Miguel de Cervantes Saavedra

Viage al Parnaso La Numancia y El Trato de Argel


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á la envidia mueven guerra.

       Pasa, raro inventor, pasa adelante

       Con tu sotil disinio, y presta ayuda

       A Apolo; que la tuya es importante:

       Antes que el escuadron vulgar acuda

       De mas de veintemil sietemesinos

       Poetas, que de serlo están en duda.

       Llenas van ya las sendas y caminos

       Desta canalla inutil contra el monte,

       Que aun de estar á su sombra no son dinos.

       Armate de tus versos luego, y ponte

       A punto de seguir este viage

       Conmigo, y á la gran obra disponte.

       Conmigo segurisimo pasage

       Tendrás, sin que te empaches, ni procures

       Lo que suelen llamar matalotage.

       Y porque esta verdad que digo, apures,

       Entra conmigo en mi galera, y mira

       Cosas con que te asombres y asegures.

       Yo, aunque pense que todo era mentira,

       Entré con él en la galera hermosa,

       Y vi lo que pensar en ello admira.

       De la quilla á la gavia, ó estraña cosa!

       Toda de versos era fabricada,

       Sin que se entremetiese alguna prosa.

       Las ballesteras eran de ensalada

       De glosas, todas hechas á la boda

       De la que se llamó Malmaridada.

       Era la chusma de romances toda,

       Gente atrevida, empero necesaria,

       Pues á todas acciones se acomoda.

       La popa de materia extraordinaria,

       Bastarda, y de legitimos sonetos,

       De labor peregrina en todo, y varia.

       Eran dos valentisimos tercetos

       Los espaldares de la izquierda y diestra,

       Para dar boga larga muy perfetos.

       Hecha ser la crugia se me muestra

       De una luenga y tristisima elegia,

       Que no en cantar, sino en llorar es diestra.

       Por esta entiendo yo que se diria

       Lo que suele decirse á un desdichado,

       Quando lo pasa mal, pasó crugia.

       El arbol hasta el cielo levantado

       De una dura cancion prolija estaba

       De canto de seis dedos embreado.

       El, y la entena que por él cruzaba

       De duros estrambotes, la madera

       De que eran hechos claro se mostraba.

       La racamenta, que es siempre parlera,

       Toda la componian redondillas,

       Con que ella se mostraba mas ligera.

       Las jarcias parecian seguidillas

       De disparates mil y mas compuestas,

       Que suelen en el alma hacer cosquillas.

       Las rumbadas, fortisimas y honestas

       Estancias, eran tablas poderosas,

       Que llevan un poema y otro á cuestas.

       Era cosa de ver las bulliciosas

       Vanderillas que al aire tremolaban,

       De varias rimas algo licenciosas.

       Los grumetes, que aqui y alli cruzaban,

       De encadenados versos parecian,

       Puesto que como libres trabajaban.

       Todas las obras muertas componian

       O versos sueltos, ó sextinas graves,

       Que la galera mas gallarda hacian.

       Enfin con modos blandos y süaves,

       Viendo Mercurio que yo visto havia

       El bagel, que es razon, letor, que alabes,

       Junto á sí me sentó, y su voz envia

       A mis oidos en razones claras,

       Y llenas de suavisima harmonia,

       Diciendo: entre las cosas que son raras

       Y nuevas en el mundo y peregrinas,

       Verás, si en ello adviertes y reparas.

       Que es una este bagel de las mas dinas

       De admiracion, que llegue á ser espanto

       A naciones remotas y vecinas.

       No le formaron maquinas de encanto,

       Sino el ingenio del divino Apolo,

       Que puede, quiere, y llega, y sube á tanto.

       Formóle, ó nuevo caso! para solo

       Que yo llevase en él quantos poetas

       Hay desde el claro Tajo hasta Pactolo.

       De Malta el gran Maestre, á quien secretas

       Espias dan aviso que en oriente

       Se aperciben las barbaras saetas;

       Teme, y envia á convocar la gente

       Que sella con la blanca cruz el pecho,

       Porque en su fuerza su valor se aumente.

       A cuya imitacion Apolo ha hecho

       Que los famosos vates al Parnaso

       Acudan, que está puesto en duro estrecho.

       Yo, condolido del doliente caso,

       En el ligero casco, ya instruido

       De lo que he de hacer, aguijo el paso.

       De Italia las riberas he barrido,

       He visto las de Francia y no tocado,

       Por venir solo á España dirigido.

       Aqui con dulce y con felice agrado

       Hará fin mi camino á lo que creo,

       Y seré facilmente despachado.

       Tu, aunque en tus canas tu pereza veo,

       Serás el paraninfo de mi asunto,

       Y el solicitador de mi deseo.

       Parte, y no te detengas solo un punto,

       Y á los que en esta lista van escritos

       Diras de Apolo quanto aqui yo apunto.

       Sacó un papel, y en él casi infinitos

       Nombres vi de poetas, en que havia

       Yangueses, Vizcainos, y Coritos.

       Alli famosos vi de Andalucia,

       Y entre los Castellanos vi unos hombres,

       En quien vive de asiento la poesia.

       Dixo Mercurio: quiero que me nombres

       Desta turba gentil, pues tu lo sabes,

       La alteza de su ingenio con los nombres.

       Yo respondi: de los que son mas graves

       Diré lo que supiere, por moverte