Amy Blankenship

Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas


Скачать книгу

solo para reaparecer al otro lado de donde estaba. Él sabía que el vampiro estaba jugando con él, pero Toya ya no le tenía miedo. El miedo había muerto con ella…

      â€“ ¿Por qué la asesinaste? – demandó Toya siseando con la voz llena de rabia y desesperación. – ¿Por qué pensaste que al matarla obtendrías el Cristal? ¡Nunca! Ella se negó a darte ese poder y te enfureció, ¿no, Hyakuhei? – le gritó mientras giraba, tratando de seguir a su enemigo mientras Hyakuhei lo rodeaba con intenciones mortales.

      â€“ No era un secreto de que la querías para ti –. La mano de Toya se apretó alrededor de su daga con furia recordando la mirada obsesiva… el acoso… la visión de su cuerpo sin vida.

      â€“ Cualquiera con ojos podía ver la forma en que la mirabas cuando pensabas que Kotaro o yo no prestábamos atención –. Se le acabó el aliento en un sollozo al voltearse por un momento sabiendo que Kotaro y él la habían amado… se habían peleado con Hyakuhei y entre ellos por ella. Nadie había ganado. – Te vimos.

      â€“ ¡Kyoko era mía y siempre lo será! – gritó Toya, su furia al perder a quien había amado más que a respirar… se había ido. Ella había sido la luz en las tinieblas en la que se había convertido su mundo.

      Ella era la razón por la que había desafiado a Hyakuhei. Ahora su razón para resistirse se había ido y Toya sintió el fuego de su alma elevarse a una temperatura alarmante. Él la había encontrado acostada sin vida con una pequeña daga atravesando su corazón. En el fondo sabía… él y Kotaro sabían… que Hyakuhei la había matado de alguna forma.

      Los ojos negros de Hyakuhei se volvieron un tono más oscuros mientras miraba al hijo menor de su hermano con desprecio. – Ah, sí, el escurridizo Corazón de Cristal del Guardián… tal poder no le pertenece a un chiquillo tonto como tú. Los seres más poderosos han ido en busca del Corazón de Cristal del Guardián… ¿pensaste que eras el único, querido muchacho? No solo los vampiros, sino también los inmortales y hechiceros, incluso los lobos comparten ese deseo de reunir tal poder.

      â€“ ¿No te das cuenta de qué sucedería si los Lycan la hubiesen reclamado primero? – los ojos de Hyakuhei se volvieron carmesí al pensar en Kotaro, líder de las tribus de los Lycan, obteniendo tal poder. Su rabia aumentó mientras recordaba el aroma de Lycans en la carne de ella esa misma noche. Él no esperaría y dejaría que sucediera algo tan peligroso.

      â€“ No, muchacho descuidado, ya me he hecho cargo de la Sacerdotisa que llevaba el Cristal dentro de ella –. Los ojos de Hyakuhei se endurecieron al pensamiento de la pequeña mentira.

      En realidad… no había matado a la chica. Ella se suicidó para evitar que el Cristal cayera en manos de Hyakuhei. La había tenido en su poder listo para obtener el poder que llevaba dentro de ella. El poder del que hablaba la leyenda, si pudiera ser cierto… hubiese permitido a su obscuridad caminar en la luz… y alimentarse de ella.

      Sus dedos aún se estremecían por el más breve toque de su piel. Hyakuhei se había parado detrás de ella… sintiendo el calor de su cuerpo con su mano fría. Sus ojos color esmeralda se habían vuelto para enfrentarse a los suyos por tan solo un segundo para desafiarle. Él tan solo la había querido probar, pero era muy tarde, él ya había visto la daga en su mano mientras desaparecía rápidamente dentro de su pecho. Él hubiese podido convertirla y compartir todo con ella… pero ella ya había rechazado su generosa oferta.

      La valiente pero tonta mujer creyó que al suicidarse, custodiaría el poder del Cristal lejos de él por siempre. Pero por siempre era un tiempo muy largo para intentar esconderse de él.

