidad organizacional que implica amenazas a la identidad de forma externa (es un trabajo paralelo al de Dutton y Dukerich (1991) y Elsbach y Kramer (1996)); y expone una versión dinámica de la identidad en las definiciones y re-definiciones sobre franqueza, diferenciación, reflexitividad e individualidad. Su trabajo se podría considerar como un complemento al de Hatch y Schultz (2002).

      Alvesson y Willmott (2002) muestran las maneras o formas que usan los managers de la cultura para transformar la identidad organizacional a través de una identidad regulada, esto es, actos que definen a la persona, su moral y valores, conocimiento y técnicas; caracterización del grupo, reglas de juego y la construcción social dentro del contexto de la organización. Para los autores, estos intentos por regular la identidad están siendo realizados mediante prácticas discursivas donde el énfasis está en el uso de sofisticados discursos para influir en los sentimientos de los trabajadores, ello a través de una identidad con el trabajo y de la influencia organizacional de narrativas para formar, reparar, mantener, fortalecer o revisar sus sentimientos del yo. El punto central de los autores es la manera en que la identidad sirve como regulación y opresión en las organizaciones, a la vez que consideran también cómo los procesos de regulación sirven para liberar a individuos que trabajan en una nueva área, flexible y descentralizada. En este tipo de organizaciones se promueve la microemancipación de los nuevos empleados por buscar redefinir su trabajo, técnicas y valores organizacionales, con sus propios propósitos.

      La segunda forma es la IO entendida como un discurso (Whetten, 2006), o, dicho de otra manera, la construcción por medio de narrativas de aquello que es central, duradero y distintivo en una organización (Albert y Whetten, 1985). Es una conversación que se construye socialmente y puede incluir individuos internos y externos (Brown, 2006; Hatch y Schultz 2002; Scott y Lane, 2000a); al respecto, Sillince y Brown (2009) afirman que es un constructo social retórico en donde las organizaciones representan lo que los directivos quieren o dicen que es.

      McAdams (1996) afirma que las identidades narrativas que construyen las personas representan los esfuerzos por llegar a un acuerdo “con el pasado reconstruido, con el presente percibido y con el futuro anticipado” (p. 307), en el sentido de proporcionar un sentido de unidad, y mejorar las contradicciones y multiplicidades de la modernidad. Sin embargo, para Brown y Humphreys (2006) tales unidades son esencialmente contigentes y frágiles, espacios temporales de clasificación. Para Beech (2008) el proceso de construcción identitario es el resultado de una combinación de escribirse uno mismo, estar escrito por otros y tratar de escribirse uno mismo en la historia de los otros. Para Clarke, Brown y Hope Hailey (2009), en cambio, las identidades están a disposición de los individuos en forma subjetiva mediante autonarrativas que operan a través de monólogos internos y por medio de la interacción con los otros. También es un proceso de absorción y personalización de una narrativa general (Coupland y Brown, 2004; Slay y Smith, 2011) limitada por la estructura de la duración de dicha narrativa (Gabriel, 2003).

      Ybema (2010) se acerca a la identidad a partir del discurso buscando trasladar la teorización de la relación entre las categorías temporales, la identidad colectiva y el cambio organizacional. Para este autor, el eje central de análisis y de exploración reside en la manera en que las personas construyen su identidad colectiva en el discurso organizacional cotidiano. En este sentido, para Ybema et al. (2009), y Ellis y Ybema (2010), el análisis del discurso de la identidad abarca una amplia variedad de métodos y enfoques, pero como mínimo, un marco o perspectiva discursiva de identidad situada y constituida por las prácticas de hablar y escribir. El énfasis está invariablemente en cualquier discurso de la identidad (Hardy, Lawrence y Grant, 2005; Thomas y Linstead, 2002), en hablar de identidad (Snow y Anderson, 1987) o de narrativas de identidad (Brown, 2006; Czarniawska, 1997a; Thomas y Davies, 2005).

      El discurso de la identidad es fundamental en los intentos de establecer, legitimar o desafiar las relaciones dominantes de poder y estatus (Ball y Wilson, 2000). De este modo, para Ybema et al. (2009), el posicionamiento discursivo subraya la idea de que la construcción de la IO puede ser una medida de lo neutral o benigno, en donde participan las emociones, los juicios y aprobaciones, es decir, dicho proceso de construcción implica maniobras sociales y juegos de poder.

      La construcción de la IO es un proceso cognitivo permanente, iterativo, encarnado por los empleados, quienes se basan en múltiples modalidades para asimilar la realidad organizacional, con la capacidad de acercarse a ella de diversas maneras, que evocan a la vez diferentes perspectivas a partir de tal experiencia (Harquail y King, 2010). Para ello, un miembro de la organización se basa en el procesamiento, examinación, interpretación y expresión de la información incorporada, que es formal y no formal, oficial y no oficial, simbólica y material, así como la información que se comparte es colectiva, interpersonal y específica a ese individuo. Junto con esto, la conceptualización que construye cada individuo se configura no solo a partir de estímulos físicos y experiencias, sino tambien de hábitos socialmente construidos y de las acciones intencionales de gestión para elaborar ciertas creencias acerca de lo que es una organización (Humphreys y Brown, 2002a).

      A pesar de existir una serie de estudios sobre la construcción de la IO (por ejemplo, Fiol, 2002; Humphreys y Brown, 2002b; Coupland y Brown, 2004; Denissen, 2010; Brown y Lewis, 2011) y de que algunos investigadores se ocupan de cierta faceta sobre la formación de identidad en las organizaciones (Clegg, Rhodes y Kornberger, 2007; Corley y Gioia, 2004; Czarniawska y Wolff, 1998), no ha habido ningún estudio exhaustivo acerca de cómo las identidades organizacionales se forman en sus inicios (Gioia, Price, Hamilton y Thomas, 2010). Para estos últimos autores, solo tres trabajos han estudiado la formación per se: Czarniawska y Wolff (1998); Clegg,