Rebecca Manley Pippert

Sal


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que un ángel del Señor se les apareció. La gloria del Señor los envolvió en su luz, y se llenaron de temor. Pero el ángel les dijo: “No tengáis miedo. Mirad que os traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy os ha nacido en la Ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto os servirá de señal: Encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.

      De repente apareció una multitud de ángeles del cielo, que alababan a Dios y decían:

      “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad”. Lucas 2:9-14

      ¿Por qué las huestes celestiales alababan con tanta pasión y gozo después de que el ángel anunciara el nacimiento de Cristo a aquellos pastores ojipláticos y aterrados? ¡Porque conocían la identidad de Aquel que Dios había enviado! Tal como Pablo dijo: “Porque a Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud” (Colosenses 1:19).

      ¡Las huestes celestiales sabían que la venida del Hijo de Dios no tenía precedentes y que cambiaría para siempre el curso de la historia humana! Además, sabían que Dios Padre llevaba siglos revelando su plan de enviar a su Hijo a la tierra. Lo que nos lleva a hacer una pregunta obvia: ¿por qué Dios envió a su Hijo, acostumbrado como estaba a la majestad del cielo, de la manera más débil y humilde posible? ¿Por qué lo envió a este mundo como un bebé indefenso y totalmente dependiente al que tendrían que acostar en un pesebre?

      En primer lugar, ¡porque Dios está dándole la vuelta a la mentira diabólica! ¡Ser humano, es decir ser dependiente, es maravilloso a ojos de Dios! Por eso, nunca debemos despreciar nuestra pequeñez, ya que el Hijo de Dios se hizo “pequeño” cuando se hizo humano. Su nacimiento es una tremenda validación de lo bueno que es ser humano. Al hacerse carne, Cristo “santifica toda carne”, como dijo el poeta Charles Williams. En segundo lugar, las humildes circunstancias de su nacimiento son una señal de que Jesús no vino a salvar solo a los privilegiados y a los poderosos; vino a salvar a toda la humanidad.

      El hecho de que Cristo vino asumiendo la debilidad y vulnerabilidad de un bebé tiene una enorme importancia para la evangelización. La razón es la siguiente: el nacimiento de Jesús revela que a Dios le complace habitar en la debilidad humana y revelar su gloria a través de ella. Es un tema que aparece a lo largo de toda la Escritura. A lo largo de la Biblia vemos que hay una profunda relación entre la debilidad humana y el poder de Dios.

      Piensa en el apóstol Pablo, uno de los mayores evangelistas de la historia. ¿Cómo se sentía Pablo cuando fue de viaje misionero a la importante ciudad de Corinto, la “Ciudad del Pecado” del mundo antiguo? ¿Estaba rebosante de confianza en sí mismo? En 1 Corintios 2:3-5, encontramos la respuesta y sus palabras nos ayudan a entender por qué reconocer nuestra pequeñez es en realidad un regalo:

      Es más, me presenté ante vosotros con tanta debilidad que temblaba de miedo. No os hablé ni os prediqué con palabras sabias y elocuentes, sino con demostración del poder del Espíritu, para que vuestra fe no dependiera de la sabiduría humana, sino del poder de Dios.

      La declaración de Pablo es asombrosa. Pablo dice que se gloría en su debilidad e incapacidad para que se vea el poder de Cristo. ¡Es justamente la antítesis de Génesis 3! Satanás quiere que odiemos que nuestra humanidad implica tener que depender de Dios. ¡Pero Pablo afirma exactamente lo contrario! Dice que ha aprendido a amar y a celebrar su debilidad porque, a través de su incapacidad, el poder y la gracia de Dios se hacen evidentes.

       ¿Pero cómo aprendemos a vivir así? Pablo nos muestra que lo primero que tenemos que hacer es aceptar nuestra pequeñez. Eso implica mucho más que reconocer nuestras limitaciones. Significa experimentar un poder mucho más grande que el nuestro y rendirnos a él (veremos esto en otro capítulo). Aprender a aceptar nuestra humanidad es lo que nos lleva a depender del poder de Dios. Nos pone en aquel lugar desde el que podemos aceptar con alegría que Dios tiene toda la fuerza y el poder que necesitamos, y nosotros no. ¡Así que vamos a necesitar su ayuda!

