Морган Райс

Una Forja de Valor


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lanzas y con sangre saliendo de sus bocas.

      Y más preocupante aún fue escuchar un ajetreo proveniente del bosque cuando de este de repente salió rodando un ariete de hierro encima de una carreta con ruedas de madera. La multitud de troles abrió camino mientras Vesuvius guiaba el ariete directo hacia las puertas.

      “¡LANZAS!” gritó Vicor.

      Merk corrió junto con los otros hacia el montón de lanzas sabiendo mientras tomaba una que esta sería su última línea de defensa. Había pensado que guardarían estas hasta que los troles entraran en la torre y que estas les servirían como última línea de defensa; pero al parecer el problema era apremiante. Tomó una, apuntó y la lanzó hacia abajo directo hacia Vesuvius.

      Pero Vesuvius fue más rápido de lo que parecía y la esquivó en el último momento. La lanza de Merk golpeó a otro trol en el muslo haciendo que el avance del ariete disminuyera. Los otros soldados también hicieron caer sus lanzas matando a los soldados que empujaban el ariete y deteniendo su progreso.

      Pero tan pronto como los troles caían, cien más aparecían desde el bosque para reemplazarlos. Pronto el ariete estaba rodando otra vez. Simplemente eran demasiados y todos eran prescindibles. Esta no era la manera en que peleaban los humanos. Esta era una nación de monstruos.

      Merk retrocedió para tomar otra lanza pero se decepcionó al ver que no quedaba ninguna. Al mismo tiempo, el ariete llegó a las puertas de la torre y varios troles ponían tablones de madera sobre los cráteres para formar un puente.

      “¡AVANCEN!” gritaba Vesuvius con una voz profunda y grave.

      El grupo de troles avanzó y empujó el ariete hacia adelante. Un momento después este golpeó contra las puertas con tal fuerza que Merk sintió las vibraciones hasta allá arriba. El temblor corrió a través de sus tobillos haciendo que le lastimara los huesos.

      Entonces se repitió una y otra vez haciendo que la torre se estremeciera, haciendo que él y los otros se tambalearan. Cayó de manos y rodillas encima de un cuerpo, un compañero Observador, sólo para darse cuenta de que ya estaba muerto.

      Merk escuchó un silbido, sintió una oleada de viento y calor, y al ver hacia arriba no pudo comprender de qué se trataba: encimad de él pasaba una roca encendida. Había explosiones todo alrededor mientras las rocas llameantes caían encima de la torre. Merk se agachó y se asomó por la orilla viendo como docenas de catapultas eran disparadas desde abajo apuntando hacia el techo de la torre. A su alrededor los hombres estaban muriendo.

      Otra roca encendida cayó cerca de Merk, matando a dos Observadores con los que Merk ya tenía cierta amistad, y mientras las llamas se extendían, pudo sentir el calor en su espalda. Merk miró a su alrededor y vio que ya casi todos los hombres estaban muertos; entonces supo que ya no había mucho que pudiera hacer más que esperar a morir.

      Merk sabía que era ahora o nunca. Él no caería de esta forma, atrapado en la cima de la torre esperando morir. Caería valientemente, sin miedo, enfrentándose al enemigo cara a cara con una daga en su mano y mataría a tantas criaturas como pudiera.

      Merk gritó fuertemente, alcanzó la cuerda que estaba atada a la torre, y saltó por la orilla. Bajó a toda velocidad dirigiéndose hacia la nación de troles y preparado para enfrentarse a su destino.

      CAPÍTULO CUATRO

      Kyra miraba hacia el cielo sintiendo el mundo moverse sobre ella. Era el cielo más hermoso que ella había visto, de color morado oscuro, con suaves nubes blancas pasando por este, y radiante con la difusa luz solar. Sintió que se movía y escuchó el gentil salpicar del agua a su alrededor. Nunca antes había tenido tal sensación de paz.

      Recostada, Kyra volteó hacia los lados y se quedó sorprendida al ver que estaba flotando en un inmenso mar, sobre una balsa de madera y lejos de cualquier costa. Grandes olas movían gentilmente la balsa arriba y abajo. Sentía como si se dirigiera al horizonte, hacia otro mundo y hacia otra vida. A un lugar de paz. Por primera vez en su vida había dejado de preocuparse del mundo; se sintió envuelta en los brazos del universo como si, finalmente, pudiera bajar la guardia y dejarse llevar sin temor a ningún daño.

