Gabriela Rodríguez Rial

Tocqueville en el fin del mundo


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Unitaria legó a la de 1837 un autor fundamental, sin el cual, al menos Alberdi, no habría podido llevar a cabo su labor como constitucionalista y proto-politológo institucionalista: Benjamin Constant.22

      Si desde un punto de vista simbólico, en algunos casos hasta biológico, la Generación de Mayo representa a los padres de la Generación de 1837 y la Generación rivadaviana a sus hermanos mayores, la Generación de 1880 son sus hijos, que a veces admiran, y otras cuestionan el legado de los padres.23 En tal sentido, por más que la Generación de 1837 construyó su identidad grupal diferenciándose con quienes la precedieron, como más tarde lo hizo la Generación de 1880 respecto de quienes la antecedieron, las cuatro generaciones están unidas por un vínculo indestructible, ligado a relaciones de parentesco, sobre todo de tipo filial, el amor por los libros y la pasión por la política. Quizás por ello Juan María Gutiérrez (1979: 75), quien siempre buscó la armonía dentro y fuera de la sociabilidad grupal, le decía en una carta a Juan Bautista Alberdi, en febrero de 1839, que era peligroso cerrar el círculo a los jóvenes del país porque, de este modo, muchas nobles personas podían verse excluidas por el hecho de haber vivido más.

      Como conclusión de este apartado quisiéramos explicar por qué preferimos en este libro referirnos a la Generación de 1837 y no a la Generación romántica como suele hacerse en la historia cultural del período. Primero, la cuestión de la adscripción o no al romanticismo como movimiento filosófico o corriente estética generó tensiones dentro de la Generación de 1837. Incluso quienes prefirieron abiertamente el romanticismo al clasicismo, advirtieron que esta preferencia era usada en su contra en las disputas políticas. Tal fue el caso del debate que tuvieron Sarmiento y Vicente Fidel López con figuras representativas de la prensa chilena de la década de 1840, entre quienes estaba el intelectual venezolano Andrés Bello. La polémica sobre el romanticismo terminó “nacionalizándose” y generalizó, en primera instancia como insulto, el gentilicio argentino para referirse peyorativamente a los jóvenes extranjeros amantes de las novedades filosófico-literarias.24 Segundo, la periodización del romanticismo latinoamericano en general y argentino en particular, resulta muy compleja. Aun los textos que se ocupan específicamente de la cuestión, como Marta Pena Matsushita (1985) o Jorge Myers (2005), tienen que recurrir a distinciones como primera y segunda generación romántica, sin terminar de quedar muy claro dónde ubicar a la Generación de 1837. Y, finalmente, la Teoría Política no puede eludir al abordar la problemática del romanticismo la distinción establecida por Carl Schmitt (2001) entre romanticismo político y política romántica. Como señaló Jorge Dotti (2001: 33) en su introducción a una traducción española del Romanticismo Político de Schmitt, los intelectuales de la Generación de 1837, en tanto dedicados activamente a la política, fueron políticos románticos y no romántico políticos porque no eran ocasionalistas en el plano político sino figuras claramente comprometidas con un modelo político: el Estado nación moderno.

      Como el abordaje predominante en este libro, aunque tome prestado de otras disciplinas como la historia o la sociología cultural, es teórico político, optamos por no adjetivar a la Generación e identificarla con el año en que se reunió por primera vez en el Salón Literario.

