John Hoover

Cómo trabajar para un idiota


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nadie moverá un dedo, a menos que no sea para marcar el número de la policía e informar de que el jefe masoquista está a punto de arrojarse por la ventana. Si logran acabar un par de tareas podríamos decir que están a punto de conseguir alguno de los objetivos del departamento. Pero eso podría parecer todo un éxito y, como todos sabemos, este es lo opuesto al fracaso absoluto; así que de eso nada. Los jefes masoquistas se aseguran de que su departamento fracase para que sus superiores les castiguen por eso, lo cual ellos valoran mucho, desde luego.

      El mejor modo para tratar con un jefe masoquista es salir del departamento donde trabaja. Estos jefes jamás consiguen estar satisfechos con su trabajo y tampoco están dispuestos a permitir que tus logros les hagan sentir mejor, o más valorados. Hacer algo que pueda contentar a tu jefe puede desembocar en una respuesta de este tipo: «Oh, genial, me alegro por ti. Supongo que en breve te ascenderán y no dudarás en darme una patada para que me caiga por la escalera empresarial. Perfecto, adelante. Si eso te hace feliz, acepta el ascenso». Ese comentario basta para coger tu logro, hacer una pelota y lanzarlo a la basura. Lo más probable es que tu jefe masoquista ya se haya colocado la papelera sobre la cabeza para darse golpes contra la pared. Aquí tienes una lista de cosas que debes recordar cuando te enfrentas a un jefe masoquista:

      • La mayoría de los jefes masoquistas interpretan el típico «yo gano, tú ganas» de otra forma. Entienden que si uno gana, el otro pierde. Retorcido, ya lo sé, pero no encuentro una forma más sencilla de explicarlo. Un jefe masoquista ve su vida como un fracaso monumental y desea arrastrarte hacia su derrota. Tu jefe masoquista está convencido de que cualquier logro o éxito que tú consigas le hará parecer, en comparación, un fracasado. Es aconsejable, tanto para ti como para él, que sobrevivas a esta tralla. Lo que es bueno para ti también lo es para él, porque de ese modo el masoquista consigue parecer el malo de la película.

      • La mayoría de los jefes esperan que todos sus empleados los incluyan en las cadenas de correos electrónicos y en el anuncio de algún acontecimiento especial porque les gusta decidir si asistirán o no, dependiendo de lo que haya en juego. Sin embargo, el jefe masoquista sólo quiere confirmar que todo el mundo está precisamente donde no está él. Pero quizá con eso no baste; el jefe masoquista también querrá que todos los asistentes se lo pasen de maravilla sin él.

      • No entables conversaciones de aire pesimista con tu jefe masoquista y tampoco intentes animarle, bajo ningún concepto. Aunque a los demás jefes les encante atribuirse el mérito de tus logros, los jefes masoquistas rechazan formar parte de tus éxitos, a no ser que eso les haga quedar fatal. Si puedes aportar algo brillante y útil, sobre todo algo que pueda desencadenar elogios o reconocimiento, no incluyas a tu jefe. Hacer protagonista a un jefe masoquista sólo servirá para ponerle de mal humor.

      • Prevé las cosas que pueden llegar a ocurrir. El estrafalario y retorcido modo de pensar del jefe masoquista vuelve a entrar en escena aquí. Si bien la mayoría de la gente realiza un análisis de fuerza/debilidad y oportunidad/amenaza para predecir y prepararse para cualquier posible problema y así aprovecharse de las ventajas, al jefe masoquista le aterra la idea de que todo salga bien, tal y como planeó. Necesita un análisis de riesgos que le asegure la probabilidad de éxito para poder estar preparado y acabar con el proyecto en el último momento si lo considera necesario. Cuando el equipo de un jefe masoquista consigue un logro sólo puede significar dos cosas: que el jefe está de vacaciones o de baja médica.

      • No le invites a la fiesta. Tu jefe masoquista prefiere quedarse solo en casa mientras vosotros os lo pasáis pipa. En circunstancias más normales (si es que podemos llamar trabajar para un jefe masoquista o sádico una «circunstancia normal»), el jefe asistiría a la fiesta si pudiera sacar algún beneficio de ello. El masoquista es más feliz estando solo.

      • Utiliza el lenguaje corporal. Haz exactamente lo contrario de lo que harías para cualquier otro jefe; en otras palabras, ignora a tu jefe masoquista. Encuentra un modo de decir algo como «Sé que estás sometido a mucha presión. Pero al fin y al cabo te la mereces y tu fracaso está cantado. Además, si estuviera en mis manos, te pondría de patitas en la calle para sacarte de tu miserable vida. Así, supongo que estaría cumpliendo tu más ansiada profecía. Créeme, lo haría. Pero lo único que puedo hacer es deslustrar tu reputación. Espero que eso te sirva de ayuda».

