Maurizio Lazzarato

¿Te acuerdas de la revolución?


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centros industriales, proporcionando mano de obra muy barata. Sin esta relación entre centro y periferia, entre empleo asalariado y empleo informal mal remunerado, el milagro chino habría sido imposible.

      Estas poblaciones del Sur, devastadas por estas polarizaciones internas (colonización interna), están comenzando a ser sometidas a una especie de apartheid generalizado, como el experimentado por el Estado de Israel con los palestinos desde hace varias décadas. Los flujos migratorios tienen su origen en estas políticas de depredación y empobrecimiento de la mayoría de la población de los países emergentes y de la totalidad del resto.

      La multiplicación del trabajo informal, precario, servil, etc., no está gobernada y capturada por la empresa y los asalariados, sino por las finanzas. Para el Sur del mundo, esto no es una novedad llegada con la última globalización. En 1961, Frantz Fanon dio una descripción del dispositivo de captura de valor (la colonia es una “realidad proteiforme, desequilibrada, donde coexisten a la vez la esclavitud, la servidumbre, el trueque, la artesanía y las operaciones bursátiles”),8 lo que sugiere que el capitalismo no ha decidido promover el modelo de salario y de estado de bienestar del Norte, sino una nueva forma de colonización que combina una multiplicidad y heterogeneidad de situaciones proletarias bajo el control de la máquina de crédito/deuda.

      A principios del siglo XX, Lenin ya había señalado que la gran colonización en curso (lo que se denomina hipócritamente “globalización”) desde la primera parte del siglo XIX, que condujo a la conquista de la totalidad del planeta, estaba estrictamente ligada a la financiarización. Lenin tiene la intuición de que el crédito (“capital a interés”, como lo llama Marx) no solo anticipa la explotación del trabajo asalariado por venir, sino también la depredación futura del trabajo no remunerado, de la tierra y los recursos naturales, etc. La hegemonía del capitalismo financiero implica al mismo tiempo la constitución de monopolios y la colonización, la centralización de la producción y la concentración de la violencia directa a través del saqueo, sin meditar en la organización del trabajo, en realidades sociales no capitalistas (Rosa Luxemburgo).9 El “capital a interés”, si bien es un “vástago” del capital industrial, manifiesta claramente, a diferencia de este último, que la naturaleza del capitalismo es ser a la vez y de manera inseparable producción y depredación, organización del trabajo y organización de la guerra. En lugar de ser la “forma más externa y más fetichista” de producción, el “capital ficticio” –otro de los modos en que lo define Marx– es el verdadero capital del mercado mundial, abstracción y guerra a la vez.

      Desde la época colonial, las finanzas evolucionaron porque las políticas depredadoras de la deuda a nivel macropolítico están asociadas al acceso al microcrédito para la actividad informal. Tras la explosión de pobreza y precariedad provocadas por las políticas de “ajuste estructural” llevadas a cabo por las instituciones financieras mundiales (Banco Mundial, FMI, etc.) para pagar la deuda pública, aumentó la deuda privada no solo de las empresas (sobrepasa largamente la primera), sino también de los pobres.

      En los países del Sur, de la India a África,10 de Asia a América Latina, el acceso a los salarios y al estado de bienestar está bloqueado para una gran mayoría de la población. La “inclusión”, como dicen las políticas de las instituciones financieras internacionales, no pasa por el empleo y el bienestar, sino por el acceso al crédito, más precisamente al microcrédito (pequeños préstamos, incluso de 20 o 30 dólares). Una persona se endeuda para comprar un electrodoméstico, pagar las facturas del agua, la luz o simplemente para poder comer.

      La deuda es el instrumento de control y de incentivo para el trabajo y la productividad de la inmensa cantidad de empleos precarios, domésticos y migrantes. Penetra en la vida cotidiana de los “pobres” para organizarla, dirigirla y sujetarla. El desarrollo de este trabajo y la afirmación de la financiarización son fenómenos estrechamente relacionados.

