Raúl Pérez López-Portillo

Los mayas


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Mártir de Anglería

      El pueblo maya se instala en un entorno de unos 400.000 kilómetros cuadrados que, en la actualidad, ocupa el sudeste de México, Guatemala y Belice, el occidente de Honduras y El Salvador. El paisaje, a pesar de situarse por debajo del Trópico de Cáncer, lo condiciona la altitud y en este sentido, se establecen tres regiones que coinciden con otras tantas fronteras culturales: la costa Pacífica y Bocacosta, que se levanta hasta los 800 metros de altitud. Esta llanura costera –que se utiliza desde los primeros momentos de ocupación Mesoamericana como “zona de migraciones”, es muy ambicionada desde el punto de vista comercial– enlaza el istmo de Tehuantepec con El Salvador. Entre los esteros y lagunas se mueven reptiles, tortugas, caimanes, aves de vistosos plumajes, serpientes, jaguares, ocelotes, pumas o venados. Las Tierras Altas –consideradas marginales–, con alturas de hasta 3.000 metros y las Tierras Bajas (Norte, Centro y Sur), son el centro donde crece y se desarrolla la cultura maya.

      En términos generales, el mapa arqueológico de la zona maya comprende tres regiones: al Norte, la península de Yucatán, área septentrional. Es una meseta calcárea ondulada, con tierras un tanto áridas, donde sólo las colinas puuc –que no pasan de los cien metros sobre el nivel del mar– señalan una ligera elevación, que parte el ancho paisaje, entre el contraste de sus blancas y rojizas calizas, con el verde del monte un poco más alto. Carece de lagos, y de ríos, salvo el Lagartos, Champotón y Xelhá, algunas aguadas y lagos principalmente en la parte oriental costera de la península, como Bacalar y las lagunas de Chichankanab y Cobá; las únicas fuentes acuíferas son subterráneas. Los pozos que se descubren por el hundimiento del terreno se denominan ‘cenotes’ (dz’onot, en maya). La tierra porosa permite una rápida filtración del agua. La vegetación es densa y poco elevada. Entre los animales de la zona, destacan monos, tapires, loros, aves trepadoras como los quetzales, de hermosas plumas, guacamayas, venados, jaguares, temibles garrapatas, la amenazante mosca “chiclera”, hormigas “arrieras”, cucarachas “voladoras”, arañas “viuda negra”, mosquitos, o serpientes venenosas como el coralillo o la víbora sorda, así como abundantes abejas.

      El centro ocupa parte de Tabasco, Campeche, Yucatán, Quintana Roo, Belice y occidente de Honduras, territorio que ya anuncia, con una selva abigarrada de grandes árboles y bosques tropicales, ríos caudalosos y lagos alrededor de la antigua Cobá y de Chetumal, en la costa oriental de la península yucateca, las características geográficas y climatológicas de el Petén. Sólo en la desembocadura del Grijalva, el río se expande un kilómetro y medio de anchura. El centro forma parte de las Tierras Bajas, una ancha franja que va del golfo de México al mar Caribe y el golfo de Honduras. Las Tierras Bajas engloban un clima lluvioso, pantanos, lagos como el Petén-Itzá o de las Flores, el lago Izabal y el valle del río Motagua, con ríos muy caudalosos. En el Petén guatemalteco hay pequeñas elevaciones con alturas hasta de 600 metros sobre el nivel del mar, entre sabanas y tierras bajas que en la época de lluvias se convierten en pantanos y ciénagas. El clima es muy cálido y húmedo, por sus lluvias torrenciales.

      Jacques Soustelle dice que “en mitad de las inmensas selvas del Petén nació la civilización maya, bajo un cielo tórrido y lluvias torrenciales, de tres a cuatro metros de precipitación por año”. Abundan los árboles de maderas preciosas, caobas, cedros, ceibas, palmeras, árboles de caucho, o palo de tinte. Viven multitud de roedores, iguanas, armadillos, venados, ocelotes, arañas, tucanes, chachalacas y una gran variedad de reptiles venenosos, abejas y muchos insectos, muchos de ellos perjudiciales. La tierra cultivable es delgada y frágil y cubre un suelo de piedra calcárea sembrada de núcleos de sílex, que hace difícil la preparación de los campos para el cultivo del maíz. En territorio hondureño, se levanta Copán. El centro por la parte occidental mexicana adquiere condiciones más o menos parecidas a las del Petén Guatemalteco, en la cuenca del gran río Usumacinta, con sus poderosos afluentes tributarios: la Pasión, Jataté, Lacanhá o Lacantún y sus lagos Miramar o Metsaboc; la zona es más accidentada y ondulada y se eleva ligeramente en la zona de Palenque. En la meseta de Chiapas destacan las pirámides de Toniná. En los Altos de Chiapas abundan ricos yacimientos de minerales de jadita y serpentina, ambicionada por los mayas.

