Gabriela Rodríguez Rial

Tocqueville en el fin del mundo


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firmados por Pierre Leroux, Carnot y Reynaud. Como son muy similares a varias referencias que aparecen en La Moda, llegamos a pensar que esta publicación había operado como una especie de intermediaria. Sin embargo, al ser Quiroga Rosas el propietario de uno de los ejemplares de la revista francesa de donde se inspiraron los articulistas de ambos semanarios, es también factible que los colaboradores de la publicación que fue editada en San Juan en 1839 hayan tenido acceso de primera mano a la revista francesa.

      Una parte importantísima de la obra de Sarmiento corresponde a los artículos que escribió en la prensa chilena entre 1840 y 1850, que ocupan varios tomos de sus obras completas. Su rol como articulista en El Mercurio de Valparaíso, donde se desempeñó entre principios de 1841 hasta noviembre de 1842 y en El progreso, donde colaboró hasta 1845, además del hecho de haber sido director de El Nacional, publicación creada para apoyar al candidato conservador a la presidencia de Chile Manuel Bulnes Prieto en 1841, permitió al sanjuanino relacionarse de manera directa y cotidiana con varios miembros de la Generación de 1837 que él no había tratado personalmente antes por no haber estudiado en Buenos Aires. Así conoce a Vicente Fidel López, Juan María Gutiérrez, Félix Frías y a los hermanos Rodríguez Peña y Miguel Piñeiro. Este último, aunque muerto prematuramente en 1846, resulta de vital importancia porque en su carácter de redactor en jefe de El Mercurio, cuyo puesto luego Sarmiento abandonó por desavenencias con su nuevo dueño, Santos Tornero, habilitó a esta publicación como espacio de expresión de los emigrados argentinos que llegaron a Chile a partir de 1843.

      Gracias a haber trabajado de manera conjunta en El Iniciador, mejoró la relación de la Generación de 1837 con los unitarios que los recibieron en Montevideo, en especial los hermanos Varela, que habían sido muy críticos de los discursos de apertura del Salón Literario. Sin embargo, este vínculo fue siempre bastante tenso y complejo, como veremos en la próxima sección. Después de 1852, si bien las empresas periodísticas solían agrupar a quienes se alineaban con alguna facción o liderazgo político, por ejemplo, el mitrismo, siguieron siendo ámbitos donde se reencontraron como colaboradores viejos camaradas de juventud que se habían distanciado por sus posiciones respecto de las presidencias de Justo José de Urquiza (1854-1859), Santiago Derqui (1860-1861), Bartolomé Mitre (1862-1868), Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874) y Nicolás Avellaneda (1874-1880).17

      Como dice Willian Katra (1996: 7), la Generación del ’37 fue, tal vez, el más articulado y auto-consciente grupo de intelectuales latinoamericanos del siglo XIX. Ellos fueron protagonistas de las luchas crueles que permitieron la formación del Estado nación argentino en la segunda mitad del siglo. Pero también dieron su testimonio por escrito de esos importantes acontecimientos en los que estuvieron involucrados. Al leerlos, comprendemos las transformaciones económicas, sociales e ideológicas que se produjeron entre 1830 y 1880 y las tensiones de un proceso de modernización que todavía impactan a la sociedad y al sistema político de la Argentina en el siglo XXI.

      Tanto quienes analizan la sociabilidad de la Generación de 1837 desde una perspectiva histórico política, relativamente deudora de los trabajos de François-Xavier Guerra ([1985] 2012: 126-181), como quienes reivindican el uso de la sociología de los campos de Bourdieu para el análisis cultural (Myers, 2005: 19), se debaten acerca de cuál es el colectivo de identificación más apropiado. “Escuela”,18 “red romántica”, “juvenilia”,19 “estudiantina”, “asociación”, son términos que han sido utilizados recurrentemente y no sin contradicciones en diferentes textos que se refieren a este período de la política y el pensamiento político argentino. Al igual que Katra (1996) y Weinberg (1958), por sólo mencionar dos ejemplos representativos de quienes adoptaron esta perspectiva analítica, en este libro hemos priorizado el vocablo “generación”. Y esta elección radica en tres motivos.

