Raúl Pérez López-Portillo

Los mayas


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grupos que finalmente ocupan el territorio maya, puntualiza Piña Chan, se parecen por cultura y lengua a los primeros pobladores de la Costa del golfo, los cuales desde 1800 antes de la era, comienzan a extenderse de Pánuco hasta Centroamérica, “desarrollando variantes regionales e interrelacionándose e influyendo algunas sobre otras, como sucedió con los olmecas en tiempos tempranos”. Esto explica la relación lingüística de huastecos y olmecas.

      Es una época de influencia olmeca que deja por el Sur, rastros de vida compleja, una ideología y una organización a base de centros (montículos, estelas y altares grabados, sistema de escritura y calendario). En las Tierras Bajas, en una evolución autóctona, aparecen los primeros centros jerarquizados, aunque existe menor complejidad. Antes de nuestra era, allá por el año 400, los antiguos mexicanos estratifican la población de manera que hubiera especialistas económicos y políticos de tiempo completo y que tales hombres “tuvieran acceso preferente a las riquezas que el grupo producía u obtenía por cualquier medio”, escribe Miguel Rivera Dorado en Luces y sombras de la civilización maya.

      ¿Eran premayas los que poblaron Tikal y Uaxactún que cultivan maíz y usan cerámica monocroma en la época Preclásica, entre los años 800 y 600 antes de nuestra era? Es imposible asegurarlo pero Eric Thompson lo cree así, por las figuras de barro cocido que muestran formas de cabeza y nariz “típicamente mayas”, y por el único cráneo más o menos conservado y descubierto en Uaxactún, que “es extremadamente branquicéfalo”.

      En el Preclásico Temprano (2000-1000 a.C.) los pequeños poblados más importantes son los de Cuello (Belice), Maní y Cueva de Loltún (Yucatán), Altamira (Chiapas), Ocós y Salinas La Blanca (Costa del Pacífico de Guatemala). Al final del periodo hay asentamientos en Ceibal y Altar de Sacrificios, en la selva del Petén. En el Preclásico Medio (1000-400 a.C.), como producto de transacciones comerciales en la zona del Pacífico, entre las que destaca la jadeita, aparece la escultura monumental y la escritura, en Padre Piedra (Chiapas), Abaj Takalik (Guatemala) y Chalchuapa (El Salvador). En el Preclásico Tardío, que María Josefa Iglesias sitúa entre el año 400 a.C. y el 100 d.C., se perfilan “con mayor claridad” los rasgos que definen el Periodo Clásico, reflejados en Tikal y el Mirador, en Guatemala, o en Cerros y Lamanai, Belice, donde surgen ya grandes plataformas sustentando templos –que indican una marcada tendencia religiosa–, enterramientos de élite –síntoma de jerarquización social– y calzadas entre los edificios.

      Si se modifica levemente el periodo del Preclásico tardío (300 a.C. a 300 d.C.), se observa que mientras se potencia la cultura de élite en el Sur, surge en las Tierras Bajas una iconografía a base de grandes mascarones de estuco colocados en los basamentos de los templos, que son fiel reflejo del poder de los reyes, que se sitúan en el centro del universo interfiriendo en la órbita del Sol y de Venus; se inicia una arquitectura pública monumental en torno a la cual se organizan los centros. Hacia el final del Preclásico algunos sitios del sur como Abaj Takalik o Chalchuapa, decaen en beneficio de la región de Petén, donde ciertos núcleos inician un período de poder sin precedentes: El Mirador, Tikal, Cerros, Lamanai y Uaxactún. Algunos de ellos, sin embargo, decaen. María Josefa Iglesias cree que entre el año 100 y el 250 d.C., hay una etapa de “indefinición” en la historia maya. La decadencia y el cambio habrían nacido de la catastrófica erupción del volcán Ilopango, en El Salvador, que despuebla una amplia zona en su entorno, y causa la emigración de grupos supervivientes “con sus variaciones culturales correspondientes”.

