Rodrigo Cornejo

Volver a Freud


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(es decir, sobre fundamentos científicos), lo conducen rápidamente a tomar distancia del ámbito meramente especulativo (pese a su temprano interés por asuntos de filosofía, asistiendo por ejemplo a los cursos de Brentano sobre Aristóteles). No obstante, estas aprehensiones hacia lo especulativo7 comienzan a perder fuerza hacia el final de su obra. Si en 1901, cuando debuta el término metapsicología en la obra de Freud, aquel hace referencia principalmente a una psicología de lo inconsciente, en 1937, en uno de sus últimos trabajos, el término apunta más bien a una especulación necesaria sin la cual no se puede avanzar en los caminos que permitirían despejar la relación de la pulsión al yo. Reticencia.

       […], queremos significar otra cosa, que en términos aproximados se puede designar como el «domeñamiento» de la pulsión: esto quiere decir que la pulsión es admitida en su totalidad dentro de la armonía del yo, es asequible a toda clase de influjos por las otras aspiraciones que hay en el interior del yo, y ya no sigue más su camino propio hacia la satisfacción. Si se pregunta por qué derroteros y con qué medios acontece ello, no es fácil responder. Uno no puede menos que decirse: «Entonces es preciso que intervenga la bruja».” La bruja metapsicología, quiere decir. Sin un especular y un teorizar metapsicológicos —a punto estuve de decir: fantasear— no se da aquí un solo paso adelante. Por desgracia, los informes de la bruja tampoco esta vez son muy claros ni muy detallados. Tenemos sólo un punto de apoyo —si bien inestimable—: la oposición entre proceso primario y secundario, y a este he de remitir aquí.8

      Si en un primer momento del desarrollo del psicoanálisis, el proyecto de una serie metapsicológica se vuelve necesario para dar consistencia conceptual y teórica a la observación clínica, en un segundo momento, el conjunto de nuevas elaboraciones que emergerán alrededor de 1920 (lo que se conoce como “el giro freudiano”) y que significará, entre otras cosas, repensar el papel de las pulsiones al interior del aparato anímico (en particular la incorporación de la noción de pulsión de muerte), el rol de la compulsión a la repetición y la reorganización de lo traumático, y las insuficiencias del yo de la primera tópica (que llevan a Freud a postular una segunda tópica), implican repensar la tarea de organizar una serie de escritos en torno a una metapsicología. La sistematización conceptual que había pensado Freud en torno a sus doce textos metapsicológicos a mediados de la década de 1910 se veía entonces cuestionada a causa de los nuevos descubrimientos teóricos y de las dificultades que presentaba la clínica. Freud siempre se cuidó de no abandonar el terreno clínico y de no construir teorías que no estuvieran sostenidas en la observación, tomando así distancia del terreno especulativo.

      Así, la propuesta de una pulsión de muerte (1920) que lleva a una reorganización del punto de vista económico y la aparición de la segunda tópica (1923), entre otros aportes, terminarán por hacer desistir a Freud, del proyecto de una metapsicología. Dos intentos de sistematización a partir de la idea de modelos habían sido propuestos con anterioridad a este proyecto (en El proyecto de psicología para neurólogos de 1895 y en el capítulo VII de La interpretación de los sueños de 1900-1901). Por el contrario, este tercer intento (los textos de la metapsicología), no vio la luz más que de modo fragmentario. Como sabemos, Freud renuncia finalmente a publicar una metapsicología. Así lo expresa a Lou Andrea Salome el 2 de abril de 1919:

       ¿Dónde está mi Metapsicología? En primer lugar, no ha sido escrita aún. No me es posible elaborar el material de manera sistemática; la índole fragmentaria de mis observaciones y el carácter esporádico de mis ideas no lo permitirían. Sin embargo, si vivo diez años más, puedo seguir trabajando durante todo ese tiempo, no me muero de hambre, no soy asesinado, no quedo demasiado sumergido por la desdicha de mi familia o de quienes me rodean —y es pedir que se den muchas condiciones—, entonces prometo hacer ulteriores contribuciones a ella. En esta línea, una primera estará contenida en mi ensayo “Más allá del principio de placer”.9

      Durante el tiempo comprendido (desde El proyecto…, hasta los Trabajos sobre metapsicología, pasando por La interpretación de los sueños) el problema, de orden epistemológico, que intentó resolver Freud no es sino el mismo: como dice Lutereau (2010) “formalizar el factor cuantitativo”.10 Las dificultades de Freud en poder definir el terreno de acción de la pulsión y las relaciones de esta con la representación vienen a evidenciar la complejidad de dicha formalización. De esta forma, el proyecto de un compendio de metapsicología que pudiese incorporar el conjunto de su obra (al menos la primera y la segunda tópicas) se vuelve una tarea imposible para Freud. En este sentido, con los aportes contemporáneos a la teoría del psicoanálisis ¿se puede pensar en una nueva metapsicología?, ¿qué otros conceptos podrían estar incluidos en esta nueva metapsicología? O quizás, ¿por qué no desistir de la tarea de una metapsicología tal como lo expresa Lacan?

      Los textos que componen esta obra tienen como origen un conjunto de ocho jornadas que se realizaron durante los meses de agosto a noviembre de 2015 en la Universidad Andrés Bello, sede Viña del Mar, organizadas por el área clínica de la carrera de Psicología y cuyo nombre fue “Jornadas de Metapsicología Freudiana”. El libro no retoma el orden ni la integralidad de las ponencias presentadas en aquellas jornadas. El orden del texto está referido a cuatro ejes que corresponden a las cuatro partes de la obra:

      • Pulsión e Inconsciente como elementos centrales de la metapsicología.

      • Las relaciones entre historicidad, filogenia y temporalidad metapsicológica.

      • La metapsicología en sus relaciones a la clínica psicoanalítica.

      • Propuestas de superación de la metapsicología freudiana.

      Así, en la primera parte, Cattaneo abre la recopilación trabajando el concepto de pulsión, noción fundamental para la metapsicología e insistiendo sobre el carácter transgresor, de artificio, de “montaje” dirá Lacan, de toda sexualidad humana, superando así toda visión psicológica y biológica de aquella, en la cual siguen inmersos muchos discursos científicos actuales. En un segundo tiempo, explorando el espacio de trabajo de la pulsión, el autor pone en tensión el discurso de la psiquiatría y la necesidad de construcción de un concepto como el de instinto frente al discurso psicoanalítico, para finalmente persistir en el hecho que la pulsión es una insistencia perturbadora que atraviesa y constituye a la subjetividad satisfaciéndose sólo por su recorrido, su tensión es un lazo y su meta el retorno en circuito, sin nunca alcanzar una totalización biológica.

      El texto de Bornhauser, atravesado por el análisis filológico, propone que la metapsicología deviene tal no tanto por proponer un nuevo topos, un más allá de la psicología (más allá de la consciencia), sino principalmente porque ella pone de relieve y permite el despliegue de una diferencia no domeñable de la pulsión, en sus relaciones a la lengua. Así, partiendo de la búsqueda y sentido de los primeros registros freudianos del término metapsicología hasta un interesante examen del vocablo alemán Trieb, Bornhauser nos muestra cómo la metapsicología no podría ser pensada sin el estudio de la pulsión.

      Por su parte, Manuel Coloma se propone acceder a la metapsicología abordándola desde los aportes realizados en los trabajos de Victor Tausk a la noción de inconsciente freudiano en relación al lenguaje; en particular, desde su abordaje de la esquizofrenia, que permite esclarecer el modo de trabajo de los procesos primarios y secundarios, y el problema de las representaciones-cosa y representaciones-palabra, tanto en la neurosis como en la esquizofrenia. Para ello, un singular eje atraviesa implícitamente todo el trabajo del autor: el triángulo intelectual-afectivo Freud- Lou Salomé-Tausk, mostrando la influencia de este último en el texto “Lo inconsciente” de 1915 de Freud, uno de los ejes de su metapsicología.

      El texto del psicoanalista Rolando Karothy aborda el tema de la metapsicología partiendo del vocablo griego que le da origen: la μετὰ φισικα, y un comentario de Ferenczi al respecto, del cual tomará distancia. Para el autor el psicoanálisis se ocupa del Otro, de la relación al semejante y del objeto sexual, en una tarea cuyo eje articulador no es otro que el inconsciente. Mostrando el valor que tienen las diferentes épocas de la enseñanza de Lacan para la comprensión del inconsciente, el autor nos conduce a una interesante reflexión