Frank Ostaseski

Las cinco invitaciones


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      Este libro está dedicado a los hombres, mujeres y niños que me permitieron estar con ellos mientras morían. Son mis verdaderos maestros.

      Y a Stephen Levine, amigo de corazón.

       Prólogo

      

      Toda tempestad tiene, como un ombligo, un agujero en medio, por el que una gaviota puede volar en silencio.

      HAROLD WITTER BYNNER1

      Cuando estudié medicina, me enseñaron que la muerte era lo opuesto a la vida, un suceso físico marcado por cambios fisiológicos específicos. Me enseñaron a “manejar a los agonizantes” para prolongar la vida, siempre que fuera posible, y a controlar el dolor y el sufrimiento cuando no fuera posible. El sufrimiento de los dolientes era lo más difícil de controlar, pero con el tiempo la mayoría de la gente se consolaba con la idea del más allá y encontraba la forma de seguir adelante. Pese a nuestras numerosas experiencias con difuntos o moribundos, mis colegas y yo teníamos escasas o nulas reacciones emocionales ante la muerte y ninguna curiosidad al respecto. Dicha curiosidad se habría considerado insana. La idea de que la muerte podía ofrecer algo muy importante a los vivos se habría percibido como simple extravagancia. En un modo menos extremo, nuestra postura profesional era un reflejo de una actitud cultural hacia la muerte y los moribundos.

      En este medio Frank Ostaseski inició su valiente y precursora labor y propuso por primera vez su genial ocurrencia de ver cada muerte como única y significativa, como una oportunidad de sabiduría y curación no sólo para el agonizante, sino también para quienes siguen vivos. La profundidad de la experiencia que él ha vertido en este libro únicamente puede ser acumulada por personas intrépidas que han hallado su camino a la quietud y la presencia, que poseen la habilidad de establecer contacto con el corazón y el alma de los demás y que han sido bendecidas con el don de la narración para compartir el camino recorrido. Las cinco invitaciones está lleno de historias tan profundas que sirven como una brújula, una señal para atravesar un camino desconocido a un destino deseado. Muchos de los relatos reales incluidos en este libro pueden leerse como parábolas, historias de sabiduría que nos permiten vivir con mayor prudencia y resolución en circunstancias muy diversas.

      Mi primer encuentro con la muerte ocurrió cuando nací. Pesé novecientos cincuenta gramos y pasé mis seis primeros meses de vida entre dos mundos, en una incubadora y sin ser tocada por manos humanas. Me encontré de nuevo con la muerte a los quince años de edad, cuando, una noche, mi enfermedad crónica se declaró y fui llevada en estado inconsciente a un hospital de Nueva York donde pasé en coma casi un año. A la mayoría de las personas con las que comparto cierta intimidad las he conocido en el filo entre la vida y la muerte, magnetizadas ahí, como a mí misma me ha pasado, por el intenso deseo de vislumbrar la realidad tal como es. Ostaseski es una de esas personas, mi colega, mi compañero de viaje, mi maestro. En Las cinco invitaciones ha escrito un bello libro sobre la vida en el límite —de hecho, sobre toda la vida— y nos invita a acompañarlo en el espacio entre esos dos mundos. A sentarnos a la mesa de lo desconocido. A maravillarnos juntos. A volvernos sabios.

      Mi abuelo fue un cabalista y un místico por naturaleza. Para él, la vida era un diálogo constante con el alma del mundo. Todos los acontecimientos eran puertas y el mundo se revelaba sin cesar. Él era capaz de ver la más profunda de las realizaciones en el más ordinario de los incidentes. La mayoría de nosotros no tenemos ese don. Necesitamos algo grande que, con autoridad, contenga nuestros hábitos de ver y oír, que desafíe nuestras usuales percepciones y maneras de pensar para que podamos advertir la verdadera naturaleza de las cosas. La muerte es una de esas puertas. La conciencia es el don más grande de la muerte. Para muchas personas, la auténtica vida comienza con la muerte, no con la propia sino con la de otro.

