José María de Pereda

La Puchera


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ese hombre me pagó el regalo, ajustándome la cuenta de lo pescao esta tarde en la ré, á peseta la libra.

      —Media hora hace, Pedro Juan, que vino á comprarlo en junto la Bisoja, y á tres reales se lo dí, grande con chico. ¿Y qué montante sacaba él?

      —Tres duros justos, á ojo de quince libras que él amontonó porque le dió la gana.

      —Á tener que pagarlo de su bolsa, ya hobiera corrío menos el peso. Trece libras y media resultaron, que valieron cuarenta reales y medio. Y ¿pa qué te ajustaba esa cuenta, Pedro Juan?

      —Pos ¿pa qué había de ser, coles? Pa llamase á la parte.

      —¡Alma de Satanincas! Por mucho ruego, pude sacar á la Bisoja tres pesetas de presente. Dios sabe cuándo veremos lo restante, aunque quedó en traelo mañana antes de la otra ré. Y tú ¿qué le dijistes?

      —Se las canté claras. Sólo que hubiera querío yo cantáselas á guantás, mejor que con la lengua.

      —No te diré que no lo mereciera bien; pero, por sí ó por no, Pedro Juan, nunca te dejes llevar de súpitos cuando con él te veas.

      —¡Ésta es más gorda, coles!

      —Será lo que te paezca; pero así están las cosas, y así hay que tomarlas: á contrapelo. Ya lo sabes tú tan bien como yo. Lo que importa es no olvidarlo, porque en manos de ese hombre está el poco pan que tú y yo comemos. Por güenas ó malas artes, suyo es hasta el aire que alendamos aquí... y un pico más que mediano, que es la espina, Pedro Juan, la espina que nos ajuega. Á lo otro, ya estaba uno avezao; y con darle media cogecha al cabo de cada año, pagos y finiquitos juéramos, y en paz con el dimoño. ¡Pero esa espina!... Verás tú la cuenta: cuarenta duros jueron los emprestaos por él cuatro años hace; no ha pasao dende estonces una mala peseta de su mano á la mía; nusotros le damos cada año un güen qué de la ganancia de la pesca, y con too y con ello sube la trampa á más de sesenta duros á la hora presente, dispués de pagao por parte el total de rentas y aparcerías, por tierras, casa, embarcaciones y ganao. ¿Cómo puede ser esto, hombre de Dios? Loco me güelvo pa aclararlo; y él, con decirme que es motivao al réito y enseñame un papelón escripío de números y encareceme mucho esos favores, firmo el recibo que me pone por delante, ¡y arriba siempre la marea! Y conoce, Juan Pedro, que te roban, ¡y aguántate sin resollar palabra, por temor de que no te dejen de la noche á la mañana á las temperies de Dios, sin otro amparo que lo puesto!,.. ¿Te paece, Pedro Juan, que con estos caudales se puede echar roncas á... bribones como ese?... Hoy salió tal cual ayuda de la ré; en la de mañana y en la otra, sabe Dios lo que saldrá. Si el tiempo sigue al nordeste, iremos á la mar con la barquía, á la mojarra y á los durdos, de día ú de noche, según tercien otros trabajos; algo dará en su tiempo la ostra; y en las noches que se pueda salir de la barra en la otoñá, al anguilo otra vez ¡y quiera Dios que con mejor suerte que en esta última campaña de primavera!... Pos iremos comiendo de ello, hasta la cogecha del maíz, sin que se nos vaya la mano; y el sobrante, al pozo de ese hombre sin calo, pa que suba otro poco la marea de la trampa... Esto bien lo sabe él. Pos ¿á qué te va con esas cuentas, como si aquí las tuviéramos olvidás ó nos diéramos á la bribia, y no hubiera caído en sus manos lo que jué mío, por desgracias que Dios dispuso y trampas que me jué armando Satanás?

      —¡Hay que matar eso, padre!

      —¿Cuál, hijo?

      —Esa trampa.

      —¿Con qué?

      —Con el ganao que sea nuestro: ya se lo he dicho más veces.

      —¡Si no alcanza, bobo! Tamién te tengo ajustá esta cuenta. Las dos vacas son suyas; y en las dos novillas, no tenemos más que la metá: una novilla, vamos.

      —Pos con esa novilla y lo que se le pueda arrimar de la pesca de too el año...

      —La metá de la trampa; y ten por cierto, Pedro Juan, que si no la matas de un golpe, tanto le entregues á cuenta de ella, tanto pierdes.

      —¿Por qué ha de ser eso, coles?

      —¿No te lo tengo bien dicho? Motivao al réito de lo que queda en pie. Así lo arrojan los números que él hace.

      —Es que ese día ¡coles! iría yo á hacer la entrega; y mano á mano con él, onde no me oyera naide...

      —Pior que pior, Pedro Juan. La mocedá es mala consejera: créeme á mí que soy viejo y tengo bien conocío á ese hombre. Pa cada gustazo que tú quisieras darte como ese que dices, tiene él veinte modos de echarnos á perder. Bien que pensemos en arrancar la espina antes con antes, y claro está que ha de ser con la ayuda de la novilla y lo que vaya viniendo por onde Dios disponga; pero hoy por hoy, que no tenemos el completo, el temporal en los prefundos y en la cara el güen celaje. Eso vengo hiciendo yo, Pedro Juan, un año y otro. ¡Qué poco pensarán los que me ven hecho unas tarrañuelas en la ría y en la mies, que tu padre tiene pesaumbres que le roban el dormir más de cuatro veces!... Y ¿qué quieres que te diga, hombre? Sobre que al cabo y al fin no ha de sacar uno mejor zoquete llorando que riéndose, lo que uno se ría, aunque sea de mala gana, eso saldrá ganando.

      —Va en genios.

      —Verdá es en parte; pero entra por mucho en ello la experencia de los años. Y quédese esto así, por ahora; piensa en lo tratao endenantes sobre el particular de Pilara, que es de más urgencia de lo que tú te feguras; tapa esos tizones... y vámonos á la cama.

      Mucho atormentó al formalote y honrado Pedro Juan, en los primeros ratos de insomnio, el recuerdo de las maldades del Berrugo con su padre; pero aún le desveló mucho más el examen de su conflicto con Pilara: entraba tanto en la pelea lo amargo como lo dulce; y así sucedió que, lo mismo soñando que despierto, el Josco fué toda la noche un huracán, tan pronto desatado en suspiros clamorosos y temblones, como en bramidos desaforados que despertaban á su padre. Á la madrugada siguiente, aún sentía la resaca de tan fiero temporal en los profundos de su pecho.

      ¡Y esa fué la ocasión elegida por Quilino para bajar á Las Pozas á hombrearse con Pedro Juan! ¡De buena se libró el cascarrabias, con volverse desde el portillo de la sierra!

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