      No suelo aconsejar a nadie que deje su trabajo, pero tal y como W. C. Fields dijo en una ocasión: «Si al principio no consigues tu objetivo, vuelve a intentarlo. Después ríndete. De nada sirve ser un completo imbécil». Como ya he mencionado antes, el mejor modo de tratar con un jefe masoquista es alejarse de él. Pero vigila: no dejes el departamento demasiado rápido. Independientemente del tipo de jefe que tendrás en tu nuevo empleo, todo (reconocimiento, inclusión, atribución de méritos) funcionará de forma inversa. Podría ser peligroso tener que aprender a conducir por el otro lado de la carretera. Mi consejo: sal de ahí antes de caer en la trampa que tu jefe ha colocado para sí mismo, a menos que seas un sádico. En ese caso, puedes juguetear con el masoquista como el gato con el ratoncito indefenso, y así los dos seréis felices para siempre. Eso sí que es un «yo gano, tú ganas».

JEFES PARANOICOS

      Un jefe paranoico es otra buena pieza. Para él, todo el mundo va en contra suya, incluyéndote a ti. Trabajar para un jefe paranoico puede ser una tortura, pues todo lo percibe como una amenaza. Todo lo que hagas y digas es un intento de socavar su puesto, o eso es lo que él cree. ¿Qué puedes hacer? Una vez más, muy poco. La paranoia es como un campo de minas, aunque sólo existe en la imaginación del paranoico y, por lo tanto, no es accesible ni para ti ni para los demás.

      El jefe endiosado utiliza su imaginación de otro modo; podríamos decir que el jefe endiosado es demasiado optimista sobre el lugar que ocupa en el universo. Sin embargo, el paranoico es, sin duda, pesimista y cree que todo el mundo está en su contra. El jefe endiosado considera que es inalcanzable. El jefe paranoico, por el contrario, invierte toda su energía en buscar y demostrar todas las conspiraciones que hay contra él. A veces, encuentra una, aunque la mayor parte del tiempo se la inventa. Sea como fuere, la concentración y el liderazgo que deberían destinarse a los objetivos empresariales se malgastan y toda operación acaba convirtiéndose en un fracaso, lo cual no hace más que confirmar sus sospechas de que alguien estaba tramando una conspiración para sabotear la operación desde el principio.

      Escapar de un jefe paranoico no es muy complicado. Si eres capaz de hacerle creer que formas parte de la conspiración, hará todo lo que esté en su mano para castigarte, lo cual equivale en la mayoría de las empresas a un traslado. Aunque sea éticamente sospechoso, quizá te atrevas a toser en las reuniones; de inmediato, tu jefe paranoico dejará lo que está haciendo para decir «¿Qué? ¿Qué pasa?». Tú mira a tu alrededor y responde «Nada». Unos noventa segundos después, indica a uno de tus cómplices que tosa. Tamborilea los dedos sobre la mesa de reuniones, como si estuvieras imitando el código morse, y hazle una señal a otro de tus cómplices para que haga lo mismo. Cuando tu jefe paranoico pregunte una vez más qué está sucediendo, encoge los hombros. Si niegas sus acusaciones, él sospechará aún más de ti y no parará hasta conseguir echarte de su departamento.

      Aquí tienes algunos trucos que debes tener en mente si trabajas para un jefe paranoico:

      • Mantén todas tus actividades a la vista. Si estás charlando con un compañero en la zona de descanso y pillas a tu jefe paranoico mirándote desde la esquina, salúdale con la mano e invítale a acercarse. Si decide no unirse a la conversación, sonríe y continúa hablando como si tal cosa. Evita cualquier tipo de reacción después de que rechace tu invitación. Cuando vuelvas a tu lugar de trabajo, detente en el despacho de tu jefe paranoico y di algo como «Phyllis y yo estábamos comentando que…». Puede que no se crea lo que le estás contando, pero al menos no le has dado la espalda para continuar hablando con tu compañero.

      • Al igual que con el maquiavélico, mantén informado a tu jefe paranoico de todo. Con esto no te aseguro que no registre tus correos electrónicos en busca de una prueba que demuestre una conspiración en su contra. Contra eso, no puedes hacer nada. Sin embargo, sí puedes adoptar un lenguaje que le ayudará a sintonizar un canal claro de comunicación. Una frase como «Tal y como discutimos en nuestra última reunión…» indica que, sea cual sea el asunto que