      â€“ ¡Ella renacerá! – gritó Toya con angustia, sabiendo que había fallado al protegerla de la ira de Hyakuhei. La culpa de no haber estado ahí para salvarla lo estaba comiendo desde adentro. Ella había sabido que Toya era un vampiro, una criatura de la noche. Aun así, ella no le había dado la espalda; al contrario, se había vuelto su amiga: Kyoko le había confiado su propia vida.

      Toya en su mente recordó el tiempo en el que la conoció… cayó de rodillas y agarró la tierra con sus puños mirando sus lágrimas caer. – ¡No fue suficiente tiempo! – negó gritando en silencio.

      Ã‰l solo la había conocido durante un período muy corto: seis ciclos lunares. Cuando la conoció por primera vez, él solo había querido el Cristal… el Cristal que, al principio, ella ni siquiera era consciente de estar llevando dentro de ella. Pero él podía verlo brillar dentro de ella… llamándolo. Entonces, algo había cambiado. Toya se encontró tratando de protegerla en vez de tratar de quitarle el Cristal.

      Desde que ella se había estrellado contra su mundo oscuro, Toya había encontrado la verdad detrás de la leyenda del Corazón de Cristal del Guardián, cosas de las que ni Hyakuhei se había dado cuenta. Había querido decirle a su hermano los secretos, pero Hyakuhei le había hecho imposible encontrar a Kyou a tiempo. Ahora era demasiado tarde.

      â€“ Nunca tendrás la luz del Cristal en la obscuridad… ¡Encontraré a Kyoko de nuevo y mantendré el Cristal lejos de ti! – la voz de Toya era dura por su deseo de venganza. – Ella vivirá de nuevo y yo estaré esperándola –. Una inadvertida y solitaria lágrima plateada se deslizó por su mejilla mientras gritaba. – ¡Juntos! ¡Ella y yo encontraremos otra forma de liberar a Kyou de ti!

      Hyakuhei caminó más cerca de Toya y una risa ahogada provenía de dentro de su pecho: – Oh, sí, mi querido Toya, ella vivirá de nuevo. El Cristal volverá a este mundo y yo seré, no solo el que reclamará su poder, sino a la chica también. En cuanto a mi precioso Kyou… estoy seguro de que puedo encontrar algo con lo que ocupar el tiempo de tu hermano hasta que ese día llegue.

      Toya gruñó gravemente en su garganta sabiendo que era una espada de doble filo. – Mantén tus intenciones enfermizas para ti mismo. Encontraré una forma de hacernos normales de nuevo. Y a ti… ¡te daré muerte! – terminó con un grito mientras el viento comenzaba a aullar perversamente a través del claro.

      La daga en su mano destelló en un arco de luz plateada apenas rozando la túnica oscura que embellecía a Hyakuhei. Toya no podía creer lo rápido que era su oponente pero tenía el ceño fruncido con determinación. Una segunda daga apareció en su otra mano y se abalanzó con ella, inmediatamente seguida por la primera.

      Hyakuhei esquivó las hojas mortíferas con la ayuda de los siglos de entrenamiento que había soportado. Los humanos eran criaturas muy sencillas de derrotar y Toya, aunque convertido, era bastante humano en su manera de pensar… aún un chiquillo en los ojos de un vampiro.

      Hyakuhei debía admitir que de alguna manera proteger a la Sacerdotisa había envejecido el poder de Toya casi al nivel de un anciano. Llevar a la Sacerdotisa lejos de él había servido para dos propósitos. Sin su razón para pelear, el poder de Toya se había reducido enormemente.

      La mano izquierda de Hyakuhei arremetió contra Toya atrapando sus muñecas en un agarre demoledor. Toya no tenía manera de defenderse cuando la garra derecha del vampiro cortó cruelmente su mejilla.

      Los ojos plateados se estrellaron con los ojos carmesí por un momento suspendido en el tiempo, mientras Hyakuhei retraía sus garras. Sus labios insinuaron una sonrisa envenenada, mientras estiraba su mano para golpear gentilmente la herida que acababa de hacerle tan brutalmente. – Es una pena desperdiciar tanta perfección… tanta como la de tu hermano –. Lamió las gotas de sangre recién derramada de su dedo antes de añadir: – pero no puedo tener tu rebelde amor