      Para decirlo lisa y llanamente, la naturaleza de la vida es sagrada. Siempre estamos en terreno sagrado. Pero es raro que eso constituya nuestra experiencia diaria. Para la mayoría de nosotros, lo sagrado es como un relámpago, una inhalación intensa entre dos respiraciones inadvertidas. El velo diario que oculta la realidad suele confundirse con ésta; hasta que algo abre un agujero y revela la verdadera naturaleza del mundo. Sin embargo, la invitación a tomar conciencia es muy común. En su excelente libro Lo pequeño es hermoso, E. F. Schumacher sugiere que sólo podemos ver aquello para lo cual hemos desarrollado nuestra visión. Propone que el interminable debate sobre la naturaleza del mundo no versa acerca de las diferencias, sino simplemente sobre nuestra capacidad diferente para ver.

      El libro que tienes ahora en tus manos ofrece prácticas simples y efectivas para que puedas ver la realidad tal como es en medio de lo conocido. Es una oportunidad para ver más allá de lo ordinario. A diferencia de muchas otras obras sobre la muerte que están actualmente en circulación, ésta no contiene una teoría o cosmología, tradicional o personal, ni las ideas o creencias de alguien sobre lo que es y significa la experiencia de morir. Este libro simplemente comparte la profunda experiencia de un observador sumamente consciente; y te invita a desarrollar tu visión.

      Mi abuelo me enseñó que un maestro no es un sabio sino un dedo que dirige nuestra atención a la realidad que nos rodea. Ostaseski es un maestro así. Las cinco invitaciones te recordará muchas cosas. A mí me recordó que las cosas que de verdad importan son muy pocas, pero que importan mucho. Que con demasiada frecuencia padecemos hambre espiritual en medio de la abundancia y que nos rodean muchos maestros que, con paciencia, nos ofrecen todo lo que necesitamos para vivir bien y con sabiduría. Que, como el amor, la muerte es íntima y que esa intimidad es la condición del aprendizaje más profundo. Asimismo, me recordó la sencillez de un verdadero maestro y que la capacidad de la narrativa para unirnos es más fuerte que las cosas superficiales que nos dividen. Por último, me recordó que todos estamos invitados al baile. Siento una gratitud muy profunda por la invitación, que tan gentilmente se ofrece aquí, a participar completamente en la vida. Tú la sentirás también.

      La muerte es, en definitiva, un encuentro cercano y personal con lo desconocido. Muchos de los que han muerto y renacido gracias a las facultades de la ciencia aseguran que esa experiencia les reveló el propósito de la vida. Éste no es ser rico, famoso o poderoso. El objetivo de cada vida es crecer en sabiduría y aprender a amar mejor. Si éste es el tuyo, Las cinco invitaciones es para ti.

      DRA. RACHEL NAOMI REMEN

       Autora de Kitchen Table Wisdom y My Grandfather’s Blessings

       Introducción

       El poder transformador de la muerte

       El amor y la muerte son los mayores regalos que se nos dan; casi siempre los recibimos pero no los abrimos

      RAINER MARIA RILKE1

      La vida y la muerte se presentan juntas. Es imposible separarlas.

      En el zen japonés, el término shoji significa “nacimiento-muerte”. La única separación entre la vida y la muerte es un pequeño guion, la delgada línea que las une.

      No podemos estar vivos de verdad si no tomamos conciencia de la muerte.

      La muerte no nos espera al final de un largo camino. Está con nosotros siempre, en la médula de cada momento que pasa. Es la maestra secreta que está oculta a simple vista. Nos ayuda a descubrir lo que más importa. Y lo bueno es que no tenemos que esperar hasta el final de nuestra vida para obtener la sabiduría que nos ofrece.

      En los últimos treinta años he acompañado a un millar de personas que han estado al borde de la muerte. Algunas de ellas llegaron al final de sus días cargadas de desilusiones. Otras florecieron y atravesaron esa puerta llenas de asombro. La diferencia se debió a la disposición a vivir gradualmente en