y la responsabilidad que Shail había descargado sobre sus hombros, aun de forma involuntaria, era demasiado pesada.
—¡Alexander! –exclamó, para hacerse oír por encima de los fans que voceaban el nombre de Chris Tara–.
¿Cómo sabes que Kirtash estará aquí?
—Estaba en el programa del concierto –respondió Alexander en el mismo tono–. Bajo su otro nombre, claro.
—¿Bajo su otro nombre? –repitió Jack–. ¿Qué quieres decir?
Pero empezaba a sospecharlo, y volvió la cabeza, como movido por un resorte, hacia el escenario, que se había iluminado con una fría luz verde-azulada, mientras el resto de luces que bañaban el interior del Key Arena se amortiguaban hasta apagarse por completo.
Chris Tara salió al escenario, aclamado por miles de fans. Tendría unos diecisiete años, vestía de negro, era ligero y esbelto, y se movía con la sutilidad de un felino. Y algo parecido a un soplo de hielo oprimió el corazón de Jack cuando lo reconoció.
El joven se plantó en mitad del escenario, ante sus seguidores, y levantó un brazo en alto. El pabellón entero pareció venirse abajo. Miles de personas corearon el nombre de Chris Tara, enfervorecidos, y las serpientes que adornaban sus ropas y sus cuerpos parecieron ondularse bajo la fría luz de los focos. Jack se sintió por un momento como si estuviera en mitad de un oscuro ritual de adoración a una especie de dios de las serpientes, y tuvo que cogerse con fuerza a la barandilla porque le temblaban las piernas. No había imaginado nada así ni en sus peores pesadillas.
—Decidme que estoy soñando –murmuró, pero las voces enardecidas de los fans, que aclamaban a su ídolo, ahogaron sus palabras, y nadie le oyó. Vio que Victoria se había puesto pálida y susurraba algo, pero tampoco pudo oír lo que decía.
Poco a poco, la música fue adueñándose del pabellón, por encima de las ovaciones. Y Chris Tara empezó a cantar. Su música era magnética, hipnótica, fascinante, como venida de otro mundo. Su voz, suave, acariciadora, sugerente.
Jack sintió que se le ponía la piel de gallina. Se inclinó junto a Victoria, todavía desconcertado, y le dijo al oído:
—¿Ves lo mismo que yo veo? ¿Ese es Chris Tara? Victoria lo miró y asintió, con los ojos muy abiertos.
—¿No lo oyes cantar? Es él.
Jack sacudió la cabeza, atónito. Aquella situación era cada vez más extraña y él se sentía cada vez más agobiado por aquel ambiente opresivo, de modo que habló con más dureza de la que habría pretendido:
—¿Me estás diciendo que tu cantante favorito es Kirtash? ¿Te has vuelto loca?
—¡Yo no sabía que era él! –se defendió ella–. ¡Ya te he dicho que no le he visto nunca! No sale en las revistas de música ni concede entrevistas, solo se le puede ver en los conciertos.
—¡No me lo puedo creer! –estalló Jack–. ¡Con razón no me gustaba su música!
Alexander se inclinó hacia ellos y les dijo, mirando al escenario:
—Explicadme qué está haciendo exactamente.
—Lo que está haciendo no tiene ni pies ni cabeza –pudo decir Jack, todavía enfadado–. Es un cantante de pop-rock, ¿entiendes? Simplemente canta, y la gente viene a oírle cantar. Y, como ves, tiene mucho éxito. Se ha vuelto famoso. No puedo creerlo –repitió, irritado, sacudiendo la cabeza.
—¡Ya te he dicho que yo no lo sabía! –insistió Victoria, entre confusa, avergonzada y enfadada.
—No, no, tiene que haber una explicación –dijo Jack, cada vez más mareado–. Seguro que los está hipnotizando, o algo parecido... tiene poderes telepáticos, ¿no?
—¡Yo no estoy hipnotizada! –se rebeló Victoria–. Sé muy bien lo que estoy haciendo.
—¿Escuchando la música de Kirtash?
Victoria enrojeció, pero no bajó la mirada cuando le dijo:
—¿Y qué pasa si me gusta? ¿Eh?
—Escuchad –dijo Alexander–. Sean cuales sean sus motivos, ahora está distraído. Es el momento de acabar con él.
—¿Qué? –saltó Victoria–. ¿Delante de toda esta gente?
¿No podemos esperar a que termine el concierto?
—¿Y qué vas a hacer entonces? –hizo notar Jack–. Si ya es prácticamente imposible llegar hasta cualquier estrella después de un concierto, ¿cómo piensas sorprender a Kirtash?
—Pero no desde aquí, no hay un buen ángulo –dijo Alexander–.
Deberíamos acercarnos más.
—¿Me estáis pidiendo que le lance un rayo mágico desde aquí, a traición? –protestó Victoria.
—¿Por qué no? –replicó Jack, molesto–. ¿Acaso se merece algo mejor?
—¿Cuánto durará esto? –intervino Alexander.
—Unas dos horas, supongo.
—Perfecto. Tenemos tiempo para buscar un lugar mejor desde el que intentar acertarle. Victoria, espera aquí –le dijo a la chica–, y ve concentrando energía, o lo que quiera que hagas cuando usas el báculo. Nosotros intentaremos acercarnos más y encontrar un lugar desde el que puedas acertarle con más facilidad, pero lo bastante alejado como para que no llegue a descubrirnos. Si lo encontramos, enviaré a Jack a buscarte. Si no, en menos de quince minutos nos tendrás aquí otra vez.
—Pero... –quiso protestar Victoria; pero los dos chicos ya se habían puesto en pie, y Jack le dirigió una torva mirada.
—Que disfrutes del concierto –dijo con cierto sarcasmo.
Los dos se perdieron entre la multitud, y Victoria se quedó sola.
Se sentía muy confusa. Jack estaba enfadado, y con razón, y Alexander no terminaba de entender qué estaba sucediendo. Tampoco ella, de todas formas. Las mejillas le ardían, y apoyó la cara contra uno de los barrotes de la barandilla, aturdida. No pudo evitar fijar la mirada en Kirtash, Chris Tara, que cantaba sobre el escenario una de aquellas canciones que ella conocía tan bien, porque la había escuchado docenas de veces y podría haberla tarareado en cualquier lugar, en cualquier situación. Era él, sin duda. Sus gestos, sus movimientos... Victoria supo que, si estuviese más cerca, llegaría a sentir, una vez más, la mirada de aquellos ojos azules que quemaban como el hielo.
En aquel momento, Kirtash comenzaba a cantar Beyond, la canción que daba nombre a su disco, y sus seguidores lo aclamaron una vez más. Victoria cerró los ojos y se dejó llevar por la música, seductora, fascinante y evocadora, de aquella canción que la había cautivado desde el primer día. Y por la voz de Kirtash... acariciadora, insinuante...
This is not your home, not your world,
not the place where you should be.
And you understand, deep in your heart,
though you didn’t want to believe.
Now you feel so lost in the crowd
wondering if this is all,
if there’s something beyond.
Beyond these people, beyond this noise,
beyond night and day, beyond heaven and hell.
Beyond you and me.
Just let it be,
just take my hand and come with me,
come with me...
And run, fly away, don’t look back,
they don’t understand you at all,
they left you alone in the dark
where nobody could see your light.
Do