a tu peor pesadilla.
Valero se acerca a la mesa. Jhony esconde el cuchillo en la manga de su camisa.
– Bueno, ya se ha acabado la fiesta. – El veterano vigilante impone su autoridad. – Es la hora del trabajo, vosotros vais a ir a jardinería, el nuevo se viene conmigo a la lavandería.
Caminas con Valero, piensas en decirle que has sido amenazado de muerte, no sabes si puedes confiar el él.
– Bueno “nuevo”, ya me darás las gracias en otro momento, a esos latinos no les gusta hacer nuevos amigos, y menos tan claros de piel como tú. Vas a encargarte de lavar las sábanas de toda la prisión, espero que las dejes bien blancas.
Entráis en la sala de la lavandería, allí hay unos 15 presos, entre ellos están Armando y el Jefe. Tu compañero de celda te saluda con un gesto amigable. Valero con su característica falta de simpatía te muestra tu puesto de trabajo.
– Una a una, tienes que limpiarlas todas, usas el jabón, luego echas agua y las pones a secar, fácil, ¿no? El agua caliente no funciona bien, tendrás que utilizar agua fría.
Comienzas a trabajar pensando en lo sucedido con los latinos, eres el enemigo de una banda de asesinos locos, esto puede dificultar un poco tu huida de la prisión.
El Jefe se acerca a ti, sonríe y te habla.
– ¿Sabes por qué estás aquí? ¿Por qué sigues vivo? Gracias a mí, yo le he dicho a Valero que te traiga. Ya conozco tu historia, nuevo, tengo grandes planes de futuro contigo, amigo mío. Armando me ha contado todos los detalles.
Te sorprende que tu compañero haya revelado tu secreto.
– ¿Cómo?
– No ha tenido otra opción, como ya sabes bien, aquí toda la información debe pasar por mí. Debo decirte que estoy impresionado, resulta que eres una caja de sorpresas. Ahora escúchame atentamente, tendrás mi protección, te mantendré con vida y, quizás, incluso consiga sacarte de aquí, pero debes hacer una cosa por mí.
La propuesta te parece interesante.
– ¿Qué cosa?
– Matar a un guardia de la prisión, con veneno, nada de sangre. Es un cerdo que no ha aceptado trabajar para mí. Si lo haces, vivirás para contarle esta historia a tus hijos.
Tu corazón palpita mucho más rápido de lo normal, asesinar no estaba entre tus planes, y menos a una persona que no conoces, podría ser un padre de familia. Pero, por otra parte, necesitas salir de la prisión, y no podrás hacerlo si los latinos te cortan en pedazos. Dudas unos instantes antes de responder.
– ¿Y si no lo hago?
– Me habrás decepcionado. – El Jefe cambia su tono de voz por uno mucho más dramático. – Y no podré garantizar tu protección. ¿Qué me dices? ¿Lo harás?
Las gotas de sudor caen por tu frente. Por un lado, piensas en hacer lo que te pide el Jefe y así tener un poderoso aliado, pero matar a una persona es demasiado para ti, también consideras la opción de hablar con uno de los guardias y contarle que Jhony tenía una navaja.
El Jefe te mira a los ojos, su mirada refleja que está esperando una respuesta.
Si aceptas el trabajo que te pide el Jefe, ve a la página 99
Si prefieres negarte a hacer lo que te pide el Jefe y vas a hablar con un guardia sobre los latinos, ve a la página 33
…
– Creo que voy a hacerte caso y confiar en el director de la prisión, si dices que es un hombre honrado sabrá cómo ayudarme.
Cristina sonríe y te da un vaso de agua.
– Sí, el director es buena persona, estoy segura de que hará todo lo posible para que se haga justicia. Estuve en su casa hace unos meses y conocí a toda su familia, su mujer y yo ahora somos buenas amigas, nuestros hijos van juntos a la escuela.
Mientras bebes el agua sientes un fuerte dolor en el pecho, Cristina reacciona rápidamente y te tumba en la cama.
– Tú descansa, que en tu estado actual es lo mejor que puedes hacer. Yo voy a salir y ver qué puedo hacer por ayudarte. Intenta dormir un poco.
Cristina cierra la puerta al salir de la habitación, piensas durante unos instantes en tu intento de huida fallido, en menos de un minuto tus ojos se cierran sin poder evitarlo, estabas realmente agotado.
Te despierta el sonido de la puerta abriéndose, no sabes si han pasado minutos u horas. Un hombre elegante de unos cincuenta años entra en la sala, se sienta junto a ti y aparta la sábana blanca que cubre tu cuerpo para comprobar tu estado.
– Cristina me ha contado tu historia, difícil de creer, parece casi de ciencia ficción.
– Es cierto todo. – Contestas con la voz débil. – Soy policía y puedo demostrarlo.
El director escribe algo en su teléfono móvil y te pregunta.
– ¿Por eso intentaste huir?
– Sí, estaba desesperado.
– ¿Y has hablado de esto con alguien más?
– No, sólo se lo he dicho a Cristina.
– Bien.
Puedes ver como la puerta se abre de nuevo, un guardia entra en la habitación, lleva entre sus brazos el cuerpo muerto de Cristina, tiene sangre por toda la ropa.
– Deja el cuerpo aquí, junto a la cama. – El director se levanta y se dirige hacia la puerta, antes de salir te mira y te dice. – Te voy a decir lo que ha pasado aquí, después de intentar escapar saltando la valla terminaste en la enfermería, cuando despertaste atacaste a la pobre Cristina, uno de mis guardias escuchó los gritos de la pobre doctora, entró en la habitación y te disparó.
La puerta se cierra, te quedas a solas con el guardia y el cadáver de Cristina, intentas levantarte, pero te faltan las fuerzas. Con tus últimas energías consigues rodar y tirarte al suelo. Intentas incorporarte, pero te fallan los músculos, sientes una impotencia increíble. El guardia saca la pistola y apunta directamente a tu pecho.
– ¡Pum! ¡Pum!
FIN
…
Aprovechas el momento, Armando parece estar dormido. Abres la pequeña botella y viertes el líquido dentro del vaso de tu compañero. Te tumbas en tu cama y esperas impaciente, estás nervioso, ¿qué pasará cuando Armando beba el misterioso líquido? No puedes dormir, los remordimientos aparecen en tu conciencia. Finalmente, tu compañero se despierta, estira los músculos y te habla.
– ¡Qué bien he dormido! He descansado como nunca, ¿y tú?
– No, yo no he podido dormir.
– Pues deberías intentarlo, te veo muy estresado. – Armando coge el vaso con su mano derecha. – La vida en la cárcel puede ser muy dura, aprenderás muchas cosas con el tiempo.
Tienes el corazón acelerado, no puedes evitar mirar como Armando acerca el vaso a su boca. Con la voz débil, preguntas.
– ¿Aprender cosas? ¿Cómo qué?
Apenas terminas tu frase, Armando salta con energía hacia ti, te sujeta con fuerza por el cuello y te inmoviliza, el anciano parece un luchador profesional, no puedes moverte.
– Cuando llevas veinte años en prisión aprendes muchas cosas, por ejemplo, a dormir siempre con un ojo medio abierto, por lo que pueda pasar. – Tu compañero ya no parece el dulce viejecito que pensabas, más bien una fiera hambrienta. – ¿Qué has puesto en este vaso? ¿Veneno?
Tu cuello está totalmente rojo por la presión, te cuesta pronunciar las palabras.
– No sé, el Jefe me lo ha dado para que