Sebastián Lipina

Pobre cerebro


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los estados de Georgia y Florida entregaban discos con música de Mozart a las madres de recién nacidos cuando eran dados de alta. Esta política respondía a un estudio realizado a principios de la década por neurocientíficos, que encontraron que un grupo de estudiantes universitarios mostraba una mejora en el desempeño de una tarea de procesamiento espacial luego de escuchar una sonata del compositor austríaco. Otro ejemplo es el de la sobrevaloración de los primeros mil días de desarrollo (antes que los seis mil restantes): dado que el desarrollo autorregulatorio se extiende hasta la segunda década de vida, si se focaliza sólo en los primeros mil días se pierde de vista la importancia de los siguientes años para prevenir impactos y generar oportunidades. Estos dos ejemplos ilustran cuán importante resulta interpretar en forma adecuada la evidencia empírica para generar acciones orientadas a abordar las necesidades concretas de las comunidades. El único modo razonable de avanzar en este sentido es trabajar interdiscipliariamente, esto es, aunar los esfuerzos de la ciencia y las políticas públicas, y abonar una comunicación social responsable y sólida de los conocimientos alcanzados.

      En líneas generales, la definición de la pobreza y de sus impactos ha comenzado a incluir en forma progresiva una crítica a la racionalidad destructiva y deshumanizante que caracteriza la civilización contemporánea, cuyas adversidades comprometen seriamente al desarrollo humano (Bauman, 2005; 2015). La evidencia reciente de la psicología y la neurociencia cognitiva permite sostener que esa racionalidad redunda en la destrucción de los proyectos de vida de millones de adultos y niños desde antes del nacimiento (Lipina, 2014). El conocimiento logrado por estas disciplinas contribuye a mejorar la comprensión de algunos de los mecanismos que explican este proceso de destrucción, y, en este sentido, ofrece fundamentos para una perspectiva de transformación. En los que siguen abordaremos algunos detalles.

      [8] Es decir, el peso inferior al esperado para cierta edad. Su causa más común es la desnutrición derivada de una alimentación inadecuada.

      [9] Peso inferior al que corresponde a la altura esperable para determinada edad, como consecuencia de enfermedades y falta de alimentación adecuada. Es uno de los indicadores más importantes de mortalidad en niños de edad inferior a los 5 años.

      2. Cómo se forma y cómo cambia el sistema nervioso durante el desarrollo

      Contar con una parte de la riqueza de la sociedad y liberarse de la presión económica son [dos cuestiones] absolutamente necesarias para [contribuir al] desarrollo intelectual.

      Donald Hebb, The Organization of Behavior (1949)

      Para comprender cuáles son los grados de libertad que permiten al ser humano cambiar y adaptarse a las contingencias ambientales desde su nacimiento, es importante intentar comprender algunos conceptos sobre cómo se forma y evoluciona el sistema nervioso. Sepa disculpar el lector el eventual exceso de términos técnicos, que está al servicio de tan importante tarea de reflexión.

      El sistema nervioso de los seres humanos está formado por una parte central, que contiene el cerebro y la médula espinal, y otra periférica, que corresponde a todas las conexiones que se distribuyen en los órganos y modulan su actividad mediante variaciones electroquímicas. Ambas funcionan en forma complementaria entre sí y con otros sistemas del organismo, como el inmunológico y el endocrino. En la actualidad la neurociencia se encuentra en una etapa de nuevos descubrimientos que revelan la existencia de conexiones entre el sistema linfático y el sistema nervioso central. Estos hallazgos tienen importancia para el estudio de la dimensión neurobiológica de la pobreza. En efecto, invitan a repensar las consecuencias de la adversidad temprana y la acumulación de estrés a lo largo de la vida en tanto obligan a revisar los supuestos acerca de los procesos de inflamación cerebral relacionados con los trastornos inmunológicos.

       Estructura básica de una célula neuronal

      En el cuerpo de la neurona vemos el núcleo de la célula y las dendritas, una forma especializada de membrana que multiplica las oportunidades de contacto con otras células, a partir de la generación de sinapsis. Por su parte, el núcleo contiene la información genética necesaria para producir las moléculas y proteínas que necesitará para su funcionamiento. De allí parte otra especialización denominada “axón”, una prolongación que puede tener diferentes extensiones (por su intermedio la célula se conecta con otras neuronas, así como con órganos y músculos de diferentes partes del cuerpo). Al final de cada axón están los botones sinápticos, que contienen moléculas de diferente tipo, los neurotransmisores. El impulso nervioso consiste en un cambio de signo eléctrico en la membrana celular, que viaja desde el núcleo hasta los botones sinápticos a través de los axones. Estas señales eléctricas causan que las vesículas sinápticas liberen su contenido en el espacio sináptico, transformando la señal de eléctrica a química. Una vez en el espacio sináptico, los neurotransmisores se unen a receptores de la siguiente célula, y eventualmente inician un nuevo ciclo de transmisión electroquímica. El concierto molecular y celular que implica este funcionamiento es sumamente complejo e involucra mecanismos que aún son tema de estudio.

      Desde la concepción, y durante toda la vida, el sistema nervioso se organiza y cambia en función de la interacción entre las características propias de cada individuo y el ambiente en que vive. El conjunto de esos cambios se denomina “plasticidad neural”. El término “neural” remite a cualquier componente y conexión que forme parte del sistema nervioso e incluye tanto los diferentes tipos de células que conforman el tejido nervioso –las neuronas y la glía– como las distintas moléculas que intervienen en la transmisión de información entre las células –por ejemplo, los neurotransmisores y los factores neurotróficos–.[10] Es decir que el sistema nervioso cambia durante toda la vida de acuerdo con la constitución, los esfuerzos y las posibilidades de adaptación de cada individuo al entorno. Sin embargo, las oportunidades de cambio no son uniformes durante el ciclo vital: en las primeras etapas del desarrollo la tasa de cambio de los componentes neurales es mucho mayor que en las posteriores.

      El desarrollo neural se inicia con un proceso muy delicado que se origina en la etapa embrionaria con la acción de diferentes moléculas de señalización que activan ciertos genes y desactivan otros, mecanismo que da lugar a un proceso de inducción y proliferación de células nerviosas al que le sigue otro de migración, en el cual las células recién formadas viajan hasta llegar a su destino final. Una vez que se ubican allí, comienzan a conectarse y a funcionar en concierto y dan origen a una función específica (por ejemplo, la visión o la audición). A diferencia de las etapas de inducción, proliferación y migración, que ocurren durante el desarrollo prenatal, las fases siguientes del desarrollo cerebral dependen cada vez más de las interacciones del individuo con su ambiente físico y social.

      Luego del nacimiento, cada experiencia de vida tiende a generar contactos entre las neuronas, que se producen a través del crecimiento de dendritas y axones.[11] En sus puntas, los axones contienen conos de crecimiento que exploran activamente el ambiente extracelular buscando su destino. Esa búsqueda involucra un número variado de moléculas de señalización, algunas de las cuales se encuentran en las células que conectan los conos de crecimiento; otras son liberadas por células que se encuentran cerca de los conos y varias se encuentran en los conos mismos y funcionan como receptores de señales contextuales. La unión de estas señales con los receptores genera información que produce diferentes tipos de movimientos en los conos de crecimiento, lo cual modula sus contactos.

      Una vez que los axones alcanzan sus blancos, hacen sinapsis con otras células, esto es, se conectan con ellas, y forman una estructura a través de la cual las señales eléctricas que transportan los axones son recibidas por otras células mediante neurotransmisores químicos, información que a su vez puede generar una nueva señal eléctrica. La regulación e integración de la información