–dio un toque de atención en la punta de mi nariz–. ¿Entendido, nena?
—Sí, Señor Takashi.
—Pues abre la boca y chúpamela –hizo un puño en mi pelo para tener el control, y bajó mi cabeza hasta que mis labios envolvieron la punta. Salado, nada parecido al azúcar, parecía un chupachups, y al subir los ojos a los suyos, sentí un vicio que no era normal.
—Me gusta que me mires –confesó, tirando hacia sí el cinturón de mi cuello y produciéndome una arcada por la profundidad. Me dijo que usara la lengua, que la sacara, que le salivara alrededor. Me dijo que le gustaba mi boca.
Cerré los ojos cuando un líquido espeso me bañó la cara tras un rato. No dijo nada después, sus pasos moviéndose por la habitación, y miré mi blusa y falda salpicadas de blanco. ¿Qué había hecho?
—Ven que te limpie la carita –me tendió la mano, y la cogí porque estaba conmocionada y débil. Distinguí su pecho contra mi mejilla, y cerré los ojos mientras pasaba la toallita por mi cara.
—Esta semana te has portado muy bien –abrazó mi cintura, y me dio el cariño que cualquiera merecía–. El viernes te llevaré a cenar, así te conozco un poco mejor, ¿te parece?
—El viernes ya tengo planes –me bajé y recogí mis cosas cuando me sentí apagada–. Buenas noches, Señor Takashi –hice una reverencia de despedida.
—Areum –me llamó nostálgico, encendiéndose un cigarrillo–. No te quites el collar –pidió, lejano en su butaca–, prométemelo. Te castigaré, tengo cámaras vigilándote las veinticuatro horas.
Sí, sí que era tan hijo de puta como parecía.
—No me lo quitaré si usted se porta bien conmigo, Señor Takashi.
14. [cumpleaños con drama]
Jueves
Areum
Solo tenía cuatro clases al siguiente día, y toda la tarde de estudio en la biblioteca con Kohie. Me vendría genial para desconectar.
Lo que el profesor de economía decía me parecía tan aburrido que me distraje con la primera notificación del móvil.
Mamá
Hoy no tienes que ir a trabajar, el Señor Takashi me ha dicho que su hijo está de viaje de negocios
13:58
Deseé que Takashi no volviera a Tokio en una temporada.
...
—¿Acaso te pesa el culo? –Kohaku cogió mi brazo para que le siguiese el paso hacia nuestra mesa en la biblioteca.
—Mucho –dije amarga, ya que las curvas no eran algo distintivo en mi país–. ¿Estás ilusionado por lo de mañana?
—Mucho –me copió–, nada más me transfieran la herencia a la cuenta bancaria, compraré un apartamento.
—Te va a ir bien, Kohie –bajé el tacto por la manga de su sudadera azul marino, arropando su mano–. Estarás mejor lejos de tu padre.
Brillaron pequeñas estrellas en su mirada, y me dio un apretón con los dedos que no cesó hasta que nos pusimos a estudiar.
Kohaku
Llevaba ya un tiempo considerable centrado en mis apuntes, sin embargo Areum no dejaba de ojear una revista femenina.
—¿Qué estás leyendo? –me incliné sobre la página, y fruncí el ceño al ver al musculitos de turno del anuncio de perfume–. ¿Te gustan los chicos así?
Abandonó la revista para mirarme, y mordí uno de mis carrillos ansioso. Joder, ¿por qué le había preguntado eso?
—¿Cómo?
—Los modelos occidentales –cogí la revista, y tracé los marcados pómulos del hombre blanco con el pulgar–, si te gustan.
—Me conformo con que no sean estadounidenses –palpó mi brazo, y escondió una sonrisa ambigua tras las páginas de cotilleos–, además, tu bíceps está más duro.
Contuve las ganas tan fuertes de apretar a Areum entre los brazos, y simplemente me la quedé mirando como un pardillo.
—¿Me quieres ayudar con la mudanza?
—Claro, hace mucho que no visito Ikea,
...
Viernes, 00:32 a.m
Bajé del coche, y sonreí al ver a Areum esperando contra la pared de la discoteca. Llevaba un vestido blanco y con mangas de princesa, y se había rizado el largo pelo. Estaba guapísima.
También llevaba puesta una chaqueta para evitar los comentarios obscenos de algunos subnormales.
—Buenas noches –me cargué la chaqueta sobre el hombro, sintiéndome como cien modelos norteamericanos no podrían.
—Qué guapo estás, Kohaku.
—Hoy voy de Gucci –ajusté el ya perfecto cinturón, y sonreí internamente cuando sus ojos bajaron más allá del objeto de cuero.
—Creía que eras más de Yves Saint Laurent –murmuró, su cara de repente seria–. ¿Vamos dentro?
—Guíame –caminé detrás suyo, y no me opuse cuando me cogió la mano para no perdernos entre la multitud.
Areum ya tenía una copa en la mano pocos minutos después de haber ingresado en la pista de baile, y me dio a probar varios tragos de su ron con cola. Había 70% de alcohol y 30% de refresco, y tal vez por eso no dejé de bailar con confianza.
No me salían las palabras ni tampoco hacían falta, y es que Areum había dejado la chaqueta en el guardarropa y no podía dejar de mirarla. Si yo pensaba que me veía bien sin la chaqueta, ella me multiplicaba por diez.
Su vestido blanco no dejaba sin resaltar ninguna parte de su cuerpo: su pecho parecía haber crecido en todo el tiempo que había dejado de estar tapado por el uniforme, y su miraba su cintura demasiado me ponía a sudar.
Agradecí que no me dio la espalda, porque si no el asunto pasaría a asuntos mayores.
—¿Me das más? –señalé su copa, sintiendo la boca seca de repente, y la compartió conmigo sin pensárselo dos veces.
—Estás tan guapo que te he confundido con un top-model –su voz me pareció la mejor miel del mundo, y me guiñó un ojo bajo las luces azules y rosas de la sala llena.
Inconscientemente me relamí los labios cuando bebió de la copa.
Repasé mi outfit, y la camisa de seda abierta y pantalones ceñidos no me parecían para tanto. No cuando estaba a su lado y ella me opacaba.
—Las chicas de atrás no han dejado de mirarte desde que has llegado.
Ojeé al grupo femenino detrás de mí, y al mirar a las chicas, comenzaron a reírse con flirteo.
—Ah... –le devolví mi atención a Areum, y sonreí sin saber muy bien qué decir.
—¿Por qué no vas a hablar con alguna de ellas? Te puede alegrar la noche de cumpleaños.
No quería empezar un flirteo sin futuro con una chica desconocida mientras ella bailaba sin mí, incluso prefería hablar con el puto Takashi.
—Pero he venido aquí contigo –me acerqué atrevidamente a ella y le arrebaté la copa de la mano, rozando sus dedos por nanosegundos. Me acabé el contenido en tres segundos. El alcohol no era el mejor método para asalvajarme, pero era bastante difícil actuar despreocupado delante de la chica que me gustaba.
Arrugué la cara con el sabor fuerte, y Areum me miraba con una ceja enarcada.
Una canción lenta y sexual comenzó, e intuyó por mi sonrisa felina que quería bailar. Me relamí el líquido restante de los labios antes de inclinarme