Maurizio Lazzarato

¿Te acuerdas de la revolución?


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haber salido a la luz sin las luchas llevadas a cabo por las mujeres, los ecologistas, los colonizados, los indígenas y los esclavos a lo largo de toda la historia del capitalismo y especialmente en el siglo XX, donde son la punta de lanza de la revolución mundial”.

      El uso de los saberes producidos por estas luchas hace surgir un nuevo funcionamiento de formas de explotación y dominación que en realidad es muy antiguo. Desde la conquista de América, el capitalismo ha constituido un mercado mundial que puede describirse como una máquina político-económica que ensambla y separa, conecta y divide “islas de trabajo abstracto” –en otras palabras, un (supuesto) trabajo libre, asalariado, progresivamente institucionalizado y jurídicamente reconocido, en su mayor parte concentrado en Europa y en el Norte del mundo, y “océanos” de trabajo no asalariado, servil, muchas veces gratuito, no reconocido y devaluado, localizado en el Sur del planeta–. Históricamente, estos océanos de mano de obra gratuita o barata han sido proporcionados por la tierra, las mujeres, los colonizados, los indígenas y los esclavos.

      El marxismo, aunque reivindica el mercado mundial, se ha centrado en el trabajo abstracto y el trabajo asalariado, ignorando desde el punto de vista político y teórico la enorme masa de trabajo no remunerado (o subpago) sin el cual “el capitalismo no podría durar ni un solo día”.

      Rosa Luxemburgo se anticipó a Moore y comprendió el funcionamiento del mercado mundial más allá de Marx:

      El crecimiento incesante de la productividad del trabajo […] implica y requiere el uso ilimitado de todas las materias primas y todos los recursos del suelo y de la naturaleza. […] En su impulso hacia la apropiación de fuerzas productivas para fines de explotación, el capital recorre el mundo entero; saca medios de producción de todos los rincones de la Tierra; apropiándoselos o adquiriéndolos de todas las formas de sociedad y grados de civilización y […] necesita como mercados capas sociales no capitalistas para colocar su plusvalía. Ellas constituyen a su vez las fuentes de sus medios de producción, y reservas de mano de obra para su sistema asalariado.13

      Luxemburgo nos permite corregir a Marx y a los marxistas. La constitución del mercado mundial está atrapada en contradicciones que vuelven imposible la subordinación de cada relación social a la racionalización capitalista (vuelve imposible una “subsunción real” completa y universal), porque el capital “tiende a extenderse por todo el ámbito de la Tierra y a eliminar a todas las otras formas económicas; no tolera la coexistencia de ninguna otra. Pero es también la primera que no puede existir sola, sin otras formas económicas de las que alimentarse”. Lo que los medios de comunicación llaman hoy “desglobalización” es parte de esta “contradicción” que también se puede expresar de la siguiente manera: el capital nació con el Estado-nación y no puede superarlo. Nacieron y morirán juntos porque constituyen la doble articulación de la máquina llamada capitalismo.

      En el mercado mundial las mujeres, la tierra, los esclavos, los nativos garantizan el flujo de alimentos, energía, materias primas y mano de obra barata o incluso gratuita. Cada acto de explotación del “trabajo abstracto” implica una importante cantidad de mano de obra no remunerada, expropiada, saqueada y robada. A cada obrero contratado en una fábrica le corresponde una gran cantidad de esclavos, nativos, colonizados, mujeres, kilómetros cuadrados de tierra, bosques, minas, ríos, etc., para que la producción sea rentable.

      El capitalismo se caracteriza, entonces, por dos formas de acumulación muy diferentes pero complementarias e inseparables que utilizan dispositivos económicos y dispositivos de poder: la acumulación por capitalización, centrada en la explotación del trabajo abstracto, es decir, la producción de valor en el interior del circuito del capital, y la acumulación por apropiación (saqueo, robo, expropiación por medio de violencia, la fuerza, la guerra, etc.), centrada en el trabajo no remunerado y arrebatado por dispositivos extraeconómicos que se reproducen, en gran parte, en el exterior del circuito del capital propiamente dicho.

