Gabriela Rodríguez Rial

Tocqueville en el fin del mundo


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o Mitre, por estar geográficamente alejados de los espacios de reunión, a lo que en caso del segundo se suma su juventud, van a ser menos dominantes que lo que serán a posteriori. La situación de Echeverría es particularmente llamativa porque, si bien va ser el referente intelectual del Salón Literario al organizar un ciclo de lecturas, recién se vincula activamente con los espacios de sociabilidad generacional a fines de 1837. Por ello, su rol no es tan importante como en el período subsiguiente.

      La segunda etapa va de 1838 a 1844 y es el período en que la mayoría que se sentían próximos a la joven generación se exilian a Uruguay (Montevideo, básicamente), Chile (Santiago o Valparaíso), Perú, Ecuador y, un grupo menos numeroso, a Europa (sobre todo a España) por sus crecientes desavenencias con la política de Juan Manuel de Rosas. Es el momento donde las tensiones entre el rosismo y la Joven Generación, en ese tiempo ya no tan joven, son más fuertes. Muchos de sus miembros se alían con los ex unitarios y con el general Juan Lavalle, para derrocar militarmente al gobernador de la provincia de Buenos Aires. Con ese fin, los miembros de esta alianza no dudan en buscar el apoyo de los gobiernos inglés y francés para que envíen flotas para forzar a la Confederación Argentina a liberar el acceso a los ríos y debilitar el apoyo que esta última daba al sitio a la ciudad de Montevideo liderado por Manuel Oribe.27 En esta etapa, Sarmiento y Echeverría empiezan a consolidar sus posiciones en el campo y la red, lo mismo que Bartolomé Mitre, Juan Carlos Gómez, que favorece el acceso de los emigrados desde Buenos Aires a la prensa uruguaya. Alberdi, Gutiérrez y López mantienen sus posiciones, aunque estos últimos tienen más contactos personales y epistolares que el tucumano. Mientras Quiroga Rosas, fundador de la filial sanjuanina de la Asociación de Mayo, desaparece literalmente, Piñeiro como editor de El Mercurio motoriza la carrera de publicistas de no pocos exiliados en Chile.

      Entre 1844 y 1850, la relación entre el rosismo y los emigrados –así se denominaban a los opositores en el exilio– entra en un impasse: la represión interna del régimen es menor, y los exiliados critican, a través de la prensa, pero no toman las armas. En ese lapso, sendas figuras representativas de la Generación 1837 viajan por Europa y América (norte y Sudamérica) y cambian de lugar de residencia. Varios pasan de Montevideo a Santiago de Chile o Valparaíso, y otros, los menos, hacen el camino inverso. Esta es la tercera etapa que culmina con la Batalla de Caseros, el 2 de febrero de 1852, cuando un ejército Grande, de varias provincias coaligadas (Corrientes, Entre Ríos, por ejemplo), con el apoyo del imperio brasileño, el gobierno de Montevideo y gran parte de los emigrados, vence al gobernador de Buenos Aires. Rosas renuncia a su cargo y parte a Inglaterra. En esta etapa, la publicación de Facundo (1845), su viaje a Europa y Estados Unidos pasando por Montevideo donde conoce personalmente a Echeverría y María Sánchez, entre otros, y su intervención constante en el campo político chileno a través de su labor periodística, hacen de Sarmiento una figura dominante a nivel de los fundadores de la sociabilidad generación.

      A partir de 1852 hasta fines de la década de 1880, se inicia el último período de la sociabilidad Generacional. Aunque no funcionen políticamente como un colectivo homogéneo, los vínculos persisten hasta tal punto que dos de los miembros de la Generación de 1837 alcanzan la presidencia, Mitre en 1862 y Sarmiento en 1868. El elenco gubernamental de estas dos presidencias está compuesto por varios de los que habían participado de los espacios de socialización de la década de 1830. Y, lo que es más importante, desde la perspectiva teórico política que plantea este libro, todavía compartían la aspiración de entender la política argentina con una perspectiva muy informada por la ciencia política tocquevilliana que abrazaron en su juventud.

