Amy Blankenship

El Corazón Del Tiempo


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olvidado esos secretos.

      Incluso después de que su hermano menor Tama le hubiera contado mucho de lo que sabía; ella sólo había sacudido la cabeza y bajado la mirada. Ella sólo recordaba haber estado sola en el otro mundo, un mundo lleno de monstruos.

      El abuelo afinó sus labios mientras reflexionaba. Él sabía que las cosas estaban bien, porque Kyoko dijo que recordaba algo acerca de que el Guardián del Corazón de Cristal entró a su cuerpo de nuevo, y luego todo terminó. Después de un par de semanas, ella se había metido de lleno en sus tareas escolares y estaba obteniendo excelentes calificaciones y ahora todo eso había valido la pena. El abuelo oyó que se abría la puerta principal y sonrió aún más.

      Besando la carta como si fuera un amuleto de la buena suerte, él vio como su nieta entraba en la cocina. A Kyoko le iba a encantar esto.

      Tres semanas después...

      Los ojos dorados miraban como la chica del pasado se acercaba a la academia. Él la había encontrado y de alguna forma haría lo correcto esta vez. Él sintió que su escudo humano se resbaló por un momento mientras sus ojos ardían como oro líquido, al recordar todo lo que había pasado ese fatídico día en medio del campo de batalla.

      Los rayos del sol de la mañana que entraban por la ventana albergaban una extraña sombra detrás de él como una imagen de alas. Él alzó sus garras y estrechó los ojos, mirando como las garras regresaban a su manto humano.

      Mirando con sus ojos hechizados a la sacerdotisa, él calmó sus poderes internos. Ya era hora, y con la pureza de Kyoko, él también sintió el despertar de la maldad a su alrededor. La inconclusa batalla comenzaría pronto. Esta vez él no cometería los mismos errores.

      Kyoko miró hacia el gran edificio. Para ella se veía casi como un gran castillo de algún pasado desconocido. Ella sonrió para sí misma; no podía evitarlo, aún estaba muy feliz después de saber lo de la beca y por el hecho de que ella viviría allí.

      Se volteó para mirar a Tama. Él había sido una gran ayuda al venir y ayudarla con sus maletas y a instalarse. Kyoko estaba contenta porque había hablado con su mamá y su abuelo cuando estaba en casa y había podido despedirse allá. Ahora ella se sentía casi mareada con esta gran libertad y respiró profundamente para saborearla.

      "Kyoko, ¿te vas a quedar parada ahí todo el día, o vamos a ir a buscar tu habitación?" Tama se quejó, aunque la vista también lo impresionó. Él miró hacia arriba con asombro al arco gigantesco que llevaba a las puertas principales.

      Kyoko sostuvo el mapa en sus manos y apuntó al enorme edificio que conectaba el lado derecho de la academia. "Ese debe ser el edificio correcto". Ella se volteó y le hizo un guiño a Tama. "Gracias por ayudarme esta mañana".

      Tama sonrió, sintiéndose un poco avergonzado. "De nada Kyoko, después de todo me deshago de ti por un tiempo, y eso es pago suficiente". Él se agachó y se fue tratando de escapar de ella mientras se moría de risa.

      Kyoko empezó a perseguirlo pero paró a mitad de camino, sintiendo que unos ojos la miraban.

      Mientras la brisa soplaba su cabello castaño alejándolo de su rostro, ella miró al edificio preguntándose qué ojos la acariciaban, pero no podía ver a nadie. Ella había sido capaz de percibir cosas extrañas en los últimos años, y sabía sin duda alguna que alguien estaba ahí vigilándola. Ella casi podía sentir que la tocaban.

      Pensó que había visto movimiento en una ventana alta, pero al inspeccionarla de cerca vio que estaba vacía. Kyoko lanzó un suspiro al darse cuenta que esos sentimientos extraños se habían ido. Ella suavemente mordió su labio sopesando la decepción de irse. Rindiéndose, finalmente se encontró con Tama cuando entró a los dormitorios. Ambos se paralizaron al mirar a su alrededor.