      Definimos aquí la noción de “campo intelectual” a partir de la sociología de la cultura de Pierre Bourdieu. Apelando a la analogía del “campo magnético”, Bourdieu (1983: 20; 1998: 113) establece que cada campo, sin ser sinónimo de “ámbito” o “esfera de actividad social”, define una serie de posiciones que sólo son comprensibles a partir de su interacción con las demás. Es llamativo que, no pocas veces, a la hora de definir el alcance particular de campos como el literario, el científico, el académico, el filosófico, etc., se apele al recurso metonímico de tomar a uno de ellos como el campo intelectual en su conjunto. En Razones prácticas, Bourdieu (2002) deja en claro que un campo no sólo es un conjunto de posiciones: es un espacio social atravesado por relaciones y habitus que exceden el volumen y distribución de los capitales. A pesar de las diferencias nacionales o temáticas, existen leyes generales de los campos como la lucha entre los pretendientes y los dominantes (Bourdieu, 1999: 119-120). Para abordar a la Generación de 1837 como campo intelectual hemos identificado dos tipos de capitales: prestigio intelectual y poder social, y cada uno de ellos, tomados como variables. Por ejemplo, hemos asociado al poder social con un conjunto de indicadores, año y lugar de nacimiento, año y lugar de muerte, nivel de estudios, profesión, lazos de familia, cargos políticos, participación en asociaciones, amistades, exilio. Y en el caso del prestigio intelectual lo hemos vinculado, además de al tipo y al nivel de estudios, a la actividad asociativa y las relaciones interpersonales, presenciales o epistolares –al que se dio más peso en la cuantificación que en el caso anterior–, a la cantidad de libros publicados, al lugar de exilio, a las intervenciones en la prensa, al reconocimiento de los padres.

fig1 fig2

      La mayor parte de quienes integran el campo intelectual de la Generación de 1837 tiene un alto volumen de poder social y prestigio intelectual. Sin embargo, mientras quienes alcanzaron mayor fama postrera, entre los que se encuentran los personajes que protagonizan los siguientes capítulos del libro, tiene relativamente más prestigio intelectual que capital social, el grueso de la población, aun con iguales volúmenes, los tiene distribuidos de manera inversa como se puede observar en la figura anterior (ver en página 42-43).

      Seguramente Carlos Tejedor, V. F. López y Gutiérrez se ven beneficiados respecto de Mitre o Echeverría porque nacieron en los años en que lo hizo la media del grupo, tuvieron desde el principio al final de sus vidas vínculos sociales (por parentesco o amistad) que los acercaron a los núcleos del poder político y estudiaron en la UBA. Entre quienes tienen una dotación baja de ambos tipos de capital está Cazaldilla, quien, a pesar de haber sido autor de un libro, no alcanza un prestigio intelectual ni siquiera cercano a la media.

      Si bien entre los indicadores para medir los tipos de capitales se incluyeron algunos que apuntan a dimensiones relacionales (amistades, exilio, cartas, comentarios de libros, etc.), no siempre se pudo reflejar el tipo y carácter de los vínculos. Dentro de esta sociabilidad generacional hay relaciones recíprocas, otras unilaterales y otras que sólo son posibles a través de intermediarios. En virtud de esta dificultad, aun reconociendo que no se trata de un enfoque epistemológico tan sólido teóricamente como la sociología de Pierre Bourdieu o el estudio histórico de las sociabilidades,25 hemos recurrido al análisis de redes para poder identificar un conjunto de vínculos y el rol de determinadas personalidades en la consolidación de los mismos que no visibles en el análisis de campo.

fig2a

      A primera vista pareciera que no hay grandes diferencias entre la representación de la sociabilidad de la Generación de 1837 como campo o como red intelectual. Sin embargo, se puede afirmar que Avellaneda, Piñeiro, Cané, Quiroga Rosas, desaparecidos prematuramente, tuvieron un rol más central en la sociabilidad generacional que lo que la estructura del campo intelectual permitía visualizar. E incluso, posiciones más periféricas como las de Pedro Esnaola26 y Calzadilla, que tuvieron mayor pertenencia al grupo en los primeros años y se re-vincularon a partir de la década de 1860, se perciben mejor en la disposición de red global. Y María Sánchez, que si se tiene en cuenta la cantidad de intercambios epistolares que usaba muchas veces para integrar a su hijo Juan en la sociabilidad generacional, es sólo superada por Vicente F. López.

      Justamente, para distinguir mejor los cambios que se producen en la sociabilidad de la Generación de 1837 se pueden identificar cuanto menos cuatro etapas.

      La primera inicia a partir de 1830 y coincide con el período formativo a nivel educativo y con los primeros intentos de generar una sociabilidad como ampliación de los espacios universitarios y se extiende hasta la fundación de la Joven Argentina en 1838. En esta etapa las posiciones centrales del campo y los núcleos