      Kyra sintió otra presencia en la balsa y se levantó sorprendida al ver a una mujer sentada. La mujer traía ropas blancas y estaba envuelta en luz, con largo cabello dorado y ojos azules resplandecientes. Era la mujer más hermosa que Kyra jamás había visto.

      Kyra se quedó perpleja al sentirse segura de que era su madre.

      “Kyra, mi amor,” dijo la mujer.

      La mujer le sonrió con tal dulzura que hizo que el alma de Kyra se recobrara, y Kyra la miró con un sentimiento aún más profundo de paz. La voz resonó dentro de ella y la hizo sentirse en paz con el mundo.

      “Madre,” le respondió.

      Su madre le extendió una mano casi transparente y Kyra se acercó y la tomó. El sentir su piel fue electrizante y, mientras la sostenía, Kyra sintió como si parte de su alma estuviera siendo restaurada.

      “Te he estado observando,” dijo ella. “Y estoy orgullosa. Más orgullosa de lo que te puedes imaginar.”

      Kyra trató de enfocarse pero, al sentir el calor del abrazo de su madre, sintió como si estuviera dejando este mundo.

      “¿Estoy muriendo, madre?”

      Su madre la miró con ojos resplandecientes y apretó su mano aún más.

      “Ya es tu hora, Kyra,” le dijo. “Y aun así tu valentía ha cambiado tu destino. Tu valentía y mi amor.”

      Kyra parpadeó confundida.

      “¿Es que no vamos a estar juntas?”

      Su madre le sonrió y Kyra sintió como su madre la soltaba lentamente y se alejaba. Kyra tuvo una oleada de miedo al sentir que su madre se iba y ahora para siempre. Kyra trató de sostenerse de ella, pero ella quitó su mano y en vez de eso puso su mano en el estómago de Kyra. Kyra sintió un inmenso calor y amor cursando por ella, curándola. Lentamente sintió cómo era restaurada.

      “No dejaré que mueras,” respondió su madre. “Mi amor por ti es más fuerte que el destino.”

      De repente, su madre desapareció.

      En su lugar estaba un apuesto muchacho que la observaba con brillantes ojos grises y cabello lacio y largo, hipnotizándola. Ella pudo sentir el amor en su mirada.

      “Yo tampoco te dejaré morir, Kyra,” repitió él.

      Él se agachó, puso su palma en el estómago de ella en el mismo lugar en el que su madre lo había hecho, y sintió un calor aún más intenso pasar por su cuerpo. Vio una luz blanca y, mientras sentía el calor en su interior, sintió cómo volvía a la vida apenas pudiendo respirar.

      “¿Quién eres?” preguntó ella con su voz siendo apenas superior a un suspiro.

      Ahogándose en el calor y la luz, ella no pudo evitar cerrar los ojos.

      ¿Quién eres? hizo eco en su mente.

      Kyra abrió los ojos lentamente sintiendo una inmensa ola de paz y calma. Volteó hacia los lados esperando aún estar en el océano, ver el cielo y el agua.

      En su lugar, oyó el constante canto de insectos. Se dio la vuelta confundida y vio que estaba en el bosque. Estaba recostada en un claro sintiendo un intenso calor emanando de su estómago en el lugar en el que había sido apuñalada y vio cómo una mano se posaba sobre este. Era una bella mano pálida igual a la de su sueño que tocaba su estómago. Mareada, volteó hacia arriba y se encontró con los hermosos ojos grises observándola con tanta intensidad que parecían brillar.

      Kyle.

      Él se arrodilló a su lado poniendo una mano en su frente y, mientras la tocaba, Kyra sintió cómo su herida se curaba lentamente y cómo regresaba a este mundo, casi como si él la trajera de vuelta. ¿Había ella realmente visto a su madre? ¿Había sido real? Sintió como si debiera estar muerta pero, de alguna manera, su destino había cambiado. Era como si su madre hubiera intervenido; y Kyle. Su amor la había traído de vuelta. Eso y, como