      "Ese lugar es asombroso", susurró Tama, mientras se inclinaba y añadía con una voz seria. "Deberías conservar ese mapa, conociéndote te vas a perder aquí”.

      Kyoko parecía no escucharlo mientras sus ojos miraban el pasillo principal. La habitación en la que ellos se encontraban era de al menos tres pisos de alto, con escaleras que serpenteaban su camino a los otros pisos en forma de espiral. Por un lado, había una librería enorme, mientras que el otro lado parecía un área recreacional, y directamente en el medio había una lámpara gigantesca colgando del techo abovedado.

      "Realmente odiaría ver eso caer", dijo ella mientras movía la cabeza.

      Debajo había áreas para sentarse con muebles lujosos. Ya había estudiantes despiertos y ocupados haciendo cosas, aunque era muy temprano en la mañana. Ella quería estar aquí tan temprano como fuera posible, y ya eran las 7:30 a.m. Miró rápidamente el papel, preguntándose a donde se suponía que debía ir.

      Quejándose, ella miró por encima de su hombro a Tama y señaló hacia arriba por las escaleras de espiral frente a ellos. Ellos tenían cuatro maletas entre los dos debido a que Kyoko estaba mudándose y estaban muy pesadas.

      Tama se descorazonó. "Tienes que estar bromeando". Él soltó la manija de la maleta más grande sabiendo que las ruedas del fondo no ayudarían esta vez. "Tengo sólo 12 años por favor".

      Ella levantó sus hombros en señal de determinación.

      Kyoko se sorprendió cuando una voz masculina que venía de atrás de ella preguntó, "¿Es usted la señorita Kyoko Hogo?"

      Ella instantáneamente se volteó diciendo: "Sí."

      Sus ojos se abrieron de par en par al encontrarse cara a cara con un hombre muy apuesto. Tenía unos sorprendentes ojos azules y un cabello largo y oscuro sujetado en una cola de caballo. Mientras ella miraba con asombro, sintió una brisa extraña acariciar su rostro. Las puntas de su cabello le hacían cosquillas en las mejillas mientras la brisa lo soplaba.

      Ã‰l le ofrecía una sonrisa encantadora. Luego, para su asombro, chasqueó los dedos y dos hombres salieron casi de la nada, tomaron sus maletas y empezaron a subir las escaleras con ellas. Los ojos de Kyoko se abrieron con sorpresa al verlos, pero antes de que pudiera decir algo, el hombre la tomo de la mano, para luego llevarla hasta sus labios, y darle un beso como si fuera un príncipe.

      "Mi nombre es Kotaro, y no me gustaría ver a alguien tan linda como tú teniendo que cargar algo tan pesado. Ahora, si me sigues te llevaré a tu dormitorio". Manteniendo sus manos juntas, Kotaro sintiéndose confiado empezó a subir las escaleras.

      El calor repentino que corría por sus dedos hasta sus brazos parecía continuar esparciéndose por todo su cuerpo, despertando su sangre de guardián. Ese era su secreto. Kotaro le dio un ligero apretón a su mano sabiendo que ella era a quien él había esperado pacientemente. Él se había enamorado en el momento en que ella entró en la habitación.

      Kyoko levantó su delicada ceja pensando, 'Dioses sálvenme de los hombres caballerosos. ¿En qué me he metido?'

      Volteándose, le encogió los hombros a Tama que estaba parado ahí con la boca abierta. Kyoko alzó la cabeza hacia un lado y alzó una ceja. "Tama ten cuidado, podrías atrapar moscas así". Luego antes de que él pudiese volver en sí, ella volteó y siguió la figura esbelta del hombre conocido para ella como Kotaro.

      Ella mentalmente anotó un punto para sí, en su pizarra imaginaria, donde secretamente estaba llevando el marcador entre ella y Tama. Lo escuchó murmurar detrás de ella mientras ellos subían las escaleras y ahora sabía que ella iba ganando el juego.

      Pasaron junto a otro hombre cuando iban bajando las escaleras, y mientras él