      Dejando de lado las diferencias de personalidades que facilitaron o dificultaron algunos vínculos interpersonales, el conflicto entre la Confederación Argentina, institucionalizada por la constitución de 1853, y la provincia de Buenos Aires, que no forma parte del gobierno nacional entre 1852 y 1862, es el acontecimiento que más división produce dentro de Generación de 1837. Mientras que algunos de sus miembros apoyan a la Confederación y hasta son ministros como Gutiérrez (ministro de Relaciones Exteriores) o Mariano Fragueiro (ministro de Hacienda), otros se muestran favorables a la autonomía del Estado de Buenos Aires y cumplen roles claves dentro de este sistema político.28 Esta división es mucho más radical que otras, por ejemplo, la que se produce entre quienes tienen una mirada más crítica del rosismo y quienes intentan en algún momento acercarse al líder de esa facción política para convencerlo de adoptar las ideas de esta juvenilia que se organiza como asociación político cultural a fines de la década de 1830. Por ese motivo, algunos de los estudios de la sociabilidad política de la Generación de 1837 consideran que luego del fin del sistema político rosista, este grupo político intelectual desaparece como colectivo (Molina, 2000). Nuestras investigaciones nos llevaron a sostener la tesis opuesta: la Generación de 1837 sobrevive al rosismo. Aunque a partir de 1852 algunas personalidades individuales pesen más que la identidad grupal común, el identificarse con este colectivo generacional facilita el acceso a posiciones valoradas dentro de los campos políticos y culturales.

      Ciertamente, las diferencias y distanciamientos políticos e ideológicos son más notables cuando quienes forman parte de la Generación de 1837 empiezan a transitar los años de madurez política e intelectual. Sin embargo, para quienes ocupan posiciones más periféricas o menos centrales dentro de este colectivo intelectual generacional, la pertenencia a la Generación de 1837 es un capital social, es decir, un conjunto de las relaciones sociales que dispone un individuo o un grupo que le costó trabajo adquirir y mantener (Bourdieu, 1980: 2-3), del que se puede sacar provecho para tener algún tipo de influencia en el campo político y cultural entre 1850 y 1880.

      Una sociabilidad no implica siempre relaciones de amistad, aunque entre los miembros de la Generación de 1837 sí las hubo. Algunas de ellas nacieron de encuentros fortuitos entre niños que compartían sueños y gustos como Alberdi y Cané mientras que otras se basaron en la complementariedad de personalidades diferentes, cuando no opuestas. Tal fue el caso de Aberastain con Sarmiento, y los pocos momentos de su vida en los que este último tuvo una relación de cierta fraternidad elegida con Alberdi.29 Por ello, se puede decir que la explicación que da Émile Durkheim (2016: 149-150) en La División del trabajo social de las formas en que surge la amistad, se aplica bastante bien a este caso:

      Todo el mundo sabe que amamos a quien se nos parece, a quienquiera piense y sienta como nosotros. Pero el fenómeno contrario no se encuentra con menos frecuencia. Ocurre muy a menudo que nos sentimos atraídos hacia personas que no se nos parecen, precisamente porque no se nos parecen. Estos hechos son en apariencia tan contradictorios que, en todos los tiempos, los moralistas han dudado acerca de la verdadera amistad y la han derivado tanto de una causa como de otra causa.

      Quizás por rasgos de personalidad, solían ser más conciliadores, Frías y Gutiérrez,30 quienes tuvieron más amigos entre los miembros de la Generación de 1837, aunque ambos estuvieron severamente enfrentados cuando el gobernador de Santa Fe entre 1865-1868, Nicasio Oroño, promueve en una legislación que favorece la laicidad del estado provincial que el primero rechaza y el segundo aprueba. Pero, además de este rasgo subjetivo, Gutiérrez fue, junto con V. F. López, quien cambió más de lugar de exilio en la década de 1840 y, por eso, se ocupó de mantener contactos epistolares fluidos con gran parte de los integrantes de esta red social. En los momentos de mayor tensión política, por ejemplo, en los conflictos entre Buenos Aires y la Confederación, o cuando Alberdi (2002a: 21, 159-161, 195, 200-201, 215, 226-227, 263, 281, 323) hace una crítica demoledora de las presidencias de Mitre y Sarmiento, Gutiérrez les escribe a todos para recordarles el valor de aquella fraternidad que los unió. Por ello, Gutiérrez31 fue el amigo que compartían los miembros de la Generación de 1837 en los momentos en que se sentían más distanciados entre sí por controversias políticas e intelectuales. Y, en un sentido más teórico pero no menos ligado a la emoción, también lo fue Alexis de Tocqueville, a quien leyeron tempranamente pero cuyas enseñanzas no renunciaron ni al final de sus trayectorias intelectuales.

      Al comienzo del capítulo se distinguió analíticamente entre tres tipos acepciones de sociabilidad: como categoría o herramienta heurística de la historia política, como término nativo del