Elías Nandino

Elías Nandino. Prosa rescatada


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por correo electrónico que tuvimos a lo largo de nuestros breves años de amistad. Ahora que ya no está, a él le dedico estas páginas.

      Hago público mi agradecimiento a José Miguel Caravantes Ibarra, albacea de Elías Nandido quien, generoso, me permitió reproducir la obra que se publica en este tomo. Agradecimiento especial merece Jaime Hernández Moreno, director de la Casa de la Poesía Elías Nandino, en Cocula, Jalisco; Jaime trabaja arduamente para que en la niñez y juventud de Cocula florezca la palabra y el legado de Elías Nandino. Gracias a Daniel Montelongo Aguayo, integrante de la Asociación Ciclos Terrenales, por sus amables gestiones para que este libro viera la luz y el nombre del Dr. Nandino siga vivo. El respeto y afecto de ellos tres hacia el vate coculense ha hecho posible que por décadas, la obra del poeta jalisciente perdure entre su pueblo.

      GERARDO BUSTAMANTE BERMÚDEZ

       Elías Nandino ensayista y crítico

      GERARDO BUSTAMANTE BERMÚDEZ

      Nosotros, mi libro y yo, vamos de acuerdo y con la misma marcha. En otros casos puédase elogiar la obra y criticar al obrero, por separado; en éste no: si se ataca al uno, se ataca al otro.

      MIGUEL DE MONTAIGNE

      Algunos estudiosos del ensayo han señalado que este género nace desde la antigüedad.1 Las formas de representación del discurso a lo largo del tiempo han sido variadas, desde la alta retórica para tratar los temas artísticos, pasando por el ensayo filosófico, didáctico, social, científico, psicológico, literario, político, entre otros. No será hasta que Montaigne en el siglo XVI le dé nombre y exponga algunas de sus características,2 que el ensayo comienza a clasificarse como tal y a considerarse como un género que aún en el siglo XXI nos cuesta trabajo diferenciar y clasificar dentro de la categoría de ensayo debido a su cariz híbrido.

      Dice María Elena Arenas Cruz que el ensayo se basa en el estudio de las relaciones entre texto y contexto (sujetos, lugar y tiempo) y que consiste en concebir al texto (producto del intelecto y preocupación temática del ensayista) como una actividad a la que asistimos los lectores, quienes, a través de lo escrito, podemos dialogar con las ideas del autor, apoyar o refutar un discurso.

      El ensayo es una forma de expresión generalmente en prosa donde lo que importa es la relación del conocimiento; se trata de expresar el pensamiento en términos no artísticos, pero tampoco coloquiales. Este género refleja el pensamiento del autor y provoca la reflexión en el lector a través de procedimientos sistemáticos de aproximación a un tema. El ensayo habitualmente no es exhaustivo, pero sí refleja los intereses temáticos del ensayista, quien no tiene que ser especialista en un tema para ser reconocido como un sujeto que piensa, escribe y argumenta sus ideas. La libertad del creador admite digresiones, imprecisiones en las citas —si las usa— y un estilo personal que no se sujeta a ningún modelo establecido, pues el estilo del ensayo es tan diverso como la cantidad de ensayos que se han escrito. Lo importante de este género son las ideas que se vierten, los juicios y la argumentación, de ahí que algunos estudiosos hayan considerado que el ensayo es una literatura de ideas. Un ensayista escribe, ensaya sobre un tema de su interés, se acerca a un asunto con el objetivo de comprenderlo desde sus circunstancias y experiencias; manifiesta sus argumentos y es capaz de dialogar y contrargumentar con las ideas de otros.

