John Hoover

Cómo trabajar para un idiota


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las barritas de cereales, llévale algunas (y cómete una cuando estés con él). Puede que sean minucias, pero los jefes endiosados están convencidos de que si no eres uno de ellos, estás contra ellos. Deja guardado tu orgullo en el armario. Si sigues anclado en la desafiante expresión «por encima de mi cadáver», el jefe endiosado estará más que encantado de que se haga realidad.

      • Pide perdón por pensar cosas que no procedan de la mente del jefe endiosado. No es tan difícil: si dices cosas como «Si estás de acuerdo con ello…», «¿Te importaría que…?» o «¿Qué te parece si…?», tu jefe endiosado entenderá lo siguiente: «Tienes el poder de concederme…» y, a la larga, «Tu voluntad es lo más importante aquí».

      • Reconoce su presencia. Los jefes endiosados no se creen invisibles, por lo que no cometas el error de ignorarle. Cuando se dirija a una reunión o entre en la cafetería, dale la bienvenida verbalmente. Si en ese momento no tienes ganas, establece contacto visual y asiente con la cabeza para darle a entender que su llegada ha captado tu atención.

      Si se cumpliera la voluntad de tu jefe endiosado, se produciría un anuncio en la cafetería de empleados cada vez que llegara que diría: «Damas y caballeros, por favor, levántense para saludar al jefe Todopoderoso»; cuando las puertas del ascensor se abrieran, la vocecita metálica que anuncia los pisos estaría programada para decir: «Por favor, háganse a un lado para dejar pasar al jefe Todopoderoso». A ti y a mí nos suena ridículo, pero para un jefe endiosado se trata de música celestial, además de una idea fantástica, así que alguien debería encargarse de cumplir sus deseos. Los jefes endiosados pueden ser cómicos y graciosos, pero te aconsejo que respetes su poder. No hacerlo sería arriesgarse a atraer una plaga de langostas que devorarían todo lo que se encontrara en la nevera de la sala de personal.

JEFES MAQUIAVÉLICOS

      Los jefes maquiavélicos son increíblemente inteligentes y, además, son capaces de canalizar su formidable intelecto no hacia fantasías de autodeificación, sino hacia la búsqueda implacable del poder. Ellos ven el universo como una gigantesca pirámide y la cúspide les pertenece por derecho divino. Los jefes maquiavélicos destinan cada pizca de su ser a conseguir alcanzar ese punto tan alto. Les da igual tener que pasar por encima de los demás para llegar hasta allí; nadie será capaz de impedírselo. Si en la ascensión de los maquiavélicos hasta la cima te sientes atropellado, no te lo tomes como algo personal. No es por ti; nunca lo fue y jamás lo será, a menos que te interpongas en su camino. Ese momento en que tú estás en medio del camino entorpeciendo su carrera hacia la meta es tuyo para siempre, y continuará presente a lo largo de los años en tus peores pesadillas.

      Los jefes maquiavélicos son demasiado listos y astutos para ser considerados jefes idiotas. Sólo son incompetentes con asuntos que les son indiferentes, como la salud y el bienestar de los demás o los objetivos de la empresa. Poseen una gran capacidad de concentración, son tenaces y muy eficientes; en otras palabras, son máquinas de matar. Apartan los obstáculos que entorpecen su camino utilizando cualquier medio que necesiten. No te atrevas a cruzar el paso de cebra cuando haya un maquiavélico al volante, aunque el semáforo de los peatones esté en verde.

      Si trabajas a las órdenes de un maquiavélico, existen varias formas de protegerte. Puedes decir cosas como «Jefe, no sé si te habías fijado en que la alfombra del despacho del director adjunto hace juego con sus ojos». Si además ese directivo de tu empresa conduce un Lexus 430, añade: «Para mí, eres el típico tío que conduciría un Lexus 430». O puedes pasar de tanto simbolismo y apelar directamente a su insaciable apetito de poder con frases como «Esta empresa iría sobre ruedas si tú la dirigieras». Decir a los jefes endiosados y a los maquiavélicos lo que quieren oír es siempre una apuesta segura. La resistencia es inútil, además de potencialmente letal.

      Al igual que un jefe endiosado, el maquiavélico tiene una percepción de sí mismo muy idealizada y le importa un comino tu vida, a menos que te utilice para su propio beneficio. Tómate esto como una oportunidad: mostrar una actitud adecuada con respecto a tu jefe maquiavélico mejorará el ambiente laboral y, quizá, evitará que te despidan.

