Elías Nandino

Elías Nandino. Prosa rescatada


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José Martínez Torres, el rescate y publicación del libro Antorchas contra el viento (1984), texto editado por la editorial Gatopardo.15 En el prólogo, Nandino pretende reivindicar la figura de su amigo y más aún, apela a que el lector encuentre una verdadera comunicación con el poeta a través de su obra sin importarle su vida íntima. Las palabras del prologuista son virulentas: «[…] pienso que ya es hora de taparles la boca a toda esa clase de críticos puritanos, que se han acostumbrado a juzgar la obra del artista, no por su calidad en sí misma, sino, y con mayor rigor, por el placer de sus camas, los cigarros que fuma, los excitantes que usa, o los desmanes de su vida íntima».

      Elías Nandino es el primer escritor que se preocupa de que la obra de Barba Jacob siga publicándose en México, pues según el autor de Cerca de lo lejos, su amigo le encomendó la tarea de reeditar su obra. Nandino supo cumplir con esta petición. Lamentablemente él no obtuvo la misma respuesta por parte de los escritores a los que dio a conocer en Estaciones y de quienes esperó que se ocuparan de hacerle una antología memorable que jamás se materializó, entre ellos Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco.

      Elías Nandino ejerció la crítica literaria y de arte muchas veces por sentido de justicia poética, como en el caso de la selección de textos poéticos de Porfirio Barba Jacob para el libro Antorchas contra el viento. En otras ocasiones lo hace a petición de escritores que le solicitan un prólogo o presentación, o bien, lo hace en su carácter de editor de las revistas que dirigió a lo largo de varias décadas. Su función como ensayista y crítico es —como sucede con frecuencia en el ámbito de los escritores— aprendida, toda vez que el oficio de crítico literario tiene una tradición en México y en estricto sentido requiere la formación académica profesional. No obstante, el poeta sabe que la función del crítico es valorar la obra desde los parámetros de la estética y el contexto literario en el que el texto, como objeto artístico, se construye. Según Alfonso Reyes en su libro Teoría literaria (1940), todo texto de forma inmanente debe ser juzgado por los siguientes parámetros: 1) el valor semántico y de significado; 2) imitación de la naturaleza o mímesis; 3) intención estética; 4) contenido y comunicación. En el caso de la poesía, además de los anteriores debe agregarse la valor de la sintaxis, el ritmo y la emoción.

      Como crítico literario y poeta, Elías Nandino plantea ciertas preocupaciones sobre el quehacer estético. En los textos aquí recopilados en la sección «Manifiestos» se puede notar el interés del autor por establecer parámetros para la escritura. Estos textos sirven también al crítico literario para reflexionar sobre su trabajo de análisis textual. Por momentos, pareciera que Nandino está en contra de la función del crítico: «Si no puedes definir la poesía, confórmate con crearla. Su misma sentencia la define. Los poetas construyen la poesía. Los cíticos la destruyen», no obstante, el autor mismo ejerció el oficio de crítico bajo las exigencias propias de la crítica literaria.

      Nandino y los jóvenes escritores

      Después de la época posrevolucionaria, México contó con importantes revistas literarias que abrieron el camino para las nacientes generaciones de escritores. Entre estas revistas podemos contar a El Maestro, Prisma, Contemporáneos, La Falange, Taller, Ulises, Examen, entre muchas otras. La cerrazón de los dirigentes literarios de algunas publicaciones, así como el afán por impulsar la moda surrealista en la poesía mexicana de los años treinta, cuarenta y cincuenta, hicieron posible el nacimiento de Estaciones. Revista Literaria de México, publicación de Elías Nandino y Alfredo Hurtado, que tuvo vida de 1956 a 1960. Los veinte números fueron patrocinados casi en su totalidad por el propio Elías Nandino con sus honorarios de médico y algunas suscripciones.

