Olga Rodríguez Cruz

El 68 en el cine mexicano


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por la película.

      En esta década se produjo El patrullero 777, protagonizada por Cantinflas, que muestra el claro autoritarismo que se vivía en la administración de Adolfo Díaz Ordaz, cuando este personaje reprendió a los jóvenes por sus actos.

      A principios de los años noventa, La sombra del caudillo vio la luz en las salas de cine, y además se exhibió Rojo amanecer. Esta última es interesante como propuesta dramática, su cotidianeidad en donde no ocurre nada y lo que sucede es lo de todos los días, donde el señor se va a su trabajo, la esposa se queda en casa y viven ahí dos niños y un anciano. De alguna manera es una familia bastante tradicional, es lo que está establecido en nuestro medio, así es nuestra familia. El acontecimiento, como bien sabemos, se da en Tlatelolco. Percibimos la violencia porque los personajes platican de lo que pasa, apreciamos los ruidos que se oyen del exterior y observamos en los actores la información que reciben de la televisión. Todo este cúmulo de datos también lo obtiene el espectador en la sala de cine.

      Es interesante ver que en Rojo amanecer existe un microcosmos dentro de otro y en éste existe una cotidianeidad, neutralidad y por otro lado una violencia que se está dando. Xavier Robles fue bastante inteligente para poder escribir el guion de Bengalas en el cielo, título original de Rojo amanecer.

      Me pregunto cuántas familias, sin tener que ver con el movimiento estudiantil, se vieron arrolladas por este ataque. Era un delito ser joven y ser estudiante. Actualmente pienso que la influencia que tuvo el 68 en el cine mexicano es en la etapa de los años setenta, con los muchachos que lo vivieron plenamente y se dieron cuenta de que había otra manera de ver la realidad, tenían ya una actitud ideológica y bastante comprometida.

      Esta filmografía lleva una propuesta importante históricamente. Los cineastas se manifestaron, algunos no logrando transmitir la situación real, no llegaron a dominar las ideas, les faltó control técnico y no supieron cómo proyectar todo el sentir que les había dejado el 68, entonces lo hicieron de una manera vergonzante, temerosa y pobre.

      No puedo decir que esta década fue una época dorada del cine mexicano, pero sí es un periodo con propuesta. Si la filmografía ya no llega a consolidarse es debido a que no hay una buena cimentación, no tiene buenos refuerzos. Termina ese periodo gubernamental y el celuloide se viene abajo.

      En el periodo de José López Portillo fue muy evidente. Se pensó que la cinematografía era mala, que los realizadores no sabían filmar y que el mexicano estaba incapacitado para dirigir una película. Ante ello la hermana del mandatario, Margarita López Portillo, implementó la coproducción, la responsabilidad de la película caía en el país extranjero con todo y capital nacional.

      Con Ernesto Zedillo la filmografía se encontró perdida, hubo una gran cantidad de directores con propuestas de hacer un buen cine, pero faltó producción e interés, hubo miedo de filmar.

      Es triste reconocer que es más el tiempo que la cinematografía mexicana ha vivido en la debacle, que lo que se ha filmado como un gran cine. Hasta nuestros días el celuloide es sexenal, cada administración trata de rescatarlo y lo hace atropelladamente. En el cine mexicano deben producirse películas con poco presupuesto y con preocupaciones sociales. El neorrealismo nos pertenece, se puede hacer un cine sencillo, que con el tiempo puede llegar a ser gigante. Lo importante es que haya un concepto de filmación, que la sencillez vaya ligada con la grandeza.

       Francisco Gaytán

      La participación que tuve en el movimiento del 68 ocurrió cuando era estudiante en el CUEC. Una particularidad que me arrastró al movimiento fue el no tener trabajo, y el tener coche. Primero fui contador público y tenía un trabajito que consistía en llevar una contabilidad, que me daba dinero para la gasolina, mi café, el cine, etcétera, pero antes de eso había dejado el CUEC e hice un viaje largo. Y cuando regresé, reanudé mis estudios. Vi el principio de las primeras reuniones después del pleito de los estudiantes del Poli con los de la Universidad; presencié las primeras manifestaciones que hubo, y que quería manipular la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), pero que por supuesto fue inmediatamente rebasada por la gente y eliminada la manipulación, por los estudiantes que no la aceptaron. Después, un primo mío que estudiaba en arquitectura, revoltoso, que vivía en Tepito, estuvo dentro de la preparatoria cuando sucedió el bazucazo.12 Ese día pasé, de camino a Tepito, pues entonces vivía ahí, y vi el bolón de gente en Justo Sierra. Me detuve, le pregunté a un policía y me dijo que los estudiantes se habían atrincherado y les habían disparado un bazucazo. Desde ese momento me fui involucrando política, anímica e intelectualmente, por lo que entré de lleno al movimiento. Me llamó la atención el activismo, considero a la actividad política, junto con el amor, las actividades más altas que puede realizar o sentir el ser humano. Me involucré ciegamente porque tuve la edad, el poder, la capacidad física y económica para hacerlo. Entonces tenía veintitantos años.