      Esta estrategia, lejos de hacer desaparecer el racismo y el sexismo, los coloca en el centro de sus políticas porque constituyen, históricamente, los modos de producción y legitimación de la explotación del trabajo gratuito (de mujeres y colonizados) y las modalidades de sujeción que los vuelven posibles.

      En Estados Unidos estas políticas se implementaron fácilmente porque su democracia siempre se ha caracterizado por la colonización interna. Desde la “revolución”, Estados Unidos es un país esclavista, segregacionista y profundamente racista. La novedad es la extensión del trabajo gratuito, desregulado e informal entre capas crecientes de proletariado blanco, lo que explica las grandes movilizaciones contra el asesinato de George Floyd. La cuestión racial asume una centralidad incluso a nivel institucional; la elección de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos se jugó en torno a la supremacía blanca. Esta cuestión se convierte en una prioridad incluso en países como Francia, donde la cuestión de la inmigración, los ciudadanos franceses de origen extranjero y el islam es actualmente una obsesión del poder y la temática privilegiada por los medios. Detrás de la batalla política por el secularismo se juega la instalación y el control de la colonización interna que involucra a un número cada vez mayor de franceses.

      4.2. La estrategia en los monopolios

      Durante los años 80 y 90, los monopolios instauraron una nueva etapa de la centralización del capital. La agricultura es un ejemplo de este nuevo modelo de acumulación cuya acción destructiva sobre la “naturaleza” es ahora un hecho establecido. Mediante la venta de semillas y fertilizantes y el suministro de créditos, los monopolios11 controlan las fases iniciales de la producción. Con posterioridad, el flujo de mercancías y la fijación de precios no están determinados por el “mercado”, como sostiene la doxa neoliberal, sino por los monopolios del transporte a gran escala que compran los productos al precio que ellos mismos fijan arbitrariamente. El pequeño agricultor independiente forma parte de la masa cada vez mayor de trabajadores pobres, porque su remuneración se acerca a cero (300 euros al mes de promedio en Francia). Su supervivencia económica depende de las subvenciones europeas, alimentadas por los contribuyentes que les garantizan a estos mismos monopolios rentas colosales.

      La financiarización contemporánea, la segunda arma de la estrategia capitalista, absorbe una renta colosal respecto del conjunto de las actividades. Esta sangría rentista se ejerce de forma privilegiada por medio de la deuda. Los monopolios no tienen ningún interés en reducir la deuda pública, ya que constituyen valores disponibles de fácil apropiación por parte de los mecanismos financieros. El Estado juega un papel decisivo en la transformación de los salarios y los ingresos en flujos de rentas. El gasto social, las jubilaciones y los salarios están ahora indexados en relación con el equilibrio financiero, es decir, al nivel de renta deseado por los monopolios. Para garantizar esta renta, los salarios, los gastos y las jubilaciones se ajustan siempre a la baja.

      El capitalismo contemporáneo es un capitalismo oligárquico y rentista que no tiene nada de liberal.

      A través de las finanzas, los monopolios no solo controlan la economía de los países capitalistas desarrollados, sino también la de los países del tercer mundo: las políticas de financiarización y endeudamiento fueron introducidas primero en África y en América del Sur en los años 80. Solo China, que participa del comercio y la producción mundial, persiste en su negativa de integrarse al mercado financiero. Los bancos, la moneda, las finanzas y las bolsas de valores permanecen bajo el control del Estado chino. El problema de los monopolios no es la competencia comercial e industrial de China, sino el hecho de no poder controlar, perforar y, si es necesario, destruir la economía y las instituciones de este país como fue el caso de otros países asiáticos a finales del siglo XX. Este fantástico medio de destrucción masiva, apropiación, expropiación, despojo y guerra social que representan las finanzas se detiene en las fronteras de China. Para la máquina capitalista resulta insoportable. Ante esta negativa a someterse al poder financiero de los monopolios, China fue convertida por el gobierno de Trump en un enemigo estratégico de Estados Unidos.

      La acción de las finanzas no es parasitaria, del mismo modo que el capital financiero no es un “capital ficticio” (Marx). Juntos constituyen el pivote político del funcionamiento de la máquina capital/Estado en