Mónica Alvarez Segade

Nacido para morir


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Hunter?

      —Sí, claro.

      Pero Hunter no parecía muy convencido. Me sentí culpable, pero no dije nada.

      —Bien, ¡pues todo arreglado! —exclamó alegremente Lorelei—. Quedamos el viernes en el aparcamiento después de los entrenamientos.

      Y sin esperar a que Kyle y Hunter se lo confirmaran, ambas se levantaron y se fueron.

      —¡Sí! —exclamó Kyle, haciendo un gesto de triunfo con el brazo. Jeremy le palmeó la espalda, dándole la enhorabuena.

      —Tío, ¿por qué le has dicho que no a Stella? —quiso saber Hunter.

      —No es mi tipo —respondí encogiéndome de hombros.

      No había tenido un tipo hasta el momento, pero en los últimos días habría dicho que mi tipo era alta, delgada, pelirroja y muerta.

      —¡Pero si es el tipo de todo el mundo! —exclamó Jim.

      —Pues haberle pedido tú una cita —repliqué.

      Al oír eso, Kyle se echó a reír a carcajadas, como si yo hubiera contado el chiste más gracioso del mundo.

      —¿Jim y Stella? ¿En una cita? —dijo en cuanto pudo parar de reír—. ¡Qué gracioso eres, Ben!

      —Pues no veo por qué no —dije.

      —Las animadoras no se juntan con los frikis —afirmó categóricamente Kyle—. Es como una norma no escrita, o algo así.

      —Tampoco es que ella me guste —se defendió Jim—. Solo digo que es guapa, nada más.

      —A lo mejor el tipo de Ben es otro más… musculoso —apuntó Jeremy.

      —¿Estás insinuando algo? —inquirí.

      —Quien se pica, ajos come —replicó Jeremy, encogiéndose de hombros.

      —Danny es gay, lo dice por eso —me susurró Hunter en un tono bastante audible.

      —La verdad es que se te veía muy cómodo con Danny ayer —comentó Kyle.

      —Bueno, para empezar, ni siquiera sabía que Danny es gay. Para continuar, es una persona muy agradable, así que no veo por qué iba a sentirme incómodo. Y para terminar, estamos en 2018, tío, esa es una actitud muy rancia y homófoba —dije.

      Pero Kyle no pudo replicarme, porque en ese momento sonó el timbre. Por una vez, me alegré de volver a clase, aunque mi humor empeoró por momentos cuando, tras entregarle los trabajos de Historia Americana, el señor Jenkins volvió a la carga con sus explicaciones a la velocidad del rayo. Al terminar la clase, me dolía tanto la mano que me planteé aprender a lanzar con la izquierda.

      Tras las clases, los chicos me preguntaron si quería ir al mercado cubierto, pero decidí que era mejor irme a casa a hacer los deberes, así que decliné la oferta. Aunque me venía bien el ejercicio físico y no pensar, había algunas tareas en las que iba un poco retrasado, sobre todo en Inglés. ¿Quién demonios sabía componer un soneto? Claro que habíamos leído y despedazado en clase varios ejemplos de varios autores, entre ellos el mismísimo Bardo, pero eso no me capacitaba (ni a casi ninguno de mis compañeros) para escribir un soneto decente.

      Decidí dejarlo para el final, justo después de los ejercicios de Precálculo. Cuando ya no me quedó más remedio que ponerme con Inglés, miré de nuevo los apuntes en un intento por refrescar mi memoria. Había escrito «El soneto tiene la siguiente estructura: ABAB, CDCD, EFEF, GG». Como si eso me sirviera de algo.

      De todos modos, ¿qué había que valiese la pena escribir sobre ello? Pensé en el baloncesto o en Nueva York. Seguramente ya se hubieran escrito cientos de poemas mejores de lo que yo podía hacer sobre mi ciudad natal, y nunca había oído hablar de un poema deportivo, por lo que tampoco tenía ejemplos de los que tirar. Durante una milésima de segundo consideré a Evelyn como objeto de mi poema, pero enseguida descarté la idea.