      La tercera región maya, meridional, pertenece a los Altos de Chiapas, Guatemala y El Salvador, con sus bosques de pinos, volcanes muy activos, y yacimientos de obsidiana; hay alturas que sobrepasan los 4.000 metros de altitud y altiplanicies de clima templado y vegetación de sabana. Es un área muy escarpada con fértiles valles de mayor o menor amplitud, con ríos que bajan hacia el Pacífico. El otro altiplano por donde descienden el Grijalva, en Chiapas –hacia el golfo de México– y el Motagua, Polochic y el Sarstum, en Guatemala –en dirección al Caribe– tiene la misma dialéctica montañas-valles, con una amplia hidrografía. Y entre conos volcánicos, el lago Atitlán y Amatitlán. Su diversidad orográfica permite que se hable de tierra fría, caliente y templada. Según se avance hacia el Norte, sus precipitaciones fluviales se incrementan, en mayor cantidad de las que asoman en la vertiente que desemboca en el Pacífico. Destacan el jaguar, el ocelote, el puma, el venado, el conejo, numerosas aves (quetzal). La montaña proporciona lava, toba, obsidiana y ceniza.

      Durante el Periodo Preclásico (1500 a.C. a 200 d.C.), los mayas desarrollan la agricultura y construyen poblados. Los lechos de los pantanos y los ríos de las tierras bajas selváticas proporcionan el material fértil para productos de elevada producción como maíz, cacao, chile, tomate, chayote, henequén, tabaco, mamey, papaya, aguacate y algodón. Los ríos Hondo (Belice), Usumacinta –nace en Guatemala– y Grijalva –emana en la meseta central de Chiapas– proporcionan el acceso al mar mediante canoas. Esta cuenca de los ríos Usumacinta Grijalva tiene una superficie de 32.760 kilómetros cuadrados y recibe la mayor cantidad de agua de México.

      Los primeros mayas

      El área maya fue poblada hacia el 11000 a.C. por pequeñas bandas de cazadores-recolectores. Tras un proceso evolutivo, en el que interviene un cambio climático, los hombres alteran su tecnología y organizan su sociedad. Se convierten en agricultores y domestican plantas; otros grupos se adaptan a las costas y recolectan alimentos en los esteros y el mar. Desde tiempos remotos, por este territorio se asientan numerosos grupos, cuyos restos materiales provienen entre otros de Chiapa de Corzo, Tonalá, Izapa, Mazatán, Padre Piedra, Santa Rosa, en Chiapas; Kaminaljuyú, El Baúl, La Victoria, Zacualpa, Uaxactún, Champerico, en Guatemala; playa de Los Muertos, Yojoa y Cobán, en Honduras; Barton Ramic, Benque Viejo y Mountain Cow, en Belice; Santa Rosa Xtampac, Edzná, Xicalango y Tixchel, en Campeche. Cenote Maní, Yaxuná, Dzibilnocac, Holactún, Dzibalchaltún, y otros, en Yucatán; Cobá, en Quintana Roo, y Balancán, en Tabasco.

      La evidencia lingüística de que estos hombres son mayas, proviene de los inicios del Preclásico. Se establecen los patrones básicos de la civilización, con sistemas agrícolas, poblados sedentarios e introducción de la cerámica. Según lingüistas como Campbell y Kaufman, citados por Soustelle, los antiguos olmecas habrían hablado la lengua zoque, confinada en la actualidad a ciertas zonas montañosas de Oaxaca. Ese pueblo zoque se habría incrustado como una cuña en la masa premaya, empujando a dos fracciones, una hacia el norte de Yucatán y otra hacia el sudeste por Guatemala. Según Alfonso Toro, la lengua maya “es aglutinante”: los monosílabos, que son muy abundantes, no se alteran al reunirse para formar nuevas palabras, sino que se modifican por medio de afijos y sufijos. La lengua “es gutural, abundante en vocales y onomatopeyas” y se expresan en ella “toda clase de ideas, debido tanto a su riqueza cuanto a su facilidad para formar nuevos vocablos”. El maya tiene verbos y palabras para expresar acciones y cosas “que no tienen correspondencia en español”. Su diccionario contiene más de treinta mil voces.

      Desde el punto de vista lingüístico, el territorio maya parece un bloque homogéneo. Jacques Soustelle compara las semejanzas en Europa entre el italiano, el francés o el español, con el tronco del latín, y los dialectos del chol, el tzeltal y el tzotzil de Chiapas, el quiché, el mame, el cachiquel de Guatemala o el chorti de Honduras, con el maya de Yucatán. A excepción de la lejana rama huasteca desligada del tronco maya hace tal vez unos tres mil quinientos años y establecida en el noreste de México, todos los indios que hablan maya se concentran en la parte de la América Media.

      Sobre la naturaleza de la lengua maya, Tozzer admira la “unidad