poesía peruana de las últimas décadas. Este homenaje —el libro lo simboliza— bastaría por el privilegio de mantener una larga amistad con ambos, cuyos valores de probidad y afecto, sabiduría y regocijo han crecido siempre ajenos a cualquier atisbo de astucia o interés subordinado. Pero existe, primordialmente, una razón que justifica su publicación: la crítica especializada ha distinguido las obras poéticas de Carlos López Degregori (Lima, 1952) y Eduardo Chirinos (Lima, 1960) como las experiencias intelectuales más singulares y trascendentes de la actual tradición literaria del Perú.
El propósito del libro es, por lo tanto, expresar un sentimiento de valoración múltiple a dos personajes íntegros, dueños de una producción persistente y consolidada que sobresale en un país dominado por rumores y logros efímeros. En este sentido, La voz oculta responde a la voluntad de seleccionar un conjunto de entrevistas —algunas inéditas o realizadas aposta para este libro—, concedidas por ellos a lo largo de sus trayectorias, y que encuentra el complemento ideal en un conversatorio llevado a cabo a mediados de 2015, donde los poetas abordaron públicamente temas centrales de su trabajo creativo como el fundamento de la vocación, las lecturas formadoras, los tramados de la ficción y hasta las manías inconfesables.
Confío en que el estudioso hallará en estas páginas no solo una rara luminosidad que revela el acento más íntimo y desprotegido de los poetas, sino además un brillo inquietante que transparenta las vicisitudes culturales de un Perú entre siglos. El mérito se debe, sin duda, a la calidad de los colaboradores, a quienes expreso mi mayor gratitud. De esta zona vulnerable de Carlos López Degregori y Eduardo Chirinos, apremiada de perplejidades y del más puro deseo expresivo, surgirán renovados caminos de exploración literaria; pues si bien sus lectores apreciamos en sus poemas la resonancia de sus voces escritas, en estas entrevistas escucharemos el latido de sus voces habladas y expuestas a la intemperie.
Jorge Eslava
Miraflores, diciembre de 2015
I. ENTREVISTAS
A CARLOS LÓPEZ
DEGREGORI
(Lima, 14 de diciembre de 1952)
Lejos de todas partes *
Por Enrique Sánchez Hernani
Presentar editorialmente la obra propia en un solo libro cuando se tiene 40 años supone un gran riesgo. Un libro así da la oportunidad de confrontar textos que podrían hacer visible su disimilitud o la diferencia de aliento. Sin embargo, para el poeta Carlos López Degregori nada de esto sucede con Lejos de todas partes.
Su individualidad, y la de su libro Lejos de todas partes, está hecha alrededor de indagaciones sobre los temas centrales de la existencia humana: la permanencia, el devenir, la muerte, la experiencia personal, el silencio, la soledad, lo que le da un sustrato metafísico que, sin embargo, apela al mundo exterior para reconocerse y esbozar sus respuestas.
El libro que acopia su obra desde Un buen día (1978) hasta Sobre el brillor todavía de (1992) marca un mismo ritmo en ascenso, un solo estilo que va abriéndose hacia sí mismo, co mo una flor inmutable que no cesa de mostrarnos sus lados. Para reflexionar sobre su publicación, invitamos al poeta a dialogar con nosotros.
¿Cuál es el motivo que lleva a un poeta de 40 años a publicar su obra reunida?
En realidad, Lejos de todas partes es un alto en el camino, es volver la vista atrás y recoger mis pasos. De otro lado, creo que más que una obra reunida es un solo libro que he estado escribiendo durante dieciocho años. Desde esta perspectiva, mis libros anteriores son capítulos que han ido apareciendo previamente, y que al final, sin yo proponérmelo, exigían una totalidad.
¿Y la elección del título a qué se debe?
Creo que el título admite dos lecturas. En una nota previa, que aparece al comienzo del libro, digo que el nombre apunta al diseño de Otro mundo con sus claroscuros, símbolos y personajes. Este otro mundo está lejos, pero al mismo tiempo cerca de nuestra realidad, la mía y la de todos. De otro lado, la lejanía alude también a la ausencia de faros o certezas y al destierro o extrañamiento del yo poético, y que también es una de las características de nuestra existencia en estos años de postrimerías.
Esta prescindencia de la realidad o del entorno ¿hace que concibamos tu oficio de poeta como un acto de retiro del mundo?
Mi poesía no prescinde de la realidad. Cualquiera que la lea puede descubrir en ella tres grandes vertientes: una primera autobiográfica, que supone una autoexploración del Yo; una segunda que examina nuestro entorno, tal vez no en forma directa como lo hacen otros poetas, pero preocupada por los problemas que nos aquejan a todos; y una última que es una reflexión sobre las posibilidades de la poesía y del lenguaje. Si alguien lee con atención muchos de los poemas de Cielo forzado, por ejemplo, o la sección «Sobre el brillor todavía de», descubrirá que son poemas que recogen la violencia y la desesperanza que han envuelto a nuestro país en la última década.
Y si tuvieras que verte referido a otros poetas peruanos, ¿a quiénes elegirías?
Desde mi primer libro opté por un camino que se alejaba del vitalismo y la coloquialidad de los setenta. Siento que mis referentes están tal vez en Eguren, en el Martín Adán de la última etapa (el de Diario de un poeta) y en algunas voces de la mal llamada generación del 50: Eielson y Varela sobre todo. Quiero aclarar que siento afinidades con estos autores, pero, modestia aparte, creo que mi poesía configura un universo singular.
La publicación de tu libro podría también entenderse como una cancelación, por lo menos de una etapa. ¿Qué de nuevo se abre para ti en adelante?
Lejos de todas partes es el resultado de un proceso. Con sus poemas he aprendido a escribir, he crecido y he madurado. Tal vez es el fin de una etapa, pero no sé en este instante qué sucederá después. Tal vez insista en lo mismo, o puede que explore una escritura totalmente distinta. En este momento tengo unos pocos borradores de textos en prosa que todavía no están maduros. Habrá que esperar un tiempo todavía.
Las grandes conmociones interiores *
Por Jaime Urco
Hay quienes consideran tu poesía como extraña o insular respecto a la de la gente que escribía junto contigo en los años setenta. ¿Piensas que tu escritura no tiene antecedentes en la poética peruana?
Mi primer libro, Un buen día, lo escribí en los años 75 y 76, y en esos años yo no vivía en el Perú, sino en Colombia. Al publicarse en 1978, indudablemente mi libro encarnaba una opción diferente a la poética dominante entonces, en la que lo coloquial y el vitalismo eran fundamentales. Mi libro se presenta como una alternativa, pero no me atrevería a decir que carece de antecedentes. En realidad, tú puedes rastrear esa opción en la poesía concebida como una indagación existencial, como una forma especial de conocimiento; la poesía como diseño de un mundo otro, que no tiene que ser necesariamente el reflejo exacto de la cotidianidad.
Un buen día es escrito en Colombia. Como tal, ¿es deudor de la tradición poética colombiana? ¿O es meramente circunstancial que haya sido escrito por allá?
Creo