      Cuando sucedió lo del 68 estaba en el segundo año del CUEC, casi pasaba a tercero. Posteriormente empezó la huelga, y Leobardo López fue llamado para ser nuestro representante en el Consejo Nacional de Huelga (CNH). Leobardo López era un individuo increíblemente inteligente y carismático, tanto que le apodaron El Cuec, no era Leobardo, él era El Cuec. Entonces, fungió como nuestro guía, además nos juntamos varias personas que disponíamos de tiempo, porque la escuela, el CUEC, tenía la característica en esa época de que casi todos los que habíamos ingresado teníamos otra profesión, y al tener otra profesión, vivíamos de ella; ya éramos adultos. Pero tuve la fortuna de no tener trabajo y pude dedicar todo mi tiempo al movimiento. Me gustaba mucho la fotografía fija. Habíamos tenido unas clases de laboratorio con el maestro Reynoso. Existía el plan para poner un laboratorio de foto fija en el CUEC, lo cual era absolutamente indispensable para el conocimiento profundo de la imagen fotográfica, y podría decir que de la imagen cinematográfica también. Como yo estaba mucho tiempo en el CUEC, el profesor Reynoso, quien junto con otros manejaba ese proyecto, me recomendó para que fuera el que iniciara ahí los trabajos de la organización del laboratorio de foto fija. Hay una gran cantidad de imágenes fijas que registraron el movimiento y que se utilizaron en El grito, y otras que están en negativos y positivos. Éstas se encuentran en la biblioteca de la filmoteca. Existen varios materiales de mi autoría. Varios estudiantes participamos activamente. Uno de los fotógrafos que participaron en el movimiento fue Roberto Sánchez.

      Hay una foto que aparece en El grito, en donde se encuentra un muchacho parado sobre unas cosas enfrente de un mercado y está hablando al público. Esa foto es mía, la tomé en el mercado Martínez de la Torre, en la colonia Guerrero. Entonces había brigadas, unas de información al público y otras de proselitismo; queríamos estar junto con el pueblo, con el público. Con el muchacho que está retratado en esa foto nos pusimos de acuerdo, él no era del CUEC sino de la facultad de Filosofía y Letras o algo así, yo iba como registrador de las imágenes. Fuimos a ese mercado, como a muchos otros. Ahí, mientras él hablaba, toda la gente refractaria y medio espantada lo miraba. Se subió a una de las planchas del mercado en donde los puestos eran de cemento. Recuerdo muy bien que la gente no entendía por qué el filósofo le hablaba de marxismo puro. Pero la imagen fue muy buena, tanto así que Leobardo la escogió en la edición de la película. Por cierto, esa foto no la tengo, yo no me quedé con nada; esas fotos las tiene la filmoteca, lo entregué todo al centro de documentación. Puede ser que esté ahí o no sé si se extravió; mucho de eso se perdió, el negativo original de El grito está perdido, eso es algo que no se ha dicho.

      Personalmente pienso que El grito es un documento que registró cronológicamente el movimiento del 68. Afortunadamente el CUEC fue nombrado como depositario de la memoria de imagen de este acontecimiento; el CNH le encargó este trabajo a Leobardo. Por supuesto, como nuestro representante, aceptó y fue comunicado al estudiantado del CUEC, y lo aceptamos. Algo que nunca se ha dicho, es que la bendita universidad nos permitió hacer este registro, ¿en qué sentido? Todo cuesta dinero. Entonces, todo lo que filmábamos del movimiento tenía que revelarse, y eso cuesta. Lo entregábamos al CUEC y la escuela lo mandaba a revelar al laboratorio. Sabíamos que esos materiales eran ya conocidos por la policía y que iban a ser buscados y secuestrados. Por eso es que se dice que se