      El concepto de trabajo gratuito y no remunerado es decisivo en esta historia del capital. No fue inventado por Moore, quien lo descubrió en los debates de los movimientos feministas de los años 70.

      La cadena de valor es mucho más larga, ya que incluye, al mismo tiempo que lo oculta, al trabajo no remunerado o subpago, e inviste muchos más cuerpos que los que describen la economía política y el marxismo.

      La enorme cantidad de trabajo gratuito tiene una función fundamental para la existencia y supervivencia del capital: contrarrestar la tendencia a la baja de la tasa de ganancia porque los costos de su producción y reproducción están en constante aumento. El capital solo conoce dos modalidades para contrarrestar la caída de la tasa de ganancia: “la innovación en el tiempo” (es decir, la producción de más mercancías con menos trabajadores en menos tiempo gracias a la inversión en maquinarias y organización) y la “expansión a través del espacio” (es decir, apropiación/saqueo del trabajo no remunerado de la tierra, las mujeres, los pueblos colonizados e indígenas y de sus territorios). Los dos procesos deben funcionar juntos para que la rentabilidad sea la apropiada. Un alza de la capitalización obtenida por inversión en maquinaria y organización del trabajo, sin un alza de la apropiación violenta, sin el saqueo de la tierra, sin el trabajo servil de las mujeres, traerá inevitablemente aparejado el alza de los costos de producción.

      Pero no basta con que la capitalización y la apropiación del trabajo gratuito sean simultáneas, es necesario que la extensión de esta última no tenga comparación con la primera. No solo las zonas de apropiación de este trabajo deben expandirse más rápidamente que las zonas de explotación del trabajo abstracto, sino que el dominio de la apropiación debe ser siempre y necesariamente más amplio (tanto geográfica como demográficamente) que el espacio de explotación del trabajo asalariado.

      Para Samir Amin, este trabajo gratuito es el resultado de lo que él llama el “lumpen-desarrollo” impuesto “por los monopolios de los países imperialistas del centro a las sociedades de las periferias que ellos dominan. Se manifiesta en el vertiginoso crecimiento de las actividades de supervivencia (la llamada esfera informal), es decir, en la pauperización inherente a la lógica unilateral de acumulación de capital”.

      El “trabajo socialmente necesario no remunerado” es la condición del “trabajo socialmente necesario” (trabajo abstracto), mientras que Marx y los marxistas no llegan a ver la función y la necesidad del primero, salvo en la acumulación primitiva.

      La obsesión del capital es reducir continuamente el “trabajo necesario”. Esta reducción del trabajo asalariado, perfectamente descrita por Marx, no implica la creación de un ejército de trabajadores de reserva (o un ejército de reserva industrial), sino un aumento del trabajo necesario gratuito o escasamente remunerado que no analiza con la misma perspicacia. Marx describe la apropiación gratuita, el robo, el saqueo practicado por el capital durante la acumulación primitiva, pero estas expropiaciones son tan solo una narración porque no entran en el funcionamiento y cálculo de la ley del valor.

      1.1. Valoración y desvalorización de las subjetividades

      La economía política valoriza el trabajo abstracto definiéndolo como “trabajo productivo”, al mismo tiempo que desvaloriza el trabajo no remunerado catalogándolo como “trabajo improductivo”. El marxismo, lamentablemente, no solo aceptó esta definición completamente política del trabajo, sino que la consagró como el lugar donde se despliega la fuerza revolucionaria. Solo los trabajadores detentan el secreto de la ruptura revolucionaria, ya que, al estar adentro de la producción, pueden bloquearla y derrocarla.

      La valoración y desvalorización del trabajo pasa por una valorización y desvalorización de las subjetividades y el lugar que se les atribuye no solo en la sociedad, sino también en la humanidad y la naturaleza. La producción económica es necesariamente una producción de subjetividades.

      La doble dinámica del trabajo remunerado y el trabajo gratuito que ya se estableció durante el siglo XVI “largo” (1450-1648) está basada en una revolución que