      Alguien que nos ha enseñado a muchos a ver la debilidad humana como Dios la ve es la famosa escritora y conferenciante Joni Eareckson Tada. Cuando era adolescente, Joni tuvo un accidente en la playa que la dejó cuadripléjica. Desde entonces, Dios ha usado a Joni para ser su testigo de maneras extraordinarias. Conozco a Joni desde hace mucho tiempo, así que, cuando vino a hablar a nuestra iglesia, le pregunté si podíamos comer juntas y le dije que yo llevaría la comida.

      Cuando nos sentamos a solas en una de las salas, de repente caí en la cuenta de que tendría que ayudarle. Así que tomé el bocadillo y empecé a darle de comer. Le puse la pajilla en la boca para que pudiera beber. Le limpié la boca con la servilleta. Es difícil describir la intimidad de aquella comida. Yo solo había dado de comer a alguien cuando mis hijos eran bebés o cuando visitaba a mi abuela en la residencia de ancianos. En otras palabras, únicamente lo había hecho con personas que estaban en ambos extremos de la vida humana.

      Sin embargo, esa vez no estaba dando de comer a mis bebés o a mi abuela: estaba dando de comer a la extraordinaria y heroica Joni Tada. El acto de darle de comer fue casi sagrado. De algún modo, su debilidad física hizo que me sintiera a gusto con mi propia debilidad humana. Al poco rato empecé a contarle los desafíos a los que me estaba enfrentando y las áreas en las que esperaba una respuesta del Señor. Y ella hizo lo mismo.

      Pensé mucho en aquella experiencia. ¿Por qué dar de comer a Joni había tenido un efecto tan profundo en mí? Finalmente, concluí lo siguiente: había estado ante una mujer que había hecho las paces con su debilidad. Como ella misma dice, su discapacidad física es una bendición porque es un recordatorio constante de que no somos autosuficientes, sino que somos personas dependientes de Dios.

      Lo que dijo en su conferencia ese día fue revelador:

      “No soy una experta en discapacidad. Es difícil. Es un inconveniente. Cada mañana, cuando mis cuidadores vienen a levantarme, respiro hondo y oro: ‘Señor, muéstrate en mi vida. Jesús, te necesito mucho hoy’. A diario me veo en la situación desesperada de tener que reclamar la gracia del cielo. Pero debemos aprender a volvernos a Dios en todas las circunstancias y decir: ‘Solo puedo hacer las cosas a través de tu poder y tus fuerzas. Así que ayúdame Señor y fortaléceme, no solo para dar testimonio de ti, sino para cada minuto y cada segundo’”.

      Cuando aprendemos a celebrar nuestra pequeñez y a depender del poder de Dios, afecta a todos los aspectos de nuestra vida. Y eso incluye la evangelización: porque nuestros temores disminuyen cuando nos damos cuenta de que ser incapaz está bien, de que no hace falta ser capaz de responder a todas las preguntas de los escépticos y, sobre todo, de que nuestra debilidad humana no es un impedimento para que Dios nos use para su reino, para difundir la gloriosa buena nueva. Como dijo Pablo (y necesito recordarlo cada vez que comparto mi fe), el “poder [de Dios] se perfecciona en mi debilidad” (2 Corintios 12:9). Por lo tanto, “¡aceptar tu incapacidad es el primer requisito para ser usado por Dios!” (John Gaynor Banks, The Master and the Disciple, citado en Leanne Payne, The Healing Presence, p. 21).

      Así que, la próxima vez que vayas a testificar a un vecino, familiar o compañero de trabajo, y pienses “No puedo, porque...”, no dejes que eso te derrote. Pero igualmente, no intentes encontrar la confianza o la habilidad dentro de ti. Sí, eres incapaz. Y cuando aceptes que eres una criatura dependiente, dependiente de un Creador poderoso, entonces estarás en el lugar donde él puede usarte. Nosotros somos débiles, pero él es fuerte.

      Para reflexionar

      1 ¿De qué maneras puedes reconocer y celebrar tu dependencia de Dios? ¿De qué maneras luchas contra la idea de que eres un ser dependiente?

      1 “El poder de Dios se perfecciona en la debilidad”. ¿Cómo has experimentado esta verdad en tu propia vida?

      1 ¿De qué forma saber que Dios nos usa en nuestra debilidad te da fuerzas para evangelizar? Si instintivamente te resistes a aceptar esa idea, ¿por qué crees que es así?