Raúl Pérez López-Portillo

Los mayas


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en arquitectura, se usa el adobe y la piedra cortada, la plataforma y la balaustrada. Este tránsito va de 250 a 0 a.C. Hasta el año 100, las vasijas son tetrápodos con soportes mamiformes, con efigies, tienen una capa de estuco y se pintan al fresco; hay vasijas con vertederas. Su arquitectura tiene plataformas revestidas de piedra, habitaciones con techos planos y paredes de mampostería, basamentos y tumbas con ofrendas. Dice Piña Chan que los entierros pueden ser flexionados o secundarios, tienen cerámica, grandes cuchillos de obsidiana, ornamentos y huesos humanos con bajorrelieves. Hacia el año 250 d.C., y sin salir de esta zona, los mayas hacen una cerámica negra con bordes blancos, roja pintada de negro-naranja veteada, rojo oscuro pulido, crema con manchas negras y roja amarillenta; sus vasijas tienen rebordes labiales y basales montículos de tierra y entierros dentro de ellos.

      Por otro lado, desde el Formativo Temprano, los ríos San Isidro y Grijalva ponen en contacto la costa del golfo de México con Chiapas y con ella, el paso de una de las regiones mesoamericanas más ambicionadas durante la etapa prehistórica, y a partir de la región del Soconusco, por la costa hasta Guatemala. En la costa Pacífica de Chiapas, en un lugar conocido por Tonalá, aparecen monolitos con influencia olmeca, estelas lisas, cerámica, y estructuras de piedra cortada “que pueden corresponder a esta etapa transaccional a la cultura maya”. En Izapa aparecen montículos de tierra y construcciones con revestimiento de cantos de río, lápidas y monolitos con bajorrelieves de fuerte influencia olmeca que penetran por la costa en Guatemala. En Kaminaljuyú, en los barrios occidentales de la moderna ciudad de Guatemala, la fase Miraflores se distingue por la faceta cívico-religiosa, con plataformas y basamentos de tierra recubiertos con lodo, en los cuales se asientan edificios hechos de materiales deleznables. Las construcciones ya se alinean o agrupan alrededor de plazas rectangulares: anuncian el patrón de centro ceremonial típicamente maya. Hay ricas ofrendas, de hueso, concha y jade, espejos de pirita, máscaras en mosaico de jade, vasos con incisión fina, platos, trípodes con anillo basal, vasijas estucadas, pintadas al fresco, figurillas con ojos perforados, o cerámica blanca.

      Inicio del urbanismo

      Poco a poco, el progreso se expande y los mayas perfeccionan su tecnología. Aumenta la población. Este fenómeno incrementa la complejidad social y crecen las zonas urbanas. En Tikal se confirma una larga ocupación que arranca desde los tiempos preclásicos, cuando menos desde 700 a.C. En Yucatán hay cerámica y subestructuras de esta época, en sitios como Chichén Itzá, Mayapán, Dzibilchaltún, Kabáh, o Sayil. Eso indica, según Piña Chan, que los mayas “establecen algunos rasgos que pasan a integrar la tradición propiamente dicha maya durante el Clásico Temprano”. Y más aún, el desarrollo cultural presenta estructuras arregladas en torno a plazas rectangulares, plataformas para habitaciones y basamentos escalonados y montículos para templos. Se adornan las escalinatas con mascarones estucados que soportan templos hechos de bajareque o de mampostería. Este fuerte aroma de influencia olmeca que se aprecia en toda la región a partir de la expansión que sale de Chiapas y llega a Guatemala, da pie al inicio del urbanismo y caracteriza a los centros ceremoniales mayas del Clásico Temprano: entre otros, Tikal, Uaxactún, Piedras Negras, Chiapa de Corzo, Izapa, Kaminaljuyú, Dzibilchaltún, Altar de Sacrificios, Holmul o Mayapán.

      Ciudades como Tikal, Uaxactún, Nakbé, Ceibal y Altar de Sacrificios en el Petén; El Mirador y Lamanai en Belice, Kaminaljuyú en el Altiplano; Abaj Tabalik en la Costa Sur o Dzibilchaltún, y Komchén en Yucatán, constituyen algunos ejemplos de este tipo de arquitectura monumental. Realizan este trabajo miles de personas con “la necesaria coordinación de especialistas”. Así se levanta El Tigre, en El Mirador, con sus 55 metros de altura; la estructura II de Calakmul, de la misma altura; la acrópolis norte de Tikal; la pirámide de 33 metros de Lamanai; el foso defensivo de dos kilómetros que encierra a Becán, y el muelle y el canal de Cerros. Sin embargo los centros yucatecos como Dzibilchaltún y Komchén no alcanzan tales dimensiones en sus edificios públicos. Algunos de estos lugares se abandonan “misteriosamente” a finales de este periodo de la historia maya. En cambio, otros como Tikal, crecen y se desarrollan con gran esplendor y magnificencia. En torno al año 300 d.C., con el inicio del Periodo Clásico Temprano, Tikal domina en las Tierras Bajas. Si bien en las tierras bajas centrales los templos se decoran con grandes mascarones de estuco y entre las imágenes, el Sol y el planeta Venus, más al Sur, en Izapa y Abaj Takalik, esta “pasión por la naturaleza” se moldea en estelas y altares de piedra.