      Dice José Luis Gómez-Martínez que el ensayo es un texto no extenso ni demasiado profundo donde se da cuerpo a un tema a través de la reflexión; en ocasiones produce la duda en el lector e introduce en primer plano el yo del creador.3 A diferencia de otros géneros, el ensayo se sustenta en la sinceridad y subjetividad del ensayista, quien comparte con el lector su discurso sin tratar de convencer; su propósito es establecer el diálogo y discutir ideas, pues «todo acto de escribir, supone, además, un proceso de codificación de un pensamiento: se trata de expresar una idea a través de un sistema de signos que a su vez son incapaces de significar en sí mismos, pues sólo inician un proceso (teóricamente indefinido) de definir el acto de significar en una cadena interminable».4 La finalidad del ensayo esencialmente es la comunicación e interpretación de un tema, sin el fin de agotarlo, es decir no tiene obligatoriamente conclusiones y concluyentes; puede finalizar con preguntas que el propio autor no ha podido responder y que trata de compartirlas con el lector para que éste intente dar una respuesta, o por lo menos, piense sus propios argumentos respecto al tema. En este sentido, el ensayo es una conversación a distancia entre el creador y el lector y una posibilidad de actualizar el tema, replantear asuntos tratados en textos anteriores, o bien, cambiar de opinión. Lo destacable en todo caso es el nivel de argumentación y el diálogo a distancia entre autor-lector.

      Dice José Luis Gómez-Martínez que en realidad el ensayista no necesita una especialización del tema, pues de lo que se trata es de mostrar el «perspectivismo» sobre un asunto inquietante, ensayarlo de manera libre y establecer el diálogo con el lector; éste a su vez llegará a sus propias conclusiones e incluso podrá continuar el ensayo, si no de manera escrita, sí a través de la asociación de pensamientos.

      Lo que hace que el lector se acerque al texto ensayístico es la experiencia de sentirse cerca del creador que manifiesta sus puntos de vista y argumentos. Arenas Cruz afirma que el ensayo consiste en la personalización de argumentos y de ciertas «marcas lingüísticas propias de la manifestación del yo y de su actitud respecto a lo enunciado (indicadores de persona, espacio y tiempo —deícticos—; modalidades de la enunciación […] A través de estos recursos lingüísticos, el sujeto de la enunciación construye una determinada imagen de sí mismo, pero a la vez proyecta la imagen de un interlocutor».5

      El ensayo es un discurso personal que se construye a partir de las inquietudes y preguntas de un autor que, llegado el momento, comienza a hacer disertaciones sobre un tema con el fin de comprenderlo. Así, el ensayo proporciona la libertad al autor para fijar su discurso en un estilo libre, con los préstamos estilísticos y poéticos que mejor le acomoden. Esta falta de unificación de estilos y características definitorias del ensayo llevaron a Alfonso Reyes a calificar al género como un «Centauro» que se nutre de diversos discursos e inquietudes temáticas que se materializan en un escrito.

      Por su parte, Liliana Weinberg caracteriza al ensayo como un «género fronterizo», un «híbrido» y un género «mestizo» que seduce y está al servicio del desarrollo de las ideas del creador.

      La Real Academia, en tanto, dice en su Diccionario de la lengua española que el ensayo es un «Escrito en el cual un autor desarrolla sus ideas sin necesidad de mostrar el aparato erudito».6

      Aunque resulta problemático aun en nuestros días homogenizar los criterios para definir si un texto cumple las características de un ensayo o no, José Luis Gómez-Martínez nos proporciona, a lo largo de su emblemático texto Teoría del ensayo, algunos planteamientos que nos ayudan a comprender y clasificar ciertos textos dentro de la categoría de ensayos. A continuación resumo algunos de estos planteamientos:

      • Se trata de un texto cuyas bases de reflexión son la argumentación, la prueba, el examen, la inspección y el reconocimiento del tema desde las marcas del «yo-ensayista».

      • Es un texto donde destaca la interpretación y la subjetividad del creador, su intensidad y preocupación para reflexionar y tratar un tema las veces que sea necesario; en ocasiones el acto de pensar y repensar el tema lleva al ensayista a modificar las posturas. El ensayo no busca una verdad absoluta; sólo muestra la verdad del autor.

      • Hay un código (un pacto, según Liliana Weinberg) entre el ensayista y el lector; ambos establecen un diálogo a distancia; el mensaje y las ideas contenidas en el discurso permiten la comunicación. Se da el diálogo cuando el lector lee y piensa el ensayo. Si no hay un lector, o bien, es un lector pasivo o poco receptivo, el ensayo es monológico.

      • Un ensayo permite leer y conocer una época: si se trata de un tiempo lejano al lector, éste actualiza los referentes, los contextos y los piensa desde su presente, valorando las evoluciones, o bien, las aportaciones sobre el tema.

      • El tema