      Estaciones nace a partir de una conversación entre Elías Nandino y Alfredo Hurtado mientras desayunaban en el Sanborn’s de los azulejos, a finales de 1955. Según cuenta Nandino en su autobiografía, en la época, «había desorientación por la terquedad de persistir en un surrealismo trasnochado ya asimilado en nuestras creaciones literarias. Sin embargo, la influencia de Octavio Paz, de formación surrealista, insistía en que la juventud practicara ese ejercicio».16 La tendencia a considerar que la literatura mexicana tenía que ser hermética, evasiva y surrealista era el parámetro para juzgar la calidad de una obra literaria, según las afiliaciones estéticas de algunos escritores, de ahí que Nandino en su ensayo «Después del surrealismo… ¿Qué?» arremeta en contra de la imposición de una tendencia estética en la lírica mexicana porque en estricto sentido esto se traduce como una imposición casi obligatoria. Evidentemente, los que no comulgaban con estos postulados y vieron que el surrealismo no tenía que ser una moda, quedaban excluidos de las revistas e incluso de las editoriales. Así pues, con un tiraje de mil 500 ejemplares, pocos suscriptores y patrocinadores, los editores de la revista Estaciones emprendieron una nueva aventura literaria como contrapropuesta a las tendencias extranjerizantes, a los grupos literarios y al ninguneo hacia las plumas jóvenes. El domicilio de Revillagigedo 108, despacho 102, en la Ciudad de México, fue el consultorio médico y la oficina de redacción de Estaciones, publicación que apareció con las estaciones del año y dio acogida e impulso a las nuevas voces literarias del país y el extranjero.

      Para esta época, Elías Nandino era un escritor reconocido; había publicado importantes libros de poemas, así que Estaciones no significó un medio para darse a conocer, sino más bien, la política fue impulsar a los escritores jóvenes: «una revista abierta, sin respetar jerarquías o críticas panegíricas, sino apoyando principalmente a la juventud, para remozar la interpretación de la vida y, al mismo tiempo, darle inetidez».17 Como lo haría en los años ochenta en los Miércoles Literarios en el Ex Convento del Carmen, de Guadalajara, Nandino se rodeó de jóvenes literatos talentosos que apenas comenzaban a despuntar. En el primer año de Estaciones, la edición estuvo a cargo del propio Nandino, de la dirección se encargaron Alfredo Hurtado, Alí Chumacero, José Luis Martínez y Carlos Pellicer. En 1957, se adhieren a la dirección Salvador Reyes Nevares y Enrique Moreno de Tagle. Para el número 10 de la revista, el equipo de redacción se integró por Carlos Monsiváis, Sergio Pitol, José Emilio Pacheco, Raymundo Ramos Gómez y Lazlo Javier Moussong. En el verano de 1957, Nandino creó la sección Ramas Nuevas y confía en el joven José Emilio Pacheco y posteriormente también en Carlos Monsiváis, la calidad de dicha sección. Así se expresó en 1982 Pacheco de su labor como periodista cultural en Estaciones:

      [Elías Nandino] nos concedió absoluta autonomía, no discutió ni revisó nuestras colaboraciones (por eso no puedo releer las 54 que dejé en Estaciones sin morirme de vergüenza). De modo que fue enteramente voluntaria del clima de hace veinticinco años la nota que perpetré cuando apareció Las peras del olmo. Aunque mi ideal literario de entonces y mis modelos absolutos eran, y no podía ser de otro modo, autores de buena-mala poesía como Plaza, Peza, Campoamor, Núñez de Arce, y por más que mi ingenuidad no me impidió del todo ver de quién estaba hablando, pontifiqué con el aplomo que sólo puede dar la ignorancia.18

      Para el número 11 de la revista, se conservan los mismos integrantes en el equipo de redacción, pero se incluye a José de la Colina como jefe de redacción. Ya para el número 13, en 1959, la dirección recae sólo en Elías Nandino, el jefe de redacción es Alí Chumacero y el comité editorial está a cargo de Monsiváis, Moussong, Pacheco y los jóvenes, Hugo Padilla, Gustavo Sainz y Fernando Sánchez Mayáns. Las entradas y salidas de los escritores jóvenes a la redacción de Estaciones no impidió que la publicación decayera; algunos de ellos se habían ido al equipo de trabajo de Fernando Benítez, uno de los principales detractores de Estaciones que siempre denostó la labor editorial de Nandino. Ya para 1960, se conservaban pocos colaboradores y se incluían otros como Raúl Renán, Juan Vicente Melo y Elena Poniatowska.

      Con el número 20, invierno de 1960, Elías Nandino cierra la primera época de la revista. Con sesenta años de edad, Nandino continúa su labor poética y el impulso de otras revistas como Cuadernos de Bellas Artes que dirigió de 1960 a 1964 con el fin de seguir impulsando a las nuevas voces de la narrativa, la poesía, la pintura, el teatro, el ensayo y la crítica literaria.

      En Estaciones, escritores como José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, Francisco