      Aun así, intente escribir mi soneto. Los siete primeros intentos versaban sobre Nueva York, pero no conseguía pasar del primer renglón. Los ocho siguientes intentaron tratar de baloncesto, pero tampoco conseguí nada. Me fui a la cama cuando me di cuenta de que eran las doce y no había escrito nada que no me hiciera querer esconder la cabeza bajo tierra de la vergüenza, cual avestruz de dibujos animados.

      Al día siguiente la señora Mason preguntó:

      —Muy bien, ¿alguien desea leer su soneto? —Nadie levantó la mano en un principio—. Vamos, no sean tímidos. Señor Glass, ¿por qué no empieza usted?

      Charlie suspiró, pero leyó su soneto, que trataba sobre su gato. El chico del piercing en la ceja, que al parecer se llamaba Tate, había escrito sobre la muerte de su abuelo, que había agonizado durante seis largos meses. Incluso Stella leyó el suyo, un soneto sobre la amistad.

      —¿Y usted, señor Connor?

      —No lo tengo. No sabía sobre qué escribir —mentí.

      —Bloqueo del escritor, ¿eh? Bueno, como ha sido sincero no le suspenderé en este ejercicio, pero solo si me entrega en la próxima clase una redacción de trescientas palabras acerca de por qué no ha podido escribir su soneto.

      —Sí, señora.

      En Historia Americana, el señor Jenkins nos devolvió los trabajos corregidos; me había puesto una B. No estaba mal para empezar, pero tendría que mejorar las notas si no quería problemas en casa y la verdad es que no me apetecía discutir con mi padre otra vez.

      Entrenamientos, deberes, castigo… No me quedaba casi tiempo libre y hacía semanas que no hablaba con Chris o alguno de los otros. El domingo me sentía solo, así que fui a casa de Hunter y, mientras jugábamos al Guitar Hero, le pregunté sobre su cita del viernes con Stella.

      —Fue un desastre —dijo él, poniendo pausa al juego—. Era obvio que ninguno de los dos estaba allí con la persona que quería y, para colmo, Lorelei y Kyle empezaron a discutir y al final ella le dio una bofetada y se marchó. Después de eso, llevé a Stella a casa y vine a la mía.

      —¿Lorelei y Kyle discutieron? —repetí—. ¿Por qué?

      —Empezaron a flirtear y todo iba bien, pero al parecer Kyle fue demasiado rápido y eso no le gustó nada a ella —explicó Hunter.

      —¿A qué te refieres con «demasiado rápido»? —quise saber, marcando las comillas en el aire.

      —Creo que cuando la besó le puso la mano en el muslo —explicó Hunter—. No lo vi, porque la mesa estaba en medio, pero por su reacción diría que fue eso.

      —Entiendo.

      —Kyle le pidió que fuera al baile de Halloween con él, y dijo que sí, pero creo que eso lo cancela —rio Hunter.

      —Seguro —me reí también.

      —Creo que le gustas a Stella —comentó él—. Pero de verdad, ¿sabes?

      —No tengo tiempo para citas.

      —¿Tenías una novia en Nueva York? —quiso saber Hunter.

      —No recientemente, pero sí, la tuve —expliqué.

      —Ya… Deberías darle una oportunidad a Stella, es bastante maja.

      —Quizá le pida que sea mi pareja para el baile —dije al fin—. ¿Tú con quien vas a ir?

      —En grupo con los chicos —replicó Hunter encogiéndose de hombros—. Charlie probablemente lleve a su hermana, como siempre, y Jim no suele pedírselo a nadie, así que les haré compañía.

      —¿Charlie suele llevar a su hermana a los bailes? ¿Por qué?

      —Es cosa de la señora Glass —dijo él—. Supongo que ser la hija del jefe de policía espanta a los chicos; así que, para que no se quede sin pareja, Charlie la lleva a todos los bailes.

      —Pero