      La sociedad primitiva

      Los antiguos mayas acostumbran deformar el cráneo de los recién nacidos para obtener una frente aplanada que casi se confunde con el plano de la nariz, como se observa en muchas figurillas, estelas o pinturas. Practican la bizquera intencional y la escarificación principalmente en la cara, “como ideal estético”, como rasgos de nobleza o alcurnia “para distinguirse de otros pueblos”, según Román Piña Chan. “Los mayas son de mejor figura que el resto de los indígenas, de mediana estatura, recios, de brazos muy largos, de cabello negro y poseen por lo general gran fuerza muscular. Branquicéfalos, sus índices cefálicos son los más altos de todos los de las tribus aborígenes del sur de México. La frente es ancha, los pómulos salientes, la nariz aguileña y la mirada audaz”, escribe Alfonso Toro. Para Sylvanus G. Morley, “el color de los mayas es de un vivo pardo y cobrizo; las mujeres, por regla general, son ligeramente más oscuras que los hombres”. Afirma que el trazo de ciertas líneas de la palma de la mano de los mayas modernos y el de los chinos se parecen tanto entre sí “que indican un grado notable de semejanza racial”.

      Evolucionan de una sociedad aldeana a una sociedad teocrática y posteriormente militarista. En la primera etapa, gobiernan la comunidad “jefes de prestigio” gracias a su experiencia y edad. Organizan el trabajo comunal y deciden qué conviene a la sociedad tribal. En la etapa teocrático, aparece un grupo social que basa su poder en la religión para obtener tributos de la masa campesina y artesanal incipiente. De ahí surge una sociedad estratificada con jerarquías sociales y funciones específicas “en la que ya existía la desigualdad y la explotación de unos pocos sobre muchos“, estima Piña Chan.

      Este tipo de sociedad militarista se agudiza y trae como consecuencia afanes guerreros, conquista y comercio. Así se fundan los grupos en el poder, como se observa durante las etapas Clásica y Posclásica. En resumen, la estratificación muestra una sociedad divida en clases: en la cúspide, la clase minoritaria, nobles, señores y sacerdotes; en la parte inferior, los mercaderes profesionales, un estrato intermedio entre los nobles y la gente común, según Alberto Ruz Lhuillier. La gran masa por debajo de los anteriores y, aún más abajo, los esclavos, prisioneros de guerra, carne de cañón para los sacrificios humanos. La civilización maya se sitúa en el tiempo desde fines del siglo III de nuestra era, hasta la conquista española. Las fechas extremas que se admiten en esta tesis son, para el principio, el año 292 grabado en la estela más antigua de Tikal (Estela 29) y, para el fin, el año de 1541, cuando los conquistadores se apoderan de Yucatán. En suma, la historia maya empieza en Diocleciano y termina con Felipe II. El principio en Tikal, donde aparecen los primeros mayas, por la muestra desde el siglo I, de la bóveda falsa o de piedras saledizas, tan característica de la construcción maya. Y el fin de este mundo, en la ciudad lacustre de Tayasal, a unos treinta kilómetros de Tikal, donde se registra la muerte de una de las grandes civilizaciones de la humanidad, en palabras de Soustelle. Principio y fin en la selva del Petén.

      Los mayas, sin embargo, no se rinden con facilidad.

      “¿Cuál fue el momento preciso en que el cachorro se convirtió en perro, el gatito en un felino mayor?”

      J. Eric Thompson

      La ruta del Soconusco

      La sociedad maya que se empieza a desarrollar en la época Protoclásica toma nuevos derroteros, antes de alcanzar el periodo histórico más importante: la época Clásica, entre 250 a.C. y poco más allá del año 900 d.C. Es una fase que se define por la utilización de los textos escritos, la arquitectura abovedada y la cerámica polícroma. Desde un punto de vista iconográfico, se destaca el desplazamiento de los grandes mascarones con los rostros del Sol y Venus por estelas y altares tallados con las imágenes de los gobernantes, que inscriben textos en los que sancionan la legitimidad de su poder y los acontecimientos más relevantes de su mandato. La civilización maya halla en este lapso su máximo esplendor, que continúa más allá del Clásico, antes de la conquista española.

      Antes de llegar a esa fase, tras la etapa protomaya, en torno a los cuatrocientos años antes de la era y después de Cristo, los mayas pasan por una “transición” que se puede fechar en torno a los 200 años a.C. y los 250 d.C. Esta etapa ya caracteriza a la región como propiamente maya. Lo maya no denota una entidad homogénea y unitaria, sino una pluralidad de pueblos pertenecientes a una macrofamilia lingüística. Si bien los especialistas distinguen arqueológica y etnográficamente entre los grupos mayas por las regiones en las que habitan, la división de esta dicotomía vertical también representa una pluralidad de pueblos y prácticas. Los arqueólogos John E. Clark, Richard D. Hansen y Tomás Pérez Suárez, puntualizan que la mayor parte de la divergencia en el lenguaje maya ocurre después del Clásico.

      Así,