      Austin y Luján afirman que el estilo, la temática mitológica y las anotaciones de cuenta larga plasmadas en los monumentos de Izapa y Abaj Takalik inducen a muchos investigadores a creer que ambos centros son una suerte de eslabón entre la tradición olmeca y la maya. “Desde esta perspectiva –añaden ambos– las concepciones ideológicas del mundo maya habrían tenido su origen en las costas del Pacífico próximas a la actual frontera entre México y Guatemala”.

      A efectos de dejar muy clara la incidencia del entorno geográfico, para el desenvolvimiento de la civilización maya, anotemos la erupción del volcán Ilopango en el año 100 d.C. El estallido del volcán, como sucede con el Xitle en la cuenca de México, ocasiona corrientes migratorias.

      En el terreno del arte, hay un fuerte estilo arcaico de influencia olmeca. Las tumbas son de adobe con techos de lozas calizas, tienen paredes estucadas y pintadas con figuras humanas y jeroglíficos; hay restos de cremación, entierros de decapitados y se usa el cinabrio y la pintura verde sobre los muertos, acompañados de suntuosas ofrendas. En varios lugares de Chiapas hay lápidas o estelas con bajorrelieves: representan personajes con rasgos “olmecoides”, individuos esqueléticos, escenas de decapitados, personas que comercian bajo una ceiba, animales como el cocodrilo y otros seres monstruosos relacionados tal vez con la tierra. Este estilo chiapaneco basado en lo olmeca llega al Departamento de Escuintla y consigue ciertas variantes “con fuertes rasgos olmecoides”, figuras de seres humanos rechonchos, lápidas que representan figuras humanas, animales, esqueletos, calaveras, volutas de la palabra, jaguares “y continúan en el Clásico Temprano en varios sitios de esa zona”. De Escuintla se derivan las cabezas de jaguares esquematizados de El Salvador y las esculturas con pedestales y espigas de Nicaragua y Costa Rica, mientras que en los Altos de Guatemala continúa el estilo en algunas lápidas y estelas de Kaminaljuyú y otros lugares, de donde pasa a tierras bajas del Petén guatemalteco.

      Piña Chan establece que en esta transición hacia el Clásico, el adelanto cultural es evidente, con grupos organizados con capacidad para construir templos, plataformas, habitaciones, santuarios y otras estructuras menores; hay un sacerdocio incipiente, nobles y señores de importancia, artesanos especializados, agricultores, o comerciantes y “a un paso de la organización teocrática que caracterizará a los mayas del Clásico”. Con esta división de clases se levantan las primeras construcciones para conmemorar la aparición del sol en los equinoccios y en los solsticios. Como el acceso a los bienes económicos y al poder político no está al alcance de toda la población, se entiende que los nobles y sacerdotes explotan al resto en su beneficio. Entre los edificios, se construyen también residencias palaciegas techadas con bóvedas de piedra. Estos centros ceremoniales están dominados por la clase dirigente, mientras que el resto de la población vive en sencillas chozas diseminadas en el entorno. A pesar de que los grupos son básicamente agrícolas, se observa ya en este curso un comercio intensivo entre el Petén y los Altos de Guatemala, entre las Tierras Altas y la costa del Pacífico.

      Hacia el año 250 d.C., muchos sitios en la región alcanzan el urbanismo, el culto a las estelas y los altares, la cerámica policroma, el conocimiento del calendario, la escritura y la numeración de puntos y barras, la pintura al fresco, las prácticas funerarias y otros logros culturales “que anuncian el advenimiento de lo maya clásico”. Sólo falta, dice Piña Chan, el arco falso o bóveda salediza y el culto formal a las estelas, ya dentro del estilo maya, “cosa que ocurre entre 250 y 300 d.C., ya que la más antigua de Tikal se fecha en 292 d.C.”.

      La cuenca de El Mirador

      El trueque a larga distancia de obsidiana, jade y conchas marinas también está en su mayor apogeo. La distribución de los principales centros, su organización interna y arquitectura, “dan la impresión de una era de prosperidad y de creciente interacción socioeconómica”, coinciden E. Clark, D. Hansen y Pérez Suárez. Y en el principio de estos movimientos, la defensa “parece