Te ayudaré a solucionarlo, te lo prometo. Arreglarás las cosas con Sarah, ¿vale? Todo irá bien. Pero esta noche tenemos que ser fuertes, por Anna. ¿De acuerdo, cariño?
Henry observa a su mujer y se pregunta dónde habrá aprendido ese truco: saber siempre qué decirles a las niñas.
«¿Niñas?». Hace una mueca al darse cuenta de que ha usado el plural.
—Lo hacemos por Anna, no lo olvides. Para recibir a Anna con una sonrisa cuando vuelva.
Barbara le está secando la cara a Jenny con un pañuelo cuando suena el timbre.
Henry va a abrir arrastrando los pies, tapados con calcetines, y se encuentra al párroco con una chaqueta encerada y unas botas de agua.
—No voy a entrar, estoy lleno de barro —empieza, sonriendo—. Qué buena idea poner algo para sentarse, Henry. Os quería enseñar la lectura que he preparado. No es demasiado religiosa, tal como acordamos. Solo son unas palabras positivas e inspiradoras. Después, he pensado que quizá quieras decir algo tú misma, Barbara. Más que nada para agradecer el apoyo a los asistentes y animar a la prensa local que siga pidiendo la colaboración ciudadana en el caso, a ver si aparecen nuevos testigos. Que sepan que cualquier cosa, por pequeña que sea, es útil.
Barbara sonríe y Henry observa cómo Jenny desaparece escaleras arriba para ponerse el abrigo nuevo, pero, entonces, los llama de golpe desde la ventana del descansillo:
—¡Mirad! Mirad por la ventana, no os lo podéis perder… Venid.
El párroco, animado por ese entusiasmo repentino, se quita las botas de agua y sigue a Henry y Barbara escaleras arriba, desde donde se divisa con claridad la estrecha carretera que lleva hasta la granja. Con la última luz del ocaso, la imagen es fascinante: una delgada fila de todo tipo de luces serpentea por el camino, linternas, velas e incluso antorchas, que forman un sendero iluminado entre las sombras.
Henry se sorprende de su propia reacción. Le tiembla el labio.
Mientras contempla las luces titilantes, evoca a Anna corriendo ante él, vestida con el uniforme rosa a cuadros de la escuela debajo del abrigo, con un ramillete de flores en la mano.
Cathy, la agente de enlace de la familia, no tardará en llegar. Entonces, Henry se da cuenta de que lo ha hecho durar demasiado.
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