      Aquí tienes algunos trucos para manejar a un maquiavélico:

      • Utiliza las palabras para ti muy a menudo. Simplemente con decir «Yo me encargo de eso», el maquiavélico interpreta que estás amenazándole con pisarle la cabeza o quitarle protagonismo. Sin duda, tu intención no es tal, pero si un jefe maquiavélico sospecha que quieres desbancarle, te hará papilla, créeme. Para que tu vida no corra peligro, tu jefe maquiavélico debe creer que todo tu trabajo lo haces sólo para que él o ella se lleve los aplausos y el reconocimiento.

      • Imita su retórica. Puesto que todo lo que un maquiavélico dice y hace está estratégicamente planificado para alcanzar la cúspide de la pirámide, no dudes en utilizar su mismo lenguaje. Si el maquiavélico cree que estás trabajando en su nombre, incluso cuando él no anda por ahí, es muy probable que empiece a cederte parte de su autoridad institucional para que puedas hacer más cosas por él. Entonces, y sólo en ese momento, podrás utilizar esa autoridad adicional para realizar buenas obras. Así, encontrarás un modo de ayudar a los demás, no sólo por puro entretenimiento, sino también en tu propio beneficio.

      • Pon su inteligencia en alerta. Cuando descubras algo interesante, cuéntaselo: envíale un correo electrónico o menciónaselo al pasar por delante de su despacho. Puesto que está en constante competición con todo el mundo (o eso es lo que piensa), el maquiavélico agradecerá cualquier dato que pueda resultarle útil. Puede que, en tu opinión, esa información no sea importante, pero recuerda que tu jefe está obsesionado con su lucha por la supremacía. Esta es una buena forma de fortalecer tus «comunicaciones positivas». Los maquiavélicos son famosos por matar al mensajero que entrega malas noticias, sin importar lo objetivo que este sea. Así que suaviza las malas noticias al comunicarlas.

      • Que sea el primero en enterarse. Asegúrate de que tu jefe maquiavélico sea la primera persona en conocer cualquier noticia. Aunque parezca una banalidad inútil y absurda, deja que sea tu jefe quien decida si quiere escucharla o no. Si cree que estás ocultando cierta información, concluirá que estás tratando de competir con él, y las cosas se pondrán muy feas para ti en un abrir y cerrar de ojos. Tu objetivo es desintoxicar tu ambiente laboral, ¿recuerdas? Para garantizar esta seguridad, redacta informes y compártelos con tu jefe maquiavélico, ensalzando siempre el buen hacer de sus trabajadores. No tienes que ser siniestro ni críptico en estos informes. Un maquiavélico es perfectamente capaz de recibir una noticia inofensiva y hallar en ella amenazas ocultas.

      • Acepta sus invitaciones. El hecho de que un maquiavélico te invite a algo es una prueba irrefutable de que te considera fundamental para su carrera: no eches a perder esta oportunidad. Es posible que tus compañeros de oficina cuchicheen a tus espaldas cuando se den cuenta de que el jefe empieza a incluirte en sus planes. De hecho, puedo garantizarte que ocurrirá; lo único que debes hacer es recordarles quién eres. Tener acceso a la autoridad institucional del maquiavélico sólo puede conllevar cosas positivas para todo el equipo.

      • Formula tus contribuciones según lo que pueda impresionar a tu jefe maquiavélico: «Sin duda, lo que has hecho ha puesto al Sr. Big de muy buen humor». Incluir los logros de tu jefe maquiavélico en el estratégico orden del día de la empresa contribuirá a tu desparpajo planificador. Deberías desarrollar ambas habilidades. Además, le estarás demostrando al maquiavélico, una vez más, que estás promoviendo sus aspiraciones profesionales uniendo los puntos entre las cosas de las cuales puede atribuirse el mérito y aquellas que construyen una valiosísima equidad ante los ojos de aquellos que el jefe maquiavélico debe complacer para seguir ascendiendo.

      La diferencia entre una carrera de éxitos y una estancada depende de si consideras estas tácticas como un sacrificio o una oportunidad. Ten cuidado y presta atención a tus actitudes y conductas, pues tu jefe las observará desde su punto de vista. Aunque él y tú bailéis a ritmos distintos, recuerda que él establece el tempo en la oficina. Aprender una nueva cadencia te será más útil que formar tu propia banda de percusión. De lo contrario, sólo conseguirás frustrarte y decepcionar a tu jefe, quien acto seguido te echará a la calle de una patada.

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