Pablo C. Díaz Martínez

El reino suevo (411-585)


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de Hidacio, sus afirmaciones y conclusiones pasaron prácticamente inalteradas a casi toda la historiografía hispana. Manuel Murguía incluyó una traducción de las páginas de Dahn como apéndice en el tomo correspondiente de su Historia de Galicia[57], y las usó como referente a la hora de resolver los problemas históricos que se le planteaban. Las páginas que Torres López dedicó a los suevos en la ya mencionada Historia de España de Menéndez Pidal son otra muestra de esa influencia. Incluso en una monografía como la ya citada de S. Hamann es posible apreciar el impacto de los tópicos de Dahn; por ejemplo, que la larga perduración del reino sólo se justifica por las condiciones naturales del medio y por la debilidad de sus enemigos. Otra muestra: su afirmación aventurada de que un personaje de nombre Heremigario, citado por Hidacio, fue rey, es recogida tal cual en el segundo volumen de The Prosopography of the Later Roman Empire[58], cuando no aparece en ningún caso registrado en el texto de la Chronica.

      En el caso gallego la mirada hacia el mundo suevo, a la búsqueda de esa identificación, se inició a mediados del siglo XIX. Un punto de partida se encuentra en la proclama que el periodista A. Faraldo Asorey redactó el 15 de abril de 1846, con motivo de la constitución de la «Junta provisional de Gobierno de Galicia», consecuencia del levantamiento en Lugo del coronel Solís contra el gobierno de Narváez, en lo que se ha llamado la Revolución de 1846 y que constituye un punto de partida evidente del provincialismo gallego y, literariamente, un antecedente del Rexurdimento. En ese texto Faraldo escribía: