Domènec Melé

Ética Profesional


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vocación es un término que deriva del verbo latino vocare, que significa “llamar”. Denota un llamado a seguir un determinado camino y tiene sentido aplicarlo a la profesión. En la base de la vocación profesional está descubrir en qué se siente uno inclinado a trabajar de modo estable y dedicar a ello largos años de su vida. Entraña sentir atracción para una profesión, pero no solo eso: es necesario tener condiciones personales para desarrollarla. Unas condiciones que se potenciarán con una adecuada formación y con el propio ejercicio profesional. Se trata, en definitiva, de tener una actitud favorable hacia una profesión y aptitud para ejercerla.

      En ocasiones la vocación profesional aparece con claridad en edades tempranas, mientras que otras veces se va descubriendo y consolidando con el paso del tiempo, con frecuencia estando en contacto con profesionales que de algún modo se toman como referencia. La vocación profesional puede requerir cierto tiempo de prueba en el estudio o práctica de una profesión o incluso cambiar si se descubre que no se ha acertado. Un buen consejo puede ayudar a descubrir la vocación profesional. Pueden ayudar también pruebas psicotécnicas que revelen aptitudes.

      La vocación profesional da un sentido de misión o tarea a desempeñar en la vida, al tiempo que da sentido al trabajo que se realiza. La vocación y misión profesional no es lo único que proporciona significado al trabajo, pero es de gran relevancia. Trabajar con significado facilita el trabajo profesional. Los significados que pueden descubrirse en el trabajo van más allá de la producción realizada.

      Es conocida una anécdota de la época de las catedrales. Alguien preguntó a tres picapedreros distintos qué hacían. El primero respondió: “Ya puede verlo, aquí todo el día picando piedra”. El segundo, que en realidad realizaba la misma tarea, contestó. “Estoy haciendo un pilar de una columna, que es de gran importancia”. Un tercero, con una visión todavía más amplia, dio como respuesta: “Mire usted, puede parecerle que lo que hago es insignificante, pero, junto con otros, estoy construyendo una catedral”.

      Un profesional con amplitud de miras contempla su trabajo como algo magnánimo porque está contribuyendo a algo grande. Se dará también cuenta del valor ejemplarizante del trabajo cuando se trabaja con profesionalidad. El trabajo bien hecho es estimulante para los compañeros y, en su caso, también para sus hijos.

      La espiritualidad cristiana abre nuevos horizontes al trabajo. Primero, presentándolo como cooperación a la obra de la Creación: Dios da la tierra a los hombres para que la cuiden y la cultiven, con su trabajo. Segundo, con el trabajo se imita a Cristo, que trabajó, y se une a su obra Redentora. Finalmente, movido por la gracia del Espíritu Santo, trabajando bien y ofreciéndolo a Dios, el trabajo santifica a quien lo realiza14.

      Más abajo profundizaremos en el trabajo como medio de realización humana y de crecimiento personal, pero antes introduciremos una relevante distinción propuesta por Juan Pablo II15 entre las dimensiones objetiva y subjetiva del trabajo.

      Al trabajar se utilizan medios tecnológicos y se obtienen productos con cierto impacto en personas y medio ambiente. La dimensión objetiva del trabajo profesional se refiere a todo lo externo a la persona que trabaja; en concreto, los equipos, técnicas e instrumentos utilizados al trabajar y aquello que es producido como resultado del trabajar, incluyendo también el impacto del trabajo en el medio ambiente. Dentro de la dimensión objetiva del trabajo cabe valorar:

      • Los medios tecnológicos. Incluyen la tecnología, la maquinaria y los equipos utilizados que influyen en el modo trabajar y en su eficacia para conseguir los resultados requeridos y en la eficiencia o efectividad lograda.

      • Los productos obtenidos. Pueden ser bienes tangibles o servicios prestados con un determinado valor económico.

      • Impacto en personas y entorno social. Según el tipo de trabajo de que se trate, su impacto humano y social puede ser muy grande o ser casi imperceptible.

      • Impacto ecológico. El trabajo realizado seguramente tendrá algún impacto sobre el entorno natural. La consideración del impacto ecológico exige considerar los recursos consumidos, los residuos generados, la posible contaminación y otros efectos sobre el medioambiente.

      La dimensión subjetiva se refiere al sujeto del trabajo, es decir, la persona del trabajador. Pone de relieve que el trabajo no solo es producción, sino también actividad personal. Esto lleva a considerar los efectos del trabajo en el trabajador y la dignidad de la persona, de quien procede el trabajo.

      Entre los efectos del trabajo sobre el trabajador podemos distinguir tres grupos: efectos psicosomáticos, aprendizajes técnicos y hábitos carácter (Tabla 2.1.).

EFECTOS EN EL TRABAJADOR DESCRIPCIÓN
Efectos psicosomáticos Incluyen efectos físicos y psicológicos como fatiga y cansancio, o quizá tensión interior o nerviosismo, así como sensaciones emocionales en forma de satisfacción o insatisfacción por la tarea realizada, sentido de éxito o de fracaso, atracción por la tarea o lo contrario, agrado o no del entorno laboral, etc.
Aprendizajes técnicos Son las habilidades, destrezas y modo de hacer adquiridos al trabajar. Se adquieren por repetición de actos parecidos y dan facilidad para operar en el futuro. Son aprendizajes que facilitan trabajar más rápidamente y mejorar la calidad técnica en el futuro. Los aprendizajes técnicos pueden ser negativos. Al trabajar mal se crea un aprendizaje que da propensión a seguir trabajando mal en el futuro, a menos que uno se esfuerce por cambiar.
Hábitos de carácter Son las disposiciones estables del carácter que, si son moralmente buenas, denominamos virtudes.

      En ética nos fijamos especialmente en los hábitos del carácter, y concretamente en las virtudes, que se adquieren por el trabajo y otras actividades. Ya nos hemos referido a ellas en el capítulo anterior. Así, a medida que uno trabaja con sentido de justicia, buscando dar a cada uno lo que es debido (respetando sus derechos), el sujeto mejora la virtud de la justicia; al actuar diciendo la verdad, se aumenta la virtud de la veracidad; y así sucesivamente en todo lo que podamos descubrir como virtud. Los hábitos de carácter negativos se denominan vicios y se adquieren cuando se trabaja de modo contario a lo exigido por las virtudes; tal es el caso, por ejemplo, de vender mintiendo. Al mentir uno deteriora el hábito bueno de la veracidad y se va haciendo una persona mentirosa. Los hábitos adquiridos repercuten en el trabajo, de tal modo que el carácter moral es verdadera competencia profesional (Capítulo 1).

      El trabajo profesional no es algo ajeno a la vida, sino un aspecto de ella. Y la vida no es estática, sino dinámica, como también lo es la vida profesional. Como los demás seres vivos, el ser humano experimenta un crecimiento biológico y, con el tiempo, también una decadencia en sus capacidades biológicas por la vejez o quizá antes por la enfermedad. Sin embargo, el crecimiento o desarrollo humano no solo es biológico, sino que incluye ámbitos que van más allá de lo puramente corporal. El desarrollo afecta a todas las capacidades específicamente humanas. En este sentido hay un desarrollo de capacidades lógicas, éticas y estéticas, así como de habilidades prácticas.

      Con la actividad profesional se adquieren conocimientos, experiencia y habilidades. Además, con frecuencia se piensa y se reflexiona sobre cómo mejorar las capacidades técnicas que se aplicarán en el futuro. Hay también un desarrollo humano que tiene lugar dentro y fuera del ejercicio profesional. Se refiere a la mejora en el uso de las facultades que son específicamente humanas, en particular la capacidad de descubrir la verdad y de amar aquello que es verdaderamente valioso y expresarlo con voluntad de servicio. El trabajo, debidamente realizado, lleva pues al crecimiento personal tanto en su aspecto técnico como humano.