      El primero de ellos es que junto con “juventud”, “generación” fue el colectivo de identificación más usado por los propios actores, especialmente en su manifiesto liminar, el Dogma Socialista, donde se apela frecuentemente a la expresión “Joven Generación”:

      Había, entretanto, crecido sin mezclarse en esas guerras fratricidas [se refiere a los conflictos entre unitarios y federales] ni participar de esos odios, en el seno de esa sociedad una generación nueva [en cursivas en el original], que por su edad, su educación, su posición debía aspirar y aspiraba á [con tilde en el original] ocuparse de la cosa pública. (Echeverría, 1940: 76)

      Entonces, podríamos decir que se trata de una categoría nativa en términos antropológicos.

      El segundo motivo es que si bien la idea de “generación” exige, sin duda, un grado importante de cohesión interna, el énfasis está puesto especialmente en la edad más que otros atributos. Como veremos a continuación, cuando se describa la Generación de 1837 como una campo y una red intelectual, con contadas excepciones –María Sánchez o Vicente López y Planes por solo mencionar dos ejemplos– quienes se acercan a los espacios de sociabilización nacieron entre 1805 y 1821. De hecho la mayoría de quienes participan más o menos activamente de estos ámbitos nacieron en la década 1810, especialmente entre los años 1809 y 1813, es decir, casi en el mismo momento en que se produce la Revolución de Mayo de 1810, cuando comienza el proceso de emancipación política de los territorios que antes conformaban el Virreinato del Río de la Plata (1776-1810).

      El tercer motivo tiene que ver con la cultura política argentina, o, para evitar el anacronismo en el caso de período anterior a 1862, rioplatense, es decir, ligada al ex territorio del virreinato del Río de Plata o de las Provincias Unidas del Sur, a partir de 1816. Ha sido habitual en el siglo XIX, e incluso ha seguido siendo habitual en el siglo XX, utilizar el término generación para referirse a grupos políticos e intelectuales que tenían un proyecto doctrinal, teórico y práctico que orientaba su acción. Baste mencionar como ejemplos a la Generación de Mayo de 1810, la Generación rivadaviana o unitaria que tuvo su apogeo entre 1820 y 1830, la Generación de 1880, y, en siglo XX, la Generación de 1970 a los setentistas.20 En los capítulos siguientes nos ocuparemos de uno de los aspectos, la concepción de la democracia desde una perspectiva informada por la nueva Ciencia Política “inventada” por Alexis de Tocquevile, del proyecto de la Generación de 1837.

      Con la Generación de Mayo, que protagonizó la gesta de emancipación del dominio español entre 1810 y 1820 y se inspiró en Jean Jacques Rousseau y el liberalismo español de fines del siglo XIX para construir su ideal de república patriótica,21 la Generación de 1837 construyó una relación ambivalente. Por un lado, las figuras representativas de este grupo siempre expresaron su admiración hasta el punto de denominar a una de las sociedades político-intelectuales Asociación de Mayo. Por el otro, estos mismos referentes, en particular Esteban Echeverría y Juan Bautista Alberdi, pretendían promover un movimiento cuyo ideal político fuera una revolución cultural y no la guerra revolucionaria. En otros términos, el héroe militar debía ser reemplazado por el héroe intelectual. Parafraseando al político francés François Guizot, la Generación de 1837 creía que la mejor manera de concretar el ideal patriótico de la emancipación era terminar con la revolución entendida como conflicto bélico.

      Con respecto a los rivadavianos que entre 1820 y 1830 trataron de imponer un modelo político centralista, legitimado por su compromiso intelectual con la ilustración –particularmente con la vertiente representada por la escuela de los ideólogos– y por admiración del liberalismo anglo-francés de las primeras décadas del siglo XIX, la Generación de 1837 trató de tomar distancia. Por un lado, la mayoría de ellos, tal vez con la excepción parcial de Sarmiento, creían que el proyecto político unitario había fracasado por no haber sabido comprender bien las características de la sociedad que surgió tras la Revolución de Mayo. Por el otro, hubo mucho encono personal por la reacción negativa que generaron en los hermanos Florencio y Juan Cruz Varela las intervenciones de Alberdi, Sastre y Gutiérrez en la inauguración del Salón Literario. Este hecho, sumado a que los Varela se auto-percibían como adalides de la lucha contra Rosas y los mejores poetas del Plata, y en tal carácter juzgaban despectivamente los posicionamientos políticos y estéticos de las figuras representativas de la Joven Generación como Esteban Echeverría,