E. M Valverde

Sugar, daddy


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pero si me sigues hablando así, a lo mejor no sales de la habitación. El viernes que viene me puedes zorrear a mí...

      —Revisaré mi agenda...

      —¡Deja de ser así, me cago en la puta! –golpeó la pared con la palma abierta, y me quedé quieta–. Déjame comerte la boca y no me enfadaré.

      Sonó un poco desesperado, pero fingí no saberlo y limitarme a besarle. Tal vez se estaba enganchando a verme. Tocó mi muslo en dirección ascendente, y temí.

      —Lo sabía, joder –una risa muy macabra salió de sus labios rojos e hinchados, y me manoseó por encima de las medias, encontrando zonas mojadas–. Te ha gustado que te degrade así, casi estarías chorreando de no llevar las medias...¿me equivoco?

      No dije nada, y me limité a jugar nerviosamente con mis manos.

      Lo cierto era que tenía las bragas más mojadas que un charco. No me podía defender.

      —No te pongas tímida ahora. Te compensaré por lo de esta noche –acarició mi sien a cámara lenta–. Si quieres una noche fetichista solo me la tienes que pedir –apretujó mis labios como si fueran un corazón–, todavía no me he olvidado de que no me has dicho tus fetiches sexuales, Areum.

      Le besé con desesperación, y me levantó de los muslos para empotrarme contra la pared. Gemí sin pudor al notar su gran erección contra mi húmedo centro, y succioné su labio sintiéndome caliente.

      Me odié a mí misma por disfrutar de los besos húmedos de Takashi Kaito. Señor Takashi.

      16. [confrontación doble]

      Sábado

      Kohaku

      —Ya está –Areum se dejó caer sobre el sofá con olor a nuevo. Sonreí sin poder evitarlo, y cerré la puerta cuando metimos la última caja.

      —Quién nos iba a decir que hacer una mudanza era tan agotador, ¿eh? –observé su espalda, aguantándome las ganas de acariciarla hasta que se durmiera–. ¿Quieres que te haga un tour de la casa?

      ...

      —Parece una cama de película medieval –tocó los postes de madera que culminaban en un dosel, y vi cómo se contuvo de deshacer el lazo para que la cortina cayera y fuera más fantasioso–. Me gusta mucho tu apartamento, no es una mansión fría como en casa.

      Sabía a lo que se refería, a un hogar con sirvientes y ausencia paternal.

      Anduvo por la estancia murmurando cosas que me costaba entender, y paró frente al escritorio donde había libros de clase y una foto con ella.

      Me acerqué a ella cuando continuó susurrando para sí misma, y le toque el hombro preocupado. Había estado así toda la mañana, y me daba la sensación de que su mente no estaba aquí.

      —Areum, ¿quieres quedarte a comer? Luego podemos hacer la siesta –propuse contra su pelo, cerca de su espalda pero sin agobiarle físicamente–, tengo Netflix en la tele.

      Desde aquí vi cómo sus mejillas se abultaron muy poquito en una sonrisa, y me encaró para darme una confirmación.

      Pedimos comida china, y le hice caminar hasta el sofá al notar su cansancio. Me hacía pensar que había dormido poco a pesar de hacer abandonado la discoteca pronto.

      Aún así se las ingeniaba para estar igual de guapa que siempre.

      Me gustaba hacer planes con ella fuera del instituto porque no le veía con el uniforme, sino con su ropa; con su personalidad propia.

      Hoy se había puesto un jersey de cuello alto que marcaba su figura de formas que no me atrevía a describir, y vaqueros normales. Se veía achuchable y sexy, si eso tenía sentido alguno.

      Me tumbé antes que ella a lo largo del sofá, y di palmaditas en el espacio que quedaba a centímetros de mi pecho.

      —¿Te molesta si nos ponemos así?

      —No, está bien –me dio una pequeña sonrisa antes de agacharse para quitarse las pantuflas.

      Aproveché lo cerca que estaba para estudiar mejor su cara. Tenía los ojos un poco rojos, como si hubiese fumado maría o llorado; un corte reciente en el labio y ojeras que se filtraban a través de su maquillaje. También me había fijado en que estaba más seria, pero en vez de preguntarle le ofrecí una siesta de consuelo entre mis brazos.

      Hice un esfuerzo abismal por no suspirar al sentir su cuerpo contra el mío, y nos tapé con la manta cuando la intro del capítulo estaba sonando.

      Sí, su pelo sí que olía tan bien como parecía

      Buscó mi mano, y dejó el lío de dedos rozando su estómago.

      Estábamos haciendo la cucharita y me parecía lo más encantador del mundo, sobre todo con el calor corporal que me transmitía. Era muy difícil no quedarse dormido a su lado.

      No solté su mano durante el capítulo, ni siquiera con los tres que le siguieron; solo cuando ella quiso.

      —Kohie... –se recostó sobre su otro lado, nuestras caras a escasos centímetros por la postura. Llevó sus manos a su pecho con los ojos entrecerrados, y me mordí el carrillo al verla dormida y susurrando en sueños.

      Coloqué el brazo bajo el hueco de su cuello para que estuviese más cómoda, y enterró la cara en mi pecho. Se durmió a mi lado y pensé que estaba enamorado de ella. No encontraba otra explicación al latido de mi corazón o la felicidad y satisfacción extremas al ver la paz de su cara.

      Tracé su pelo con los dedos, convencido de que le haría el sueño más placentero.

      El capítulo del anime creó un fondo diluido y acogedor, y memoricé cada facción de su cara con detalle. No me quería olvidar este momento en el que los dos estábamos tan seguros el uno con el otro, porque no sabía si se volvería a repetir.

      El cuello de su jersey se había movido un poco y vi una cadena plateada familiar. Quise colocar el colgante por fuera del cuello alto, así que con cuidado, tiré del collar que le había regalado.

      Vi algo raro.

      Areum llevaba un chocker que parecía estar hecho de diamantes, y me extrañó demasiado porque precisamente ella era más de anillos y pendientes.

      Comprobé que seguía igual de dormida y enganché la tela del jersey con el dedo, bajándola un poco para ver qué tipo de collar era; para el futuro, para saber qué tipo de collares comprarle para su cumpleaños.

      “T.K” rezaban las iniciales grabadas en un charm con forma de corazón, pero no me centré en averiguarlo porque algo más captó mi atención.

      —¿Qué cojones...? –susurré, apartando el collar, asustado al ver manchas violáceas, y dejé de acariciarle el pelo para no distraerme.

      Eran chupetones, unos intensos que le habían destrozado el cuello. No era agradable de ver, y objetivamente podías sentir dolor solo con verlos.

      ¿Eran estos los moratones que también me escondió la otra vez?, ¿los mismos que me enteré gracias a la chica de su clase? Joder, ¿pero quién le había hecho eso?

      Recoloqué la tela como en un inicio, sintiendo cómo las mariposas de hace minutos se habían quemado con la cruda verdad.

      Estaba preocupado, celoso y enfadado, y sentí la súbita necesidad de apartarme de ella. ¿Por qué no me había dicho que tenía novio?, ¿o follamigo?, ¿o lo que aquel desgraciado tuviese el honor de ser? Esas cosas se contaban entre mejores amigos, ¿no?

      Apoyé su cabeza en el sofá, pero todavía dormida se movió hacia mí. Sentí unas tremendas ganas de llorar cuando enterró la cara en mi pecho, y para colmo enredó los dedos en mi camiseta. Así me lo ponía imposible para apartarme, o para no quererle.

      —¿Areum? –rocé con los nudillos su